Krizia Robustella acaba de presentar «Fancy Feast», una colección en la que reprograma el ADN de las fiestas tipo cóctel veraniego.
Existen dos tipos de moda en este mundo: la que se dedica a subrayar… y la que se dedica a difuminar para, a continuación, reescribir. Por un lado está esa moda que coge algo que ya está escrito y se conforma con pasar un rotulador fluorescente por encima, a veces como medida de depuración que deja fuera lo supéfluo, otras veces como simple ejercicio de referencia (¿u homenaje?). Por otro lado está la moda que es como una goma de borrar bolígrafo: nunca acaba de eliminar lo que hay debajo, pero lo difumina lo suficiente como para escribir encima.
Es este el tipo de moda que practica Krizia Robustella: la diseñadora tiene su propio imaginario, eso no lo puede negar nadie, pero más allá de repetirlo una y otra vez dentro de unos límites cómodos y autocomplacientes, más bien se dedica a redefinir la realidad a nuestro alrededor inyectando un virus colorido y festivo en su ADN. En temporadas pasadas, hemos visto como el lujo deportivo de Robustella se atrevía a reprogramar estéticas más cercanas (el black street yanki, por ejemplo) o más lejanas (los funerales tropicales que se conciben como fiesta y no como drama) e incluso cómo se avanzaba al uso de la nostalgia ochentera en forma de toon (en su caso, con los Osos Amorosos)… Así que a nadie debería extrañar que el nuevo empeño de Krizia sea ni más ni menos que redefinir el dress code del habitual cóctel estival.
Lo más interesante es que, al fin y al cabo, la diseñadora usa los códigos propios de la estética cóctel para subvertirla y sublimarla de cara a una generación a la que este tipo de eventos le parece excesivamente envarado. El «Fancy Feast» que Krizia Robustella acaba de presentar en el 080 Barcelona Fashion es una colección cóctel en toda regla: vestidos vaporosos, tejidos frescos, elegancia matizada por un punto de informalidad y adoración de los complementos que dejan claro que vas a pasar un rato bajo el sol (es decir: sombreros y gafas de sol).
Pero, a la vez, el «Fancy Feast» de la diseñadora es algo que no has visto nunca: el uso de los colores es desafiante y desprejuiciado, los materiales trenzan el bling-bling y lo deportivo con cortes de fiesta (los vestidos vaporosos son, simple y llanamente, una pura maravilla; mientras que la asimilación del corte tipo traje chaqueta sigue haciéndome pensar que, tarde o temprano, Krizia debería regalarnos una colección de pura sastrería o, mejor todadía, de su concepción de la sastrería), los complementos son una locura (mucho ojito a las pamelas, los sombreros o ¡las riñoneras al cuello!)… Y, además, Robustella mantiene sus constantes vitales (un print recurrente como espina dorsal de la colección, ciertos patrones que se repiten gozosamente), pero también las amplía hacia niveles de variedad cada vez más holgados: sus colecciones hace tiempo que no son una variación de un motivo central, sino que cada vez admiten más prints, tejidos, patrones, cortes e incluso autoreferencias a ideas pasadas que rebrotan aquí para añadir capas de sentido a su propuesta.
Así que repito: existe la moda que sigue empeñada en vendernos los cócteles como esa práctica de finales del siglo XX impregnada del rollito jet set rancia… Pero el «Fancy Feast» de Krizia Robustella ofrece a las nuevas generaciones un código para abordar el cóctel del siglo 21 en unos términos nuevos, refrescantes y, sobre todo, infinitamente divertidos. [Más información en la web de Krizia Robustella]