Entrevistamos a José Luis de Vicente para que nos lo explique todo sobre el Sónar+D 2017, sobre el Sónar 2017 y sobre cómo huir del concepto «festival».
Queda menos de una semana para el Sónar 2017 (que, por si todavía no te has enterado, se celebrará del 14 al 17 de junio en Barcelona)… Y una cosa ha quedado clara: el festival se ha renovado por dentro y por fuera. De hecho, bien podría decirse que el Sónar ha renovado por dentro y por fuera al mismísimo concepto de festival: más allá de los tres días de actuaciones musicales y audiovisuales que sintetizan lo mejorcito de la música electrónica y experimental de la actualidad, el Sónar 2017 compactará toda una semana de actividades que irán mucho más allá de lo musical.
En el extenso programa tenemos exposiciones como la de Björk o la de David Bowie, actividades diversas en la Ciudad Condal… Y, por encima de todas las cosas, Sónar+D. La vertiente tecnológica y experimental (además de experiencial) del festival ha ido creciendo año tras año y, en la que va a ser su quinta edición, sube un peldaño más a la hora de ir borrando la frontera entre Sónar y Sónar+D. Al fin y al cabo, señoras y señores, ese es el futuro.
Y eso es precisamante de lo que hablo con José Luis de Vicente, comisario del Sónar+D y visionario en general al respecto de lo que debería ser un «festival» en la actualidad. (Además de un soplo de aire fresco para los que, como yo, piensan que el formato de los festivales necesita una renovación urgente.)
Hace poco entrevisté al director de un festival de cine que cumplía siete años y me dijo que el portal de los cinco años fue de vital importancia: que, al arrancar el festival, hizo un plan de un lustro y que, al cumplirse el plazo, tuvo que hacer un balance muy bestia. Ahora que el Sónar+D cumple cinco años, ¿os encontráis en una situación similar? Bueno, un poco sí. Hace cinco años pensamos cómo nos gustaría que fuera este festival y cómo nos gustaría que fuera evolucionando hacia una relación determinada con lo que la gente percibe que es el Sónar. De alguna manera, queríamos que tuviera sentido por sí mismo y que, a la vez, tuviera sentido en el cuadro de lo que es un festival como el Sónar… Algo que, además, cambia cada año, porque el Sónar es un festival que se continuamente se plantea nuevos retos. Pero, bueno, el balance de estos cinco años es muy bueno, sobre todo porque empezamos con una hipótesis que no sabíamos si tendría sentido ni si habría gente que nos seguiría. Curiosamente, resulta que hay mucha gente que nos está siguiendo y que entiende que un festival puede ser algo mucho más poliédrico y con muchas más dimensiones y con muchas más formas de experiencia. Sónar+D lo imaginábamos desde un principio como un contenedor de experiencias: experiencias de una persona como la realidad virtual; experiencias que incluyen a dos personas como el Meet The Expert; o experiencias que incluyen a 15.000 personas. Desde el principio, también pensamos que, en esta relación entre tecnología y creatividad (porque no se puede hablar de innovación tecnológica sin hablar de innovación creativa), queríamos generar un evento que trascendiera y tuviera un impacto más allá de Sónar y su comunidad. Y, este año, teniendo un Sónar+D que dura una semana y que se celebra en diferentes puntos de la ciudad, nos vamos acercando a la idea que teníamos en nuestros inicios.
Me parece muy interesante que hables del Sónar y el Sónar+D como una experiencia poliédrica, porque yo hace años que digo que el formato «festival» me parece un aburrimiento y que se necesita precisamente eso: experiencias y propuestas nuevas que aporten novedad a ese formato. Estoy totalmente de acuerdo contigo: existe muy poca investigación sobre el festival como experiencia. Se ha convertido en un fenómeno que genera caja muy rápidamente y que genera también una gran demanda… Pero no se están replanteando sus principios con la frecuencia necesaria. Internamente, teníamos un chiste en el que decíamos que el festival del futuro no deberían ser 10.000 personas delante de cinco escenarios, sino 10.000 escenarios que cada uno de ellos congreguen a cinco personas. Evidentemente, es algo muy exagerado, pero en el chiste había algo de verdad. En el Sónar+D queremos que sea necesario cambiar tu modo de lectura continuamente: ahora estás escuchando en medio de una masa, ahora estás bailando, ahora estás hablando con alguien, ahora estás sumergido en una experiencia sensorial y racional… Pero también hay otra cosa que valida esta tesis: que nosotros no existimos solo porque el público lo necesite, sino también porque los creadores lo necesitan. Un evento como el de Björk este año no es un capricho o una curiosidad: ella misma dice que no quiere hacer conciertos y que lo que quiere hacer es una instalación inmersiva y un dj set en el que recrear su mundo. Otro artista como Daito Manabe, que no es un tecnólogo, va a estar en Sónar encima de un escenario con un dj de hip-hop, creando una instalación inmersiva y conversando en un congreso. Para nosotros, esta gente son los protagonistas de la nueva comunidad de investigación y tecnología, y necesitan eventos que se amolden a ellos. Eso es lo que intentamos hacer.
