No es difícil desentrañar la fórmula killer que J y T (que al final resulta que son las iniciales tras las que se esconden Josh Lloyd-Watson and Tom McFarland) presentaron en los dos mencionados primeros singles y que perfeccionaron en el tercero: una mezcla de las filigranas vocales clásicas más souleras y funkies, desde Marvin Gaye a Bee Gees, mezcladas en una coctelera de jungle UK ochentero tipo Fine Young Cannibals e Imagination. La cosa funciona cosa mala, se engancha, no te deja ni a sol ni a sombra y te obliga a canturrearla desde que te haces el primer café de la mañana hasta que echas el último polvete de la noche. El problema es que, de cara a su largo de debut, el homónimo «Jungle» (XL, 2014), estos amigos de la infancia que ya no son nada anónimos (y menos en su formación en directo poblada por un total de siete almas) no han optado por perseguir el mojo de «Time» a través de diferentes estrategias, quedándose más o menos cerca del resultado final. Lo que han hecho es repetir la misma estrategia una y otra vez. Y eso aburre. E incluso llega a irritar en ciertos puntos.
«Jungle» cansa por sobre-exposición. Es jodido, porque lo cierto es que los mencionados temas y otros como «The Heat«, «Julia«, «Drops» o «Lucky I Got What I Want» son singles pluscuamperfectos: pildorazos que, escuchados de forma autónoma, en una sesión o mezclados con otras joyas de igual calibre, brillan con un fulgor lujurioso que pocas veces vamos a contemplar este año. Pero, al juntarlos todos en un disco de cuarenta minutos, simple y llanamente suenan de forma monocorde y repetitiva hasta la saciedad. Nunca fue más acertado tachar a un grupo como «de singles» que en el caso de Jungle. Que se quiten el san benito o no de encima es cosa de que ellos quieran hacerlo en su segundo disco.