«Big Black Coat» se acaba de publicar y nos obliga a preguntar: ¿por qué no son Junior Boys uno de los grupos más inmensos de la actualidad?
Ya hace algunas semanas que «Big Black Coat» (City Slang, 2016) se puso a la venta… Y, de nuevo, como viene ocurriendo desde hace años, parece que la gente no se entera. O no se quiere enterar. Supongo que todos tenemos esta sensación en concreto con algún grupo o artista que nos gusta particularmente y, de hecho, como periodista, me suelo encontrar ante este tipo de fenómenos de forma profusamente habitual. Al fin y al cabo, todos tenemos tendencia a pensar que lo que nos gusta a nosotros debería estar destinado a obtener un éxito masivo (aunque, después, si realmente llega a conseguir ese éxito masivo, deja de gustarnos inmediatamente).
Pero prometo que lo de Junior Boys es un caso diferente. No es una apreciación puramente personal, sino que hay todo un conjunto de factores que me obligan a pensar una y otra vez que, si hay una injusticia mayúscula en el mundo moderno (bueno, después de las injusticias humanitarias y sociales y económicas y ecológicas, claro… mejor puntualizar ahora antes de que se me echen encima las hordas de crustis), es precisamente que Junior Boys no sean un grupo inmenso. ¿Arcade Fire? ¡Por qué no! ¿LCD Soundsystem? So close, man. ¿Caribou? Vale, venga, basta de maximalismo absurdo. En lo que a éxito se refire, Caribou es el tipo de espejo en el que debería mirarse el dúo formado originalmente por Jeremy Greenspan y Johnny Dark (que duraría dos Telediarios antes de ser reemplazado por el actual Matt Didemus).
Pero empecemos a analizar esta injusticia con lupa… Todavía puedo recordar la primera vez que escuché «Bellona«, una canción que a día de hoy sigue pareciéndome un temarral de puro chorreo de líquido seminal gracias a todo lo que tuvo de sensualidad digital bien entendida en un momento, el año 2004, en el que lo que primaban eran las camisas de leñador, las barbazas desaliñadas y la pinta de «hey, girl, soy sensible pero también duro, soy majo pero también castigador, soy un gilipollas que al que en seis años le caerá encima la etiqueta ‘hipster’ y no sabrá qué hacer con ella«. El tema pertenecía al disco de debut de Junior Boys, que se titula «Last Exit» (Domino, 2004) y que sigue siendo una pequeña gran joya del pop electrónico más sexualizado del siglo 21.
A partir de aquí, se me quedó cara de gilipollas: puede que con su siguiente disco, «So This Is Goodbye» (Domino, 2006), y con temas como la icónica «Double Shadow» o la titular «So This Is Goodbye«, obtuvieran cierto hype… Pero, de nuevo, no era el hype que merecían. Venga, en serio: estábamos viviendo ese momento en el que lo empezaron a petar bandas como LCD Soundsystem o Hot Chip, y la mayor diferencia (entre muchas diferencias) de la música de estas dos formaciones con la de Junior Boys es que la de estos últimos había que bailarla más lentamente. ¿Qué eras: de los que follan como conejos y duran dos segundos o de los que chuscan lentamente, con alevosía, disfrutando el acto más que el subidón orgásmico final?
A juzgar por el éxito de la banda a partir de entonces, no resulta desacertado afirmar que un 95% de la población humana folla como conejos. Rápido y mal. Y, por mucho que esta afirmación resulte particularmente perturbadora y me quite las ganas de follar para el resto de mi vida, hay que reconocer que Junior Boys por lo menos obtuvo el éxito suficiente para ir sobreviviendo… Y aquí llega la primera vuelta de tuerca. Lo que no alcanzo a comprender. Su tercer disco, «Begone Dull Care» (Domino, 2009), empezó a mostrar un viraje de su sonido hacia progresiones -todavía más- largas, hacia una plasmación de la sensualidad con todavía más profundidad: Greenspan y Didemus yo no se quedaban en las caricias, sino que querían que su calor traspasar tu epitelio y te llegara bien adentro. ¿Existe un mayor acto de penetración que este?
