Kathleen Brien tiene una misión. Y, a priori, no es una misión nada fácil… Es joven. Está buena. Canta bien. Estudió en la Brit School. Y se dedica al dubstep. Con tan solo veintiún años ha colado tres de sus canciones en los top charts más impresionantes de Inglaterra, ha cantado nada menos que en dos temazos de Magnetic Man (ya saben, el supergrupo de dubstep for the masses o commercial dubstep o comstep, como ustedes prefieran) y no paran de darle coba además de editarla en Rinse FM, sello, radio pirata (ahora ya no tanto) y buque insignia de los sonidos urban. Katy B es una princesa entre orcos. Y tiene un objetivo marcado: comerse el mundo del underground electrónico brit antes de que éste se la coma ella. Y vive Aaliyah que, con su primer disco, «On a Mission» (Sony, 2011), está a un pelo de conseguirlo.
En un género marcadamente masculino como el dubstep, cuesta ubicar a una muñeca de porcelana que bien podría ser el doble de luces de Anna Paquin en «True Blood«. Una se imagina en el ambiente del post garage británico a garrulas tipo Jessie J, de esas que con cada grito muerden orejas y hacen sangrar tímpanos, que primero arañan y luego preguntan (y cuando lo hacen, lo hacen con faltas de ortografía), y que viven bajo las durísimas reglas del jungle y la selva. A primera vista, Katy B tiene pinta de no durar ni tres largas noches rodeada de brutotes cargados de oro y metales nobles, pero desde que pusiera en circulación su primer single «On a Mission«, la niña no solo ha despertado admiración entre sus colegas de género, sino que también ha conseguido el beneplácito de todos ellos, convirtiéndose en imprescindible del incesante movimiento que desde hace un tiempo intenta trasladar al dubstep desde los bajos y garajes y de la clandestinidad underground en los que se escondía, hacia clubs y discotecas llenos hasta las trancas, de ésos en los que no entras con zapatillas ni que sean de marca (buena).
La clave del fácil y rápido éxito de esta londinense radica en cada uno de los doce cortes de su esperado (y retrasadísimo) álbum, «On a Mission«. En él, Brien juega astutamente con un género que le gusta y que conoce bien, pero lo bastardiza con otros de calado más popular y mucho más accesibles. Coge las bases dubstep, sus bajos guarrones, sus beats oscuros, y no tiene ni miedo ni vergüenza algunos al mezclarlos con UK funky (como en la etérea y muy sexy «Movement«), pop y eurodisco (la esquiva «Witches Brew«), drum&bass («Power On Me«, gran opening), house morralla con toque exótico («Lights On«) e incluso chill hop de chiringuito ibicenco (con esa eterna y prescindible «Hard to Get» con trompetas incluídas en la que a Katy le invade el espíritu de Pedro Almodóvar y da las gracias hasta a la Virgen de Guadalupe y que, además, será la favorita en los traslados de disco gayers con fiesta de la espuma a afters de muerte súbita del próximo verano). Ingredientes que por separado pueden resultar anodinos pero que, ligados con la oscuridad dub y su suave voz de veinteañera dulce con el mundo por delante, dan lugar a temas dance perfectos, accesibles y muy efectivos.
Es cierto que, una vez descubierto y conocido el pastel, a saber: lo anticipado en los singles «Katy On A Mission«, «Lights Out (feat Ms Dynamite)» y «Perfect Stranger» (una de las dos colaboraciones con Magnetic Man junto con «Crossover«) y aquel «Louder» que no está incluido en el álbum, la capacidad de sorpresa queda reducida y el riesgo en el tracklist brilla por su ausencia. Se podría decir que esas tres canciones son las mejores de todo el álbum, y que el resto van un poco a rebufo de estos singles. Que no es así, pero casi. Solo hace falta un tema como «Broken Record«, próximo single, para justificar y demostrar todo lo bueno que se está diciendo sobre esta chica: esta canción reúne todas las virtudes que la están convirtiendo en la pequeña diva dub que no tiene problemas en mirar directamente a los ojos de los gorilas que dominan ese mundillo, y con ella es capaz de dignificar un hit de base electro y tralla discotequera y convertirlo en pieza emotiva y elegante, dancera pero contenida con subidón melódico y trancero incluído, digna de cerrar el chiringuito más cool del planeta o las mismísimas Catedrales del Tekno. En «On a Mission» también hay lugar para los medios tiempos: «Easy Please Me» (con esa Katy en plan buenorra exigente) y «Go Away» son un ejemplo de que la chica no solo quiere limitarse al guarreo de la pista de baile. Y aunque los highlights son indudablemente aquellos en los que centra en ello, son temas que la reivindican como la hábil escritora de canciones que es y la exigente productora que tenemos en ciernes.
«On a Mission» está muy lejos de ser un disco perfecto o una piedra angular de ningún movimiento. Como ya pasara con el experimento Magentic Man, lo único que se atreve a hacer es sacar un género nacido para vivir en la oscuridad y exponerlo al público masivo, sin miedo por el resultado y con la certeza de hacer algo que vale la pena. En un mundo de baile dominado por el omnipresente David Ghetta y el garrulismo cerdo tipo Pitbull o Ke$ha, se agradece infinitamente un ejercicio de refinamiento femenino que le de cierto glamour y clase a la cosa. Así que la misión de Katy B está en marcha pero no terminada… No se preocupen: es joven y tiene toda una vida por delante para dedicarle al dubstep o lo que se le ponga por delante.