Entrevistamos a Juan Naranjo, booktuber conocido como Juanito Libritos que acaba de publicar su primera novela gráfica: «Mariquita»
La visibilidad LGTBIQ+ está viviendo un momento realmente excepcional… Y no solo porque, de repente, y gracias a la llegada de la serie de Los Javis a HBO, La Veneno sea «conocía mundial«. Realmente, mires al rincón que mires de la cultura, la comunidad no podría vibrar con mejor salud. Ahí está Valeria Vegas dándole caña al ensayo como medio para reivindicar un pasado que durante demasiadas décadas había sido ninguneado. El cine de temática LTBIQ+ sigue viviendo su eterna primavera. En literatura, el Premio Herralde acaba de reacer sobre Luisgé Martín (con Federico Falco como finalista).
Y en el mundo de la novela gráfica, en las últimas semanas estamos viviendo un maravilloso fenómeno protagonizado por «Mariquita«, el cómic (o libro ilustrado o lo que tú prefieras) en el que Juan Naranjo hace un repaso a la homofobia en la que todos hemos crecido pero ejemplificada con su propia historia personal. Cero spoilers: si quieres saber por qué ha robado el corazón de tantas personas, tendrás que leerlo. Eso sí, hazlo con una advertencia: además de cómics y novela gráfica y libro ilustrado y lo que tú prefieras, «Mariquita» también es un espejo (seas mariquita o no). Y eso siempre duele.
Ahora bien, si ya te has subido a la ola provocada por este fenómeno, seguro que quieres saberlo todo tanto de «Mariquita» como de su autor, un Juan Naranjo conocido en redes sociales como Juanito Libritos. Booktuber de referencia para muchos, ahora también autor de cabecera para todos. Por eso mismo, muero de ganas de meterme de cabeza en una conversación que se alargará más allá de las dos horas… y en la que no nos dejáramos nada (pero absolutamente nada) en el tintero.
Tu libro se abre contigo preguntándole a tus padres: “En el cole me dicen “mariquita”… ¿Eso qué significa?”. Si tuvieras un hijo y te hiciera esta pregunta aquí y ahora, ¿qué le responderías? Le diría: «Es como antiguamente se llamaba a los hombres gays. En aquella época, la gente todavía no estaba acostumbrada a que dos chicos fuesen novios y usaban esa palabra para describir a los hombres que se enamoraban de otros hombres. Era una palabra un poco insultante, y por eso deberíamos dejar de usarla».
¿Y qué consejo le darías ante una situación así? El consejo que no te dieron a ti y que te hubiera ayudado especialmente en un momento tan crucial como ese… Le diría que ser así o no serlo no era ni bueno ni malo. Que nadie es peor por serlo ni mejor por no serlo. Le diría que algunas personas siguen usando ese tipo de palabras porque no les gusta la gente diferente, pero que todos éramos diferentes a nuestra manera, por unas cosas u otras, y que lo normal es ser diferente.
Vayamos al principio de todo… ¿Cuándo y por qué decides que vas a explicar tu historia? Creo que, de alguna forma, el interés en hablar de uno mismo, de contar nuestra historia, es inherente al ser humano. Yo escribo desde pequeño, y dedicarme a escribir era un sueño que tuve desde siempre. Tuve claro desde muy pronto que lo que mejor se me daba escribir era sobre mí mismo y que, por lo tanto, la primera historia que tenía que contar era la mía propia. Durante mucho tiempo no me sentí lo suficiente preparado como para contar mi historia como yo quería. Conforme fueron pasando los años y fui acumulando lecturas, inspiraciones y experiencias, pensé que había llegado el momento, que era hora de tirarse a la piscina e intentarlo. Fue entonces cuando empecé a ordenar en mi cabeza lo que ya estaba ahí y cuando le empecé a dar forma a «Mariquita«.
