Ándate con cuidado con la sesión que se marcó John Talabot en el festival Dekmantel: si te dejas atrapar por su espiral mentalista, no hay escapatoria.
Supongo que hay algo que todos tenemos ya más que claro a estas alturas del año: la odisea de sonido disco que se marcó John Talabot en el pasado Primavera Sound 2015 es, más que probablemente, una de las mejores sesiones de este año al que ya sólo le quedan cuatro meses para echar el cierre. Y es que el de Barcelona hace tiempo que se muestra infalible en todos los palos que toca: a su directo le costó despegar, pero cuando lo hizo se mostró sólido y solvente; su nivel de producción busca la perfección con una meticulosidad que raya siempre un sorprendente nivel obsesivo-compulsivo; y sus sesiones como dj… Bueno, eso es otro nivel.
Y lo mejor de todo es que el nivel de las sesiones de John Talabot se ha demostrado poliédrico, mutante, cambiante… Hay djs que siempre hacen la misma sesión y te la clavan (ehem), pero otros como el que nos ocupa juegan a mantener la atención de los fans (y probablemente la suya propia) impidiendo que se acomoden en un único sonido, haciendo imposible que lleguen al club (o al festival o a donde sea) y que sepan qué pueden esperar.
Es esta una sesión más mental que física: una vez te metes dentro de su espiral de ritmos y evoluciones, has de estar preparado para perder la cabeza.
Otro ejemplo más en esta ilustre cadena de trasnmutaciones como dj es la sesión que John Talabot se marcó en la reciente edición del festival Dekmantel: un hora y media no recomendada para los que lleguen aquí de subidón. Las mezclas se toman su tiempo a