En aquel álbum constaban temazos impagables como «Sneak a Picture» o «Bits & Pieces«, pero puede que el hecho de que la media de duración de las canciones fuera de seis minutos impidiera que los adictos a la fast-music se quedaran a las puertas de las maravillas que aquel disco prometía… Y que acabaron por florecer en el siguiente trabajo de Junior Boys, el impactante «It’s All True» (Domino, 2011), que se atrevió a convertir la mejor canción de la historia de la banda, «Banana Ripple«, en un pepinazo de nueve minutos que ninguna radio en su sano juicio emitiría (y que disuadiría a todos aquellos que llegaran a YouTube y vieran la duración del clip). Pop at its best que, además, tenía su contrapartida en otros temas mucho más cerebrales en los que el electropop tenía más de electrónica que de pop.
Y así llegamos hasta «Big Black Coat«: ya hemos visto que Jeremy Greenspan y Matt Didemus son bastante asiduos al poco sano deporte del autosabotaje, así que ¿por qué deberían cambiar las cosas llegados a este punto? Como en todos los anteriores trabajos de Junior Boys, este «Big Black Coat» rebosa de temarrales que sería jitazos absolutos en un mundo ideal en el que no existieran ni «La Voz» ni Simon Cowell ni Edurne. A saber: «M & P» recicla las bases del mal llamado deep house tal y como deberían haberlo hecho Disclosure en su segundo disco (es decir: dejando de sonar a los fóquin Disclosure); «What Do You Want For Love?» debería convertirse en himno de los poperos que todavía siguen manteniendo un flequillo para menearlo con ritmos electrificados; «You Say That» acelera el pulso sin perder de vista los papeles… Y así hasta el infinito y más allá, sin pasar por alto que este disco contiene la que más que probablemente es la segunda mejor canción de la historia de Junior Boys: «C’Mon Baby» (¿cuánto habrían pagado los Pet Shop Boys actuales por componer algo así?).
«Big Black Coat» también incluye una nueva cara de Junior Boys que, a su vez, tiene mucho que ver con la timidísima carrera de Jeremy Greenspan en solitario. Este hombre con voz de oro (y no lo digo de forma gratuita: Greenspan tiene una de las voces más sexys del panorama actual, una voz que es lo más parecido en este mundo al HFC -es decir: «hands free cum», o correrse sin necesidad de que te toquen con las manos-) sorprendió con el lanzamiento de su EP «God Told Me To» (Jiaolong, 2013), donde el pop y la sensualidad desaparecían para dar paso a un tecknazo agresivo que recordaba a finales de los 90, cuando la electrónica se practicaba a pelo, sin condón ni vaselina. Y aunque temas como la titular «Big Black Coat«, «Love is a Fire» o «And It’s Forever» (todas situadas en el tramo final del álbum) no llegan a aquel nivel de violencia sonora, sí que exploran lo que ocurre cuando el pop se ve vulnerado, casi pulverizado, por las líneas de acción del techno con más corazón.
Bueno, corazón y, de nuevo, entrepierna. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que siempre ha definido a Junior Boys… Algo que, a su vez, también es el principal motivo por el que no entiendo que Greenspan y Didemus no sean inmensos. Gigantes. Colosales. Al fin y al cabo, nos encontramos ante un momento histórico musical en el que lo que parte la pana es la revisión de los preceptos del r&b por la vía de lo digital y electrónico: crooners post-modernos con voces sensuales cantando sobre algodonosos lechos de beats electrónicos pensados para la cama, no para el club. ¿Os suena la fórmula? Sí, claro: Junior Boys llevan practicándola desde el año 2004. Y repito: nadie parece haberse dado cuenta.
Vale, Jeremy Greenspan no tiene absolutamente nada que ver con Drake, pero ¿a que no resulta descabellado considerarlo un precursor de lo que en los últimos nos ha enganchado a gente como MOVEMENT o inc.? Esa onda. Ese tipo de injusticia. Aunque sólo fuera por el hecho de ser la fuente (inconsciente) de la que han bebido muchos de los que están triunfando ahora, Junior Boys deberían obtener por fin el éxito que se merecen. Que es mucho. Que es infinito. Pero, aun así, repito: la gente no se entera. O no se quiere enterar. Y lo jodido es que Greenspan y Didemus no están dispuestos a recurrir al electroshock para que les presten atención. Ellos seguirán siendo los que, por el contrario, te sobarán todo el cuerpo lentamente cuando tengas los ojos cerrados y no puedas sostenerles la mirada. [Más información en la web de Junior Boys]