Los nuevos episodios de «Expediente X» están en boca de todo el mundo… Pero ¿no sería mejor denunciar este regreso a la Policía del Karma?
Policía del karma,
arreste a los amantes del revival incesante
en el que se está convirtiendo el siglo XXI.
No vais a ensuciar los fantásticos recuerdos de una pubertad esotérica con un remake donde Scully podría responder LOL cuando Mulder comente que ha visto a su hermana en Vimeo.
«Expediente X» es ladrillazo, gabardina y problemas de cobertura.
«Expediente X» no es 4G bajo ningún concepto.
«Expediente X» es cosa sacra.
«Expediente X» es el Santo Grial que custodia la dignidad volátil de los hombres y mujeres que se vieron obligados a forjar su personalidad en los años 90.
Si el camino a la fertilidad plena es jodido para cualquier ser humano, encarnar a un prepúber en esa década ominosa se convirtió en un reto conceptual del que pocos salieron ilesos.
Pasar de «In Utero» a «Spice World» sin despeinarse como Axl Rose no es tarea fácil.
El trayecto que separa a una Mama Chicho de Lara Croft desconoce las baldosas amarillas.
Estaba Mufasa de cuerpo presente en la sabana y un par de tíos querían practicar el medievo con el culo de Bruce Willis en un sótano.
¡Por los clavos de Cristo!
¿Recuerdas toda esa mierda?
Crecer en los 90, sin comerlo ni beberlo, arrastraba un peso generacional que dio al traste con los sueños de los chuletas del barrio, incapaces de digerir sus efectos. ¿Puedes ver cuánto daño? ¿Puedes verlo?
Justo en ese tiempo, allí mismo, minutos antes de que todo se acelere para siempre, «Expediente X» nos empuja a buscar la verdad en un mundo que parecía creado por reptilianos italoparlantes, adictos a las variaciones del Nasdaq.
No exagero. Todo se nos antojaba salido en una dimensión paralela, forjada por la caspa, el terror y el oscurantismo.
«Expediente X» es todo cuanto tuvimos para combatir los misterios insondables de:
el felipismo tardío,
el caso Alcàsser,
el exorcismo de Almansa,
la desaparición de Luis Roldán como Hannibal Lecter en «El Silencio de los Corderos«,
el secuestro de Miguel Ángel Blanco,
la irrupción del peinado de Ana Botella,
el acento de Michael Robinson,
Antonio Anglés dando vueltas por tu barrio,
el hombre que dijo que Curro y Cobi eran la misma persona,
Confesiones con Carlos Carnicero,
flanes Dhul,
Rumasa,
Segundo Marey,
Nieves Herrero,
Lasa y Zabala,
Hombres de Eva Santamaría representando a España,
la implantación progresiva de la E.S.O. (lo más UFO que ha parido la educación ibérica),
ladrones de cuerpos en todas partes,
Concha Velasco suplantando a Isabel Gemio en «Sorpresa ¡Sorpresa!«,
Jesús Hermida suplantando a Isabel Gemio en «Lo Que Necesitas Es Amor«,
y digo más,
Antonia Dell’Atte suplantando a Ana Obregón en «¿Qué Apostamos?»
y tantos y tantos males para los que, aparentemente, no había explicación posible.
Pues bien, allí estaban Mulder y Scully, impecables, cuestionando el mundo con valentía sin perder jamás ni un ápice de su sentido de la maravilla.
I WANT TO BELIEVE antes del nacimiento de Justin.
Y eso es importante.
No me toques los expedientes.
No me los toques.