Puede parecer que King Krule ha aterrizado entre nosotros sólo para dar por culo a todos esos que suelen soltar cosas como «sorprende que un tipo tan joven como James Blake suene tan adulto«. Por poner un ejemplo nada azaroso. Y es que aquí lo que sorprende no es que Archy Marshall tenga 17 años y que cante y frasee como un Leonard Cohen borracho en su setenta aniversario. Más bien lo que sorprende es que, a rebufo del revuelo que está causando su «King Krule EP«, todos estemos echando la vista atrás y descubriendo que Marshall lleva años en activo bajo otro nombre: Zoo Kid. Y, sí, con 15 años sonaba igual de cascado y jodido que con 17… Así que no vale hacerse el sorprendido: si no te quedaste con la ceja arqueada hace dos años, ahora no hay espacio para la sorpresa. A día de hoy, toca más bien coger aire y encarar su EP de debut con la mayor de las frialdades en la sangre: es muy fácil dejarse llevar por el contraste entre su edad y su trabajo y acabar perdiendo el norte (en dirección a un punto cardinal a evitar: el hype). Y es muy fácil, sobre todo, porque «King Krule EP» no sólo suena a «work on progress«, sino que también se puede percibir a la perfección un sentimiento general de «growth in progress«.
Hay aquí un progreso, entonces, tanto interno como externo. La evolución interna es ostentosamente perceptible en los escasos trece minutos que dura el álbum. «King Krule EP» se abre con «36N63«, una canción-palíndromo totalmente instrumental que arranca como James Blake (de nuevo) bebiendo de las aguas de Balam Acab pero que, llegado cierto momento, introduce un contrabajo que lo cambia todo y remite a aquella electronica que puso cargas de dormidina al drum’n’bass. En el siguiente tema, «Bleak Bake«, por fin entra la voz de Archy Marshal con una primera frase tan acertada como «Would’nt wake up this morning… Believe me» y con una voz y un mood general que bien puede recordar a Aidan Moffat en una mañana de resaca. «Portrait in Black and Blue» es la canción más coheniana del lote por mucho que, al llegar al estribillo, todo parezca acelerarse hacia el futuro de «I’m Your Man«, que no es más que un presente en el que King Krule coge la voluntad de su generación de vulnerar los límites entre géneros (¿o no es lo de Blake un injerto surgido de la confluencia de soul y dubstep?) y la lleva más bien a un terreno en el que el pop y el jazz batallan lánguidamente. La brevísima «Lead Existencie» arranca como si Owen Ashworth estuviera produciendo a The Libertines pero, de pronto, acaba desvaneciéndose en el aire… Y dejando paso a «The Noose of Jah City«. EL TEMA de «King Krule EP«. Sin lugar a dudas. La canción que hace pensar que lo escuchado hasta este momento, el desperezarse desde el primer instrumental, las pruebas y los borrones y cuentas nuevas no han sido más que una método de búsqueda y captura para encontrar la canción perfecta. La canción por la que matarían James Blake, Leonard Cohen, Aidan Moffat, Owen Ashworth e incluso The Libertines (si alguna vez hubieran tenido más de dos dedos de frente).
En cuanto al progreso externo en «King Krule EP«, es algo que resulta ponderable si tomamos como punto de partida unas letras que orbitan constantemente a través de las temáticas típicas de ansiedad juvenil, de preocupación por el yo mental (la identidad) y el yo físico (la apariencia) de todo adolescente. Pero lo cierto es que Marshall consigue huir del dramatismo clichetero para afrontar estas inquietudes capturando algo tan de nuestra época como es la abulia existencial: esa fuerza repelente que no es que te impida acercarte a tus objetivos, sino que te persuade para que te quedes en el sofá. Que allá se está mejor. Y desde ese lugar parecen llegar las canciones de King Krule como un eco lejano, como un adolescente que explica sus pensas a su mejor amigo estando los dos sentados en diferentes sofás de una misma habitación. Un eco que hace pensar que, si esto es «growth in progress«, cuando el adolescente pase a ser hombre nos vamos a quedar con el culo torcío.