¿Y hubo un instante decisivo en el que viste claro que era el momento de lanzarte a la piscina? ¿Una iluminación? Más que una iluminación, fue una inspiración. En pocos meses leí varias obras que me encendieron la bombilla de «yo podría hacer unas ilustraciones como esta, contar una historia como aquella, escribir como aquel… Meterlo todo en una batidora y hacer una cosa propia y personal en la que cuente mi historia». Y fue así como me armé de valor. Fue importante ver qué herramientas tenía y cuáles me faltaban por desarrollar. Cuando decidí que tenía que ser una novela gráfica, me apunté a clases de acuarela. Era una dificultad extra porque yo no soy ilustrador, pero tenía muy claro que eso era lo que me pedía la historia. Después de un par de años aprendiendo, pensé que ya tenía el nivel que necesitaba y fue cuando uní el guion y las ilustraciones.
¿Puedo preguntarte cuáles fueron esas obras que te animaron a lanzarte a crear «Mariquita»? Aunque más adelante volveremos al tema de las referencias… Claro, encantado. Creo que es importantísimo reconocer las referencias e inspiraciones y agradecer el empujón a otros creadores. Para mí, si un autor dice que no se inspira en nadie para escribir… es que o miente o lee poco. Veo inevitable que lo que cosnumes (libros, películas…) te inspire y te influencie. Yo tengo clarísimo qué libros me dieron el empujón que necesitaba, y los tengo aquí juntitos en una balda junto a los primeros ejemplares de «Mariquita«. Son cinco libros… «¿Y Ahora Qué?» de Mari Andrews me enseñó que no hacía falta tener grandes habilidades plásticas para ser capaz de expresarse con la pintura y de transmitirle mensajes al lector/a. «El Hijo del Legionario» de Aitor Saraiba me enseñó qué formato podía darle a mi libro. «El Bebé Verde» de Roberta Marrera me enseñó la importancia de reconocer la influencia de la cultura pop en nuestra maduración. «Para Acabar con Eddy Bellegueuelle» de Edouard Louis me enseñó que se podía encontrar belleza en el dolor. Y «El Amor del Revés» de Luisgé Martín me recordó la importancia de recordar de dónde venimos para que no se nos olvide cuánto hemos avanzado pero que tampoco se nos olvide lo que nos hicieron. Esos son los cinco referentes más directos. Después, seguro que hay muchísimos más de los que no soy tan consciente. Antes que autor, soy lector. En mi bagaje conviven cientos de autores que me han hecho disfrutar y han ayudado a configurar quién soy.
Decías más arriba que no eres ilustrador, pero que la historia pedía ser explicada en ilustración. ¿Por qué exactamente? Lo más fácil para mí habría sido contar mi historia en forma de novela. Llevo sin parar de escribir desde que era un niño, pero no he cogido un pincel o un lápiz desde que salí del colegio. Cuando me puse a escribir, me di cuenta de que, al narrar los hechos que cuento, mi prosa se volvía demasiado oscura. Creo que habría sido una experiencia demasiado amarga para el lector. Mientras escribía, me frustraba no poder explicar cosas gráficamente… Y fue cuando me di cuenta de que quizás podía ser un libro ilustrado. Cuando empecé a unir texto y dibujos, me di cuenta de que ahí había un contrapunto perfecto. Que los colores brillantes y los monigotes que iba dibujando rebajaban la tensión, alumbraban la oscuridad y convertían la lectura en una experiencia mucho más completa. Yo no leí cómics hasta los 29 o 30 años. Pero, cuando empecé a descubrirlos, el enganche fue tan grande que, en los últimos años, esa forma de narrar, esa diversidad estética, esa plasticidad… han arraigado en mi cerebro. Y, contra todo pronóstico, eso ha hecho que mi primera obra sea un libro ilustrado.
Pues a raíz de eso, me vienen mil preguntas a la cabeza… ¿Cuál fue tu proceso de trabajo y tu técnica? ¿Es todo acuarela? Técnicamente, casi todo es acuarela, sí. Estuve un par de años yendo a clase y aprendí de una profesora maravillosa que me enseñó a trabajar desde la ilustración más vinculada al cómic y a la acuarela paisajista más tradicional. Me volqué mucho en eso y me enamoré de la técnica. Practicaba cuatro o cinco tardes por semana. Cuando creí que ya sabía lo suficiente para manejarme por mi cuenta, fue cuando empecé a tratar de aplicarlo a mi historia. En «Mariquita», la base es acuarela, pero no quería que se hiciese repetitivo. Mi idea era que cada lámina fuese distinta a las demás, que fuera original y que tuviera valor por sí misma. Quería que el lector nunca supiese qué habría en la página de atrás. Así que a la acuarela le añadí algunas cosas en rotulador, en lápices de colores, lápices acuarelables… Algunas de las láminas originales son incluso collages con materiales pegados. Me encantó experimentar, jugar con los materiales y aprender a ilustrar mientras ilustraba. Fue una gozada. A veces nos creemos que por tener equis años ya no tenemos más margen para el aprendizaje o la sorpresa, y yo me enamoré de la pintura mientras pintaba mi libro.
¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Cómo lo encaraste? El libro estuvo formándose durante un par de años en mi cabeza, pero el proceso de creación fueron unos trece meses, creo. Me ponía a ello todas las tardes al salir del trabajo, y se me hacía de noche sin darme cuenta. Lo hacía sin pensar en el resultado, en si alguna editorial estaría interesada en eso o no, en qué sección de las librerías podría estar o cuál sería la edad recomendada en el caso de que alguien quisiera publicarlo. Hice lo que me apeteció. Conté mi historia como yo quería contarla. Al final, tuve suerte y se interesó en mi obra una de mis editoriales favoritas de cómic, que ha publicado a gente internacional como Adrian Tomine o Jen Wang. Pero mi objetivo fue siempre hacer el libro que me gustaría leer a mí.
Andrea Tommasini, responsable de prensa de la editorial Sapristi que edita tu novela gráfica, me explicó que un día recibieron en la editorial tu manuscrito y que alucinaron al abrirlo y encontrar todas las acuarelas… Jajajajaja. Todavía se están riendo de mí en la editorial. Yo les envié una caja enorme con mi tocho de láminas metido en dos carpetas enormes, metidas a su vez en una caja enorme envuelta en papel de burbujas. Aquello parecía una mesita de noche en vez de un libro. Pero es que me daba muchísimo miedo enviarlo a Barcelona y que le pasase algo por el camino. Nunca había trabajado tan duro en algo, y no quería que le pasase nada. Preferí quedar de exagerado que de descuidado.
¿Y cómo fue el proceso para publicarlo? El proceso fue muy orgánico. Mientras trabajaba en el libro, iba contando algún detalle muy neutro en redes sociales. Cuando lo acabé subí una foto a mis redes enseñando la pila de láminas y diciendo que ya había acabado de trabajar en lo que llevaba el último año haciendo. Por distintos motivos, esa publicación llamó la atención de varias editoriales. Se pusieron en contacto conmigo y fue Sapristi la casa que elegí para «Mariquita«. Yo llevaba años leyendo casi todos sus libros y sabía que podían ayudarme a que «Mariquita» le llegase a mucha más gente.
Fue maravilloso porque respetaron mi visión desde el principio. El libro se diferencia muy poco del tocho de láminas que les envié. Han respetado mi historia al 100% y le han dado el formato para que pueda llegar a muchas casas y bibliotecas. Estoy muy feliz de haber publicado con Sapristi, que es el sello gráfico de Roca Editorial.
Este es el primer libro de Juanito Libritos… Así que detengámonos un poco en esto para hacerte una pregunta que a lo mejor es un poco rara: ¿Son Juanito Libritos y Juan Naranjo la misma persona? Jajajaja. Sí, para bien o para mal. Siempre tuve muy claro que la imagen que se ofrece en las redes tiene que ser lo más real posible. No tengo tiempo, ni interés, ni memoria como para hacer un papel o comportarme de una manera diferente a la que soy en mi vida personal. Creo que las personas que me siguen lo hacen por mi naturalidad y mi autenticidad. Quien ve mi canal sabe que no estoy representando un personaje, ni actuando, ni promocionando nada, ni vendiendo una moto que no es. Soy en redes como en el resto de la vida.
