«El Animal Más Triste» es una novela de Juan Vico que nos habla de las ficciones que explicamos de nosotros mismos… A los demás, pero también a nosotros mismos.
Enfrentarse al espejo es un ejercicio que evitamos a riesgo de salir escaldados. La imagen que nos devuelve el reflejo escuece y, por muy bien que nos vaya, distará enormemente de aquella que teníamos de nosotros mismos hace 15, 20 o 30 años. La actual se manifiesta con impertinencia, si nos atrevemos a mirarla frente a frente, nos molesta esa posibilidad que nos brindaba el futuro y que nunca llegó a realizarse.
Estas son las tierras movedizas que explora Juan Vico en su última novela «El Animal Más Triste«. En ella, un grupo de amigos con sus actuales parejas se reúnen en una casa rural durante una escapada de fin de semana al Pirineo. “Gente que habla con gente todo el rato”, como dice un personaje al describir una película de Rohmer. Todos profesionales de la cultura, y las múltiples referencias que eso conlleva. Afortunadamente, la novela va más allá de ese tópico y tira por otros derroteros, explorando territorios como el desencanto, la decepción, el deseo, los viejos fantasmas y la ficción, y todo con una exuberancia verbal y pericia narrativa impecables.
La ficción en la historia de «El Animal Más Triste» opera a tres niveles: lo que realmente somos (en lo que nos hemos convertido), lo que nos contamos a nosotros mismos (para mitigar los efectos de esa comparación irremediable de lo que teníamos que ser) y la imagen que proyectamos (lo que queremos que vean los demás). Partiendo de la base de que todo es ficción, lo que decidimos contar y lo que no, desde el momento en el que explicamos una anécdota a cómo nos presentamos en una reunión, todo se convierte en ficción.
Esa dualidad realidad-ficción se manifiesta a través de varios diarios personales y relatos en un juego de muñecas rusas: los tres amigos de universidad grabaron un corto al que titularon «El Animal Más Triste«. A partir de ese vídeo que vuelven a ver juntos, la chica más joven del grupo se inspira para escribir un relato y les toma prestado el título. En este relato, el protagonista escribe un diario. Asimismo, los tres amigos de la universidad conservan el diario de un amigo muerto cuando todavía iban a la facultad. El personaje del escritor retoma uno a partir de una ruptura. La fotógrafa hace fotos a modo de diario personal. La tatuadora también tiene el suyo. A través de todos estos relatos descubrimos una realidad a modo de poliedro con las verdades, mentiras y secretos que esconde cada uno.
Y el deseo que planea sobre toda la novela como hilo conductor. Post coitum omne animal triste est, de ahí el título. El deseo como fuente de frustración. Y la cultura y la ironía como recursos vitales. La cultura como bálsamo y la ironía como elemento distanciador. Era Pessoa quien decía que “La literatura, como todo arte, es la demostración de que la vida no basta”. Casi todos los personajes de «El Animal Más Triste«, lejos de vivir la famosa crisis de los cuarenta, viven la constatación de la rutina en la que están instalados y de la que no pueden salir porque no recuerdan cuándo fue el momento exacto en que la vida empezó a torcerse. Y todo ello sin aspavientos, sin dramas. Desencanto sin derrota, como dice Juan Vico. [Más información en el Twitter de Juan Vico y en la web de Seix Barral]