El caso de Björk me parece perfecto para explicar en qué se está convirtiendo el Sónar y el Sónar+D. Me refiero a que, en mi caso, ya vi su directo presentando «Vulnicura» hace dos años, pero ella misma dice que «Vulnicura» era mucho más que el disco y el directo, y ahora quiero acceder a todo el discurso de la misma forma que cada vez habrá más artistas para los que la música solo sea una parte de ese mismo discurso… Absolutamente. Además, creo que para los creadores cada vez es más estimulante entender su carrera desde esa posición. Y también es un estímulo que, desde dentro de los espacios de innovación y emprendiduría, se tiendan puentes de diálogo hacia la comunidad creativa. Ya lo he dicho antes: sin innovación creativa no hay innovación tecnológica ni innovación social. Todo va íntimamente ligado. Por eso nos gusta tanto la idea del festival como caja de herramientas, como sandbox o entorno en el que se pueda jugar para crear cosas que no existían previamente. Creo que el gran reto, y vamos hacia él, es que, a la vez que el evento y los artistas evolucionan, el público evolucione con ellos. Una palabra que cada vez nos interesa más es «antidisciplinar». Y si queremos hacer un evento antidisciplinar con creadores antidisciplinares, también queremos ir cultivando un público antidisciplinar.
¿Y cuál es la respuesta del público este respecto? El tema es que no se puede hablar de «el público». Hay una gran mutiplicidad de públicos que conviven entre ellos. En Sónar, siempre han convivido muchos festivales distintos. Si tú coges a dos espectadores al azar, su recorrido por el festival seguro que es muy distinto. Hay muchos itinerarios diferentes: desde el público que llega al Sónar de Día y se queda en el Village, no sale de allá y todo lo vive como una celebración lúdica; hasta el público del arte sonoro y los audiovisuales que no sale del Complex; pasando por un público que se había perdido por temas de edad y que ha vuelto como público del Sónar+D.
De hecho, conozco a gente que no pisa el Sónar y que solo va al Sónar+D. Claro. Hay de todo. Es normal que un festival que contiene una multiplicidad de propuestas debe contener una multiplicidad de público. Yo mismo, como público, no soy público de todo, sino solo de determinadas cosas. Pero estoy muy orgulloso de que Sónar sea un festival que incluya desde compositores de neoclásica como Nico Muhly hasta un nuevo escenario dedicado en buena parte a la escena nacional del trap. Al final, haces el festival que crees que toca en los tiempos que corren y que sirve para explorar aquellos ámbitos que nos interesa explorar. También el festival en el que te hace ilusión pensar… Ahora nos hace ilusión pensar en todas las cosas nuevas que podremos hacer el año que viene y que este año no hemos podido hacer. En las cosas que no han salido y que saldrán el año que viene.
Pues esto me lleva a preguntar algo que debería preguntar al final de la entrevista. Pero, claro, si hablas del futuro, y ahora que el Sónar+D ha cumplido cinco años, ¿cómo lo ves en su 10 Aniversario? Es muy complicado, la verdad. Primero presentamos una hipótesis, «¿se puede hacer este modelo de festival?», y la hemos hecho viable. Pero ahora viene la pregunta: ¿de aquí a diez años? Esto es una opinión personal y a lo mejor no es representativa del Sónar como evento pero, para mi, de aquí a diez años en todos los festivales debería ser muy difícil trazar una línea que separe dos eventos como Sónar y Sónar+D. Creo que, cada vez más, la idea de que Sónar es «un festival» entendido como «un festival de música dentro del circuito de festivales de música» no es representativa de la realidad del proyecto.
A este respecto, en la rueda de prensa del Sónar me ha parecido muy interesante que los organizadores ya no hablen de «actuaciones» o «conciertos», sino de «contenido». Esto es realmente visionario. Yo creo que sí. Cada vez más, el festival se convierte en un contenedor de experiencias. Lo que pasa es que, realmente, es algo muy difícil… Una de las razones por las que existen los festivales es porque son viables y sencillos. Nosotros, en cambio, a veces nos damos cuenta de que no podemos incorporar un proyecto porque, por ejemplo, nos falta una hora de montaje y no hay forma de sacarla de ningún sitio. Debajo de esta máquina logística hay un puzzle que encajar. Tenemos el reto de hacer evolucionar el espíritu, la maquinaria y el dispositivo del festival para hacer cuadrar este sudoku que cada vez va a ser más difícil porque, cada vez más, las propuestas con las que los artistas llegan al festival nos hacen pensar «ah, vale, esto requiere repensar dónde está el escenario, cómo se plantea la experiencia del público, cómo va a fluir todo». Y lo mejor es que vienen años interesantes a ese respecto… Estoy seguro de que el año que viene vamos a tener cosas muy especiales: va a ser el 25 Aniversario y no va a ser un año más. Pero antes disfrutemos de la edición del 2017, porque creo que un reto es que la gente despliegue el programa de una semana y se pregunte qué va a hacer y cómo lo va a hacer. Van a pasar tantas cosas en Barcelona estos días que requiere una administración de la atención y de la energía.
Hombre, yo como acreditado agradezco que, este año, el miércoles ya puedas ir a ver el Sónar+D. Al final, durante el festival siempre tienes tanto que cubrir en lo musical que se hace difícil sacar tiempo para el +D… Es que este año, con la excepción de Björk por la noche, el miércoles va a ser un día de festival sin música. ¡Eso no ha pasado nunca en Sónar! En nuestra voluntad de experimentar con lo que puede ser un festival, hemos llegado al punto del experimento de «¿qué pasa si quitas la música?».
Ya que hablas de administrar la atención y la energía, ¿cuáles son las tres cosas que nadie debería perderse este año en el Sónar+D? Claramente, el SónarPLANTA, que creemos que va a ser muy especial. Por lo demás, es muy difícil… Creo que a Realities+D hay que dedicarle un poco de tiempo para encontrar tu espacio, ver qué te interesa y qué te interesa menos en esta realidad virtual que se está convirtiendo en foco de experimentación. Y, en tercer lugar, algunos talk shows que creo que van a ser impactantes: Nonotak, Entropy…
Al respecto de Realities+D, me parece interesante que digas que es necesario encontrar tu espacio. ¿Por qué? Porque es un lenguaje en el que se están haciendo muchas cosas: hay proyectos que tiran hacia el nuevo audiovisual; otros son más de tradición creativa, y en ellos eres tú el que utilizas ciertas herramientas inmersivas para construir algo… De hecho, a día de hoy, con las palabras «realidad virtual» realmente nos estamos refiriendo a todo un conjunto de experiencias fundamentalmente distintas entre sí. Sea como sea, tendremos un total de veinte proyectos de realidad virtual, algunos de ellos acabados de estrenar en Sundance y Tribeca, que son las dos referencias para esta comunidad. Este año, además, por primera vez va a haber un sistema de reservas: siempre hay muchas colas y eso ahuyenta a cierta gente, pero en esta edición podrás reservar horas y días determinados para organizarte mejor.
También me llama la atención lo de los talk shows… En la rueda de prensa has dicho algo así como que ciertos talk show ya no son una charla, sino que serían algo así como la evolución del documental. Es que, al final, en el caso concreto de Entropy, ¿es una conferencia? Sí, claro, porque hay una persona en el escenario hablando. ¿Es un concierto? Pues también, porque en el escenario están Doppler Effect tocando y creando la banda sonora de lo que estás viendo. ¿Y es un espectáculo audiovisual? Sí, lo es, porque hay un set up de pantallas muy complejo en el que se exhiben desde visuales a visualizaciones científicas, creando un discurso muy complejo. En los últimos años, ha habido mucho interés en la conferencia como un lenguaje escénico, casi performativo. Vivimos en la era post-TED y en la idea de que una conferencia también puede ser un espectáculo escénico. Y experimentos como Entropy están llevando esta idea hasta sus últimas consecuencias. [Más información en la web del Sónar+D]