Pero en verdad sí que marcas cierta frontera… En “Mariquita” te desnudas y sinceras de forma muy íntima, mientras que en YouTube no hablas nunca de tu intimidad. Por eso decía lo de las dos «personas» diferentes, porque exploras cosas diferentes. Claro. Es que en «Mariquita» trato de convertir mi experiencia en literatura. Y en YouTube intento fomentar la lectura recomendando los libros que me han gustado. Son roles diferentes dentro de una misma vida. Pero la persona es la misma, no hay personaje por ningún lado. Y no creo que estén tan tajantemente separados. En mi libro hablo de los libros (y la música y la cultura pop) que me marcó, y en mis redes a menudo dejo entrever cosas de mi vida. Pensaba que te referías a si en redes era un personaje o era auténticamente yo…
No, no. ¡Para nada! Si algo salta a la vista contigo, es la naturalidad con la que hablas en redes… ¡Nunca diría que eres un personaje! Ahhh, entiendo. Vale. Jajaja. Perdona, es que siempre tengo ese miedo. Me da mucho miedo que alguien pueda pensar que la imagen que muestro en redes es un personaje o algo así. Y para nada. Te juro que no tengo suficiente memoria o interés para representar un rol. Yo hablo igual con mi familia que en YouTube.
No sé por qué tienes ese miedo… Se te ve súper honesto en redes, la verdad. Algo que escasea mucho. Pero, bueno… Igualmente, en «Mariquita» hablas de tu vida personal. ¿Sientes que has roto la barrera entre lo público y lo privado y que ahora ya no habrá vuelta atrás? Por ejemplo, con tus alumnos. O con gente de tu entorno que no conociera tu historia. Siento que he roto esa barrera, claramente. Eso es indiscutible. Y es algo que me ha dado muchísimo vértigo y algún quebradero de cabeza. La verdad es que habría sido mucho más fácil para mí escribir ficción porque solo me expondría al juicio literario, no al juicio personal. Pero… bueno, cada autor es como es, y yo sé que lo mío es la escritura desde la experiencia. La angustia que me produce exponerme personalmente es un precio que tengo que pagar por expresarme literariamente.
¿Ha habido juicio personal después de la publicación de «Mariquita»? Inevitablemente. Compartir tu historia hace que ya no sea solo tuya. No me acostumbro a ver a desconocidos hablando de cosas de mi vida que hasta hace un mes no sabían mis amigos o algunos miembros de mi familia. Además, cuando cuentas tu vida, inevitablemente cuentas la de otras personas. Eso es así. Si nos hubiéramos criado en una cueva, pues a lo mejor no, pero al haber crecido en sociedad si cuentas tu historia cuentas la de otras personas. Y no todo el mundo está igual de contento de verse reflejado en un libro ajeno.
Ahora mismo he dudado muchísimo si hacerte esta pregunta o no, porque sé que es un tema sensible…. Pero tu respuesta anterior me hace pensar: ¿ha leído tu padre «Mariquita»? No lo sé.
Pues, entonces, cualquier persona que no esté contento de verse reflejado, que se lo haga mirar. Porque me parece que todo el mundo está representado con cariño… Jajaja. Pero es normal, ¿eh? Yo lo entiendo. Yo, que soy muy maniático del control, llevaría regular saber que alguien de mi pasado está escribiendo algo en lo que aparezco yo. Lo entiendo perfectamente.
Pero, bueno, siguiendo… Cosas de las que habla “Mariquita”… Primero, bullying. ¿Crees que hemos avanzado algo a este respecto en estas décadas? Creo que hemos avanzado, sí, pero no lo suficiente. No hay más que poner las noticias para ver como la orientación sexual o la identidad de género sigue siendo motivo de agresiones de todo tipo. Y solo las que son físicas acaban en los medios. Cada día sigue habiendo miles de personas que reciben insultos, humillaciones o agresividad por ser quienes son. Al menos ahora le ponemos nombre y sabemos que el acoso homófobo es un tipo de acoso y no «una chiquillada» o «cosas de críos», como se escuchaba antes, cuando incluso se culpabilizaba a la víctima por no haber sabido defenderse. Pero ese avance no es suficiente. No basta con ponerle nombre al acoso LGTBIfóbico, hay que atajarlo.
