No es la primera vez que Jon Hopkins -muy en boga desde su participación en el último álbum de Brian Eno– colabora con King Creosote -copropietario del patriarcado folky escocés The Fence Collective-. Ya en «Bombshell» (679 Recordings, 2007) se encargó Hopkins de la producción, mezcla y arreglos del álbum del escocés. Pero, hasta el momento, es en este álbum a cuatro manos que nos ocupa donde la colaboración entre estos hiperactivos músicos alcanza su mayor desnudez y emotividad. «Diamond Mine» (Domino / PIAS Spain, 2011) brilla y se disfruta como esos cálidos rayos de sol que a veces acarician y atemperan el rostro en los fríos días de invierno: ese contraste de sensaciones combina estados anímicos, en un principio opuestos, y le otorga cierto carácter atemporal. Que nadie me malinterprete, no lo digo en el sentido de envejecer dignamente -la criatura tiene un mes escaso y esto vendrá dictado con el paso del tiempo-, sino como banda sonora que teje perfectamente el roto de una lluviosa mañana o el descosido de una noche estival.
Las canciones que lo componen son reinterpretaciones de temas seleccionados del catálogo privado de Creosote y, aunque bien diferenciadas entre si, están engarzadas para que la escucha del álbum se haga de una tirada (o al menos esa es su intención según se indica desde Domino). En su conjunto, la sensación es similar a la evocada por el también vaporoso “All My Bad Thoughts” (Verpertine & Son, 2005) de The Montgolfier Brothers, aunque el resultado final sea más colorista en «Diamond Mine«: un sentirse liviano sobre cimas soleadas donde aires folk traen distanciadas notas de piano, desnudos arreglos de cuerda (banjo, violín…), y otros sutiles efectos sonoros que Hopkins introduce con tal acierto que realzan y algodonan la grácil entonación de Anderson. En este sentido, más que de una colaboración entre ambos, sería correcto hablar de una sinergia donde la suma de cada parte es mucho más que su efecto por separado.
El viaje comienza en tierra firme con el único tema sin la voz de Mr. Creosote, “First Watch”: un tranquilo ambiente de café se reviste de calidez e intimidad gracias a unas espaciadas notas de piano a lo Arvo Pärt. Tanto las notas en si mismas como el silencio entre cada una de ellas -matizado por conversaciones en un segundo plano-, favorecen la recreación de una acogedora atmósfera que nos recibe con ese saludo tan escocés. En “John Taylor’s Month Away” la cosa empieza a coger altura al soplo de la aerostática voz de Creosote, que te mantiene en suspensión gracias al efecto de acordes repetidos de cuerda (guitarra acústica) y viento sostenido (harmonium). Alcanzadas las alturas, una canción en sordina -como escuchada a través de una vieja radio-, añeja la voz de Creosote que irrumpe cristalina y se alza sobre un ligero piano en “Bats in the Attick”… Para entonces, ya has soltado amarras y te dejas mecer plácidamente a merced del abandono. El final del viaje viene dictado por “Your Young Voice”, cuyo arrullo se va apagando y parece depositarte delicadamente sobre la cuna que un día creiste haber abandonado para siempre. El paso del tiempo, leit motiv absoluto del álbum, empapa las letras de todos sus temas y, como la rosa de los vientos que orientaba al antiguo marinero, fija el rumbo del disco por costas escocesas como Aberdeen o Fife (tierra natal de Creosote). La soledad del navegante (“John Taylor’s Month Away”), los despojos del amor (“Bats in the Attick”), o la cruda aceptación de una ruptura (“Running on Fumes”), comparten sintonía con el amparo de “Bubble” o la serenidad de quien encuentra aplomo y refugio en “Your Young Voice”.
Como su propio nombre indica, esta piedra preciosa acaba haciéndose tan tuya como aquel desvencijado y peludo fetiche de la infancia: escucharla es como dejarse acariciar por el suave pelo que te abraza y protege. Llegados a este nivel de ñoñería, no habrá lugar a dudas de que se trata de un trabajo intimista, pero reducir su alcance a la hiperglucemia de baratillo o al lado más cuesta abajo y sombrío de la melancolía no le haría justicia a su delicado juego de claroscuros. Si quien esto lee experimentó cómo a veces se mezcla y confunde la melancolía con la alegría, encontrará en «Diamond Mine» un reflejo sonoro de aquella sonrisa triste… Pero luminosa.
King Creosote & Jon Hopkins – Bubble (Diamond Mine Teaser) by DominoRecordCo