Jonathan Lethem repasa la historia de EEUU a través de sus fracasos ideológicos y revolucionarios en su Gran Novela definitiva: «Los Jardines de la Disidencia».
Los fans de Jonathan Lethem siempre tienen (tenemos) la sensación de que es un autor minusvalorado… Tampoco vamos a decir que sea un desconocido o que no se le presté un mínimo de atención, no somos tan estúpidos, pero es imposible no pensar que los logros de Lethem en la literatura contemporánea han sido tan grandes que es inevitable tener la sensación de que debería ser considerada una de las figuras infalibles de las letras yankis, de los que salen en los telediarios cuando publican algo nuevo. Será, por el contrario, que siempre ha practicado temáticas demasiado sub-culturales, ya sea la revolución existencialista de los superhéroes («La Fortaleza de la Soledad«) o la relativización de lo que creemos nuestra realidad inquebrantable pero alelada («Chronic City«)… Es decir: a Lethem le faltaba escribir esa Gran Novela Americana o, por lo menos, le faltaba escribirla con unos códigos que sean reconocibles por los lectores habituales (y algo perros) de la Gran Novela Americana.
«Los Jardines de la Disidencia» (editada en nuestro país por Random House) puede ser la Gran Novela que por fin abra las puerta de Lethem a la masividad absoluta sin implicar una bajada en los preceptos de calidad sublime del autor. El nuevo trabajo del escritor aborda algo tan interesante como la historia de una familia a través de un siglo de idealismos truncados: desde el comunismo de la década de los 30 hasta el Occupy Wall Street pasando por la Era de Acuario, los diversos miembros de una misma familia se van viendo involucrados en diferentes movimientos idealistas y utópicos que acaban quedándose en agua de borrajas. Una historia de los Estados Unidos más recientes a través del pudo ser y no fue que nos llega justo en un momento en el que en el pueblo llano parece imperar la sensación de que ya no hay revolución que valga, de que la revolución no será televisada precisamente porque la revolución es imposible y nunca se hará realidad.