¿Y crees que el bullying contra el diferente (mariquita o no) es lo que ha hecho que el público general conecte con tu novela gráfica? A menudo parece que las creaciones artísticas en las que la diversidad sexoafectiva tiene un peso importante están solo dirigidas a las personas LGTBIQ+, pero esto no es así. Nuestras historias son tan universales como cualquiera que esté destinada a un público generalista. Mi libro habla de un chico gay, sí. Pero también habla sobre encontrar tu lugar en el mundo, sobre aceptar quién eres, sobre encontrar en la cultura un refugio y un ascensor, sobre sentirte distinto, sobre enamorarte… y creo que esas cosas pueden interesar a cualquiera. Además, el acoso homófobo tiene un peso importante, por supuesto. Pero creo que el acoso tiene muchos rostros y que muchas personas se pueden sentir identificadas con estas vivencias, aunque no sean exactamente las mismas. Mi libro, afortunadamente, lo han leído muchos tipos de lectores. Y es de las cosas que más felices me hacen.
Hay otra cosa de la que trata “Mariquita” que me parece muy maravillosa… Y es esa fase que pasamos muchos de ser un pequeño sátiro. ¿Por qué no se habla más de esto? Es curioso porque la adolescencia tiene mucha presencia en las series, en los libros… pero siempre se da una especie de visión estilizada de la misma. No es muy frecuente hablar sin tapujos sobre los cambios que se experimentan en el cuerpo, en la líbido, en la forma de observar el mundo que te rodea. Creo que es un tema muy interesante y que, al ser muy físico o escatológico, suele ser considerado de mal gusto. Y es curioso porque, aunque no hablemos mucho de ello, todos hemos pasado por ahí y hemos experimentado esos cambios tan brutales.
Bueno… Es que admitir que un niño sea un ser sexual es, directamente, un tabú. La sexualidad es un elemento inherente al ser humano. Hasta que no entendamos eso, seguiremos en un mundo lleno de tapujos.
Por otra parte, “Mariquita” contiene mi metáfora favorita del año, y es el cambio de esa capa de mariquita que avergüenza en la infancia por la bandera del orgullo que exhibimos de adultos. ¿Crees que esta metáfora sigue siendo vigente en las nuevas generaciones? La metáfora de la capa es una de mis cosas favoritas del libro. También me gusta mucho la del cambio de plumas de urraca por la cola de pavo real (que, además, también se vio en «Veneno«). No sé si esa metáfora puede seguir vigente a día de hoy. Creo que ese «mariquita» que en otra época se decía sin demasiada intención peyorativa (a diferencia de otras palabras más duras) ha dejado de estar tan presente en el imaginario colectivo y que, hoy en día, lo más usado es gay. Pero en los 90 la palabra gay aún no se solía decir, al menos en mi entorno. Mariquita era lo que se solía usar cuando había poca intención peyorativa.
Esto me da el pie perfecto para hacer un alto en el camino y preguntarte: ¿qué tal ves a las nuevas generaciones LGTBIQ+? Mucho más libres y empoderadas que las anteriores. Y también más diversas, inclusivas y respetuosas con la diferencia. Creo que una parte importante de las nuevas generaciones LGTBIQ+ han dejado atrás errores de las generaciones que les han precedido: creo que entienden el colectivo de una forma muy transversal, que no tienen tan asimilados los estereotipos sobre la masculinidad y la feminidad, y que pueden revitalizar la lucha del colectivo.
Totalmente de acuerdo. Aunque yo también creo que nuestras generaciones de “mariquitas” se lanzaron a la cultura como refugio, pero en las actuales eso ya no está pasando. ¿Está en extinción la figura del mariquita culto? No lo creo. Lo de pensar que las nuevas generaciones son más incultas que las anteriores es un error desde tiempos inmemoriales. El tema es que conforme uno se hace mayor más dificultades tiene para entender que «cultura» no solo lo que uno entiende como cultura, que las nuevas generaciones se expresan, viven y se entretienen de formas que a nosotros ya nos resultan ajenas. Creo que la juventud de hoy en día lee mucho, sabe mucho, se informa… Creo que están más en el mundo de lo que estábamos nosotros a su edad. Gente sin intereses ha habido siempre, y siempre la habrá. Pero no creo que eso sea propio de una generación concreta.
