“Tierra, Trágalos” (Jabalina, 2010) refina todo lo que existía en el debut de Klaus & Kinski y lo multiplica exponencialmente. Por lo menos, podríamos considerar que lo multiplica por y hacia tres puntos cardinales: el sucesor al excelente “Tu Hoguera Está Ardiendo” (2010) opera a través de los conceptos de homenaje, sátira y diversión. Son tres conceptos que, no vamos a engañarnos, no abundan así, de la mano, en nuestro panorama musical. Cierto es que últimamente parece que gran parte de las “nuevas” propuestas musicales funcionan a base de “homenaje” (entendiendo “homenaje” como expolio absoluto del género o tendencia para que el público pueda asimilarlo con facilidad y, sobre todo, engancharse a la primera). Por eso hay que celebrar a Klaus & Kinski como la anomalía más importante de la escena española… Por eso y porque tienen canciones como puñaladas (por detrás): composiciones inteligentes en lo musical y en unas letras que huyen de los lugares comunes para establecerse allá donde parece que nadie quiere habitar: una casa repleta de libros y de vinilos en los que la referencia se escurre como los comentarios de un film británico de universitarios snobs. Siempre, claro, con una distancia socarrona que los hace irresistibles.
Es lo que tiene, al fin y al cabo, el homenaje. Se les intuye a Klaus & Kinski una amplísima biblioteca musical de la que extraen ideas vagas que acaban materializándose en canciones redondas, episódicas y casi enciclopédicas. Desde las brumas shoegaze meets post-rock de su abertura con “Ya Estaba Así Cuando Llegué” al cruce entre pasodoble (despojado, a guitarra española) y corrido (con esa trompeta tan mariachi) de “El Rey del Mambo y la Reina de Saba” o las brumas ochenteras más Olé Olé que Alaska en “Brilla Como Una Estrella”… Desde el feeling à la rednek-jazz de “Carne de Bakunin” hasta la cálida brisa de bossa en “Deja El Odio Para Después de Comer” o los toques de luau hawaiano que bañan “El Fin del Mundo”… Homenaje en forma de pildoritas que persiguen y consiguen glosar un estilo, homenajearlo con seriedad a la vez que, por detrás, subyace una sana actitud de jolgorio… y sátira.
Porque la sátira es, precisamente, lo que hace a Klaus & KInski una banda única. Esa capacidad para aunar un fondo corrosivo y una forma preciosista, como un palimpsesto diabólico que esconde un retablo satánico bajo una superficie católica integrista. Aquí el catolicismo es la pericia absoluta para bordar cualquier género que aborden… y el paganismo lo pone la voz de Marina (que ya se veía venir: estaba llamada a ser una de las voces más originales de la nueva generación) y unas letras capaces de dejar fuera de juego al más pintado. Y es que la mención de una nueva “generación” no es gratuita: si hace ya una década nos aprendíamos al dedillo las letras de La Buena Vida (en saludable ñoñería emocional) o Astrud (en coolism postmoderno), ahora toca integrar en nuestro día a día frases memorables como “con una mano por delante… y la puñalada por detrás” (en “Ya Estaba Así Cuando Llegué”) o “Adiós al capital… creo que me voy a quitar” (en “Carne de Bakunin”): una visión culta a la vez que sarcástica. Una forma de mirar de frente la realidad sin miedo a dedicarle una canción “Los Niños Muertos” (“en el patio jugando hay un niño muerto / y se baja a la calle… ¡ay, qué niño muerto!”). Los nombres históricos se suceden y es necesario tener a mano un diccionario de historia para no perderse… De no ser así, es difícil asir los agarraderos de ironía que proponen la mayor parte de las canciones. De no ser así, lo sentimos pero te vas a perder la mitad de la diversión de “Tierra, Trágalos”.
Y que conste que aquí hay mucha diversión. Puede que no sea un álbum tan accesible como “Tu Hoguera Está Ardiendo”, pero está claro que apunta mucho más lejos. Además, no es esta una diversión hedonista, de feria y farolillos. Es más bien esa diversión, difícil de explicar a los aficionados al cine palomitero, de pasarse dos horas delante de una peli asiática en la que no ocurre realmente nada. Que nadie me malinterprete: en “Tierra, Trágalos” pasan muchas cosas. Y todas buenas. El álbum se divide en dos mitades que ni adviertes: en las primeras composiciones se concentra la animación, mientras que el tramo final se ve impregnado de un sentir más taciturno, más serio (con una seriedad nada afectada ni solemne).
Al final, homenaje, sarcasmo y diversión se juntan en la reválida de Klaus & Kinski para confirmarlos como una rara avis destinada a proporcionar brío a una escena anquilosada en propuestas escuchadas una y mil veces. Para los que busquen aquel shoegaze que miraba hacia arriba en vez de hacia abajo y que tan bien practicaron en su debut, aquí van a tener canciones de sobra para disfrutar: “Luego Vendrán Los Madremías”, “Ley y Moral” y la ya mil veces nombrada “Ya Estaba Así Cuando Llegué”, que sería la canción del año si no compitiera con otra de la misma banda: “Forma, Sentido y Realidad”. Los que quieran diversión y nuevos parajes, lo van a tener en los mencionados homenajes… Lo que está claro es que, por encima de todo esto, ya tenemos disco del año.