Volviendo a “Mariquita”, y para ir cerrando, ya mencionaste las obras que te impulsaron a dar el gran paso de ponerte a trabajar en la novela gráfica. Pero ¿qué otros autores dirías que te han influido como autor? Pues para mí ha sido una inspiración la combinación de humor e ironía que hay en algunos libros de Terenci Moix y cómo esto choca con la belleza sin parangón de sus novelas históricas. También me ha influido mucho el gusto por la voluptuosidad de Antonio Gala. O el esteticismo de Luis Antonio de Villena. O la precisión y la belleza de Jaime Gil de Biedma. O las historias tan sensuales y sensoriales de Boris Izaguirre. La capacidad de Capote para diseccionar personajes. A falta de referentes en mi entorno, estos autores me enseñaron mucho sobre cómo ser libre y magnífico en un entorno hostil. Y también me enseñaron a escribir. Si en mi literatura hubiese algo interesante, se lo debería a ellos.
¿Y cuáles dirías que han sido los iconos LGTBIQ+ sin los que nunca hubieras hecho algo como “Mariquita”? Pues creo que muchas mujeres de la industria musical de los años 90 y 00 fueron esenciales en un empoderamiento que se enfrentaba al patriarcado desde el éxito y la transgresión. Gente como Barbra Streisand, Celine Dion, Cher, Mónica Naranjo o Paloma San Basilio han sido iconos de varias generaciones de gays porque han personificado una fortaleza y una independencia que, en otras épocas, los gays no podíamos soñar para nosotros mismos.
El lanzamiento de tu novela coincide con un momento literario para la comunidad LGTBIQ+, con autores como Valeria Vegas o con editoriales como Dos Bigotes. ¿Por qué crees que estamos viviendo este boom? Porque por fin nuestras voces importan. Creo que hemos avanzado lo suficiente en visibilidad como para que el mundo editorial, el cine o la TV se interese en contar las historias de gente como nosotros. Creo que, además, poco a poco nuestras historias empiezan a colarse en el mainstream: hasta hace muy poco, se daba por hecho que las historias de personas LGTBIQ+ eran solo para personas LGTBIQ+, mientras que las historias generalistas iban a ser consumidas por cualquier tipo de público, también por nosotros. Creo que, desde hace unos años (quizás desde «Will & Grace» en USA o «Física o Química» en España) la industria cultural se ha dado cuenta de nuestras historias también pueden ser universales y que, además, pueden dar dinero que es la finalidad lícita de cualquier industria. La presencia de las personas LGTBIQ+ en la sociedad española es, hoy en día, incuestionable. Y era solo cuestión de tiempo que esto tuviera un reflejo en la industria cultural. Ver cómo editoriales como Dos Bigotes, Egales o Amor de Madre le dan espacio y voz a nuestras historias es maravilloso. Por fin podemos entrar a las librerías y ver historias como las nuestras en los estantes. Ahora solo nos falta asaltar los sellos que no son específicamente LGTBIQ+. Lo que está haciendo Valeria es magnífico: es recuperar nuestra historia colectiva desde la cultura pop. Me parece magistral. Admiro mucho su forma de investigar, de escribir y de divulgar.
Pues sí. Si yo me he pasado toda la vida sintiendo como mías historias heterosexuales, ¿por qué no va a ser al revés? Exacto.
¿Veremos más proyectos literarios de Juan Naranjo? Sí, por supuesto. Y no creo que haya que esperar mucho. Piensa que «Mariquita» lleva entregado desde verano de 2019. En este año y medio yo he seguido creando. Tengo dos cosas en marcha, en distintos momentos de producción. Por una parte, tengo algo que sigue la estética de «Mariquita» y que se sitúa un tiempo después. Tiene que ver con «Mariquita» porque el protagonista es el mismo y algún personaje se repite, pero no creo que sea exactamente una continuación, porque trata temas muy diferentes y porque la homofobia, que es el hilo conductor de «Mariquita«, no tiene ningún papel en el mismo. Por otra parte, tengo un proyecto que no tiene nada que ver con los dos anteriores y que aún no tengo claro cómo cristalizará. Literariamente es una cosa muy diferente. Tampoco sé si saldrá antes este o el otro. Yo sigo con mi método de trabajar por mi cuenta y hacer lo que creo que debo hacer… y ya después veremos si tiene sitio en el mercado. [FOTO: Hugo Lopez Lobato] [Más información en el canal de YouTube de Juanito Libritos y en la wed de la editorial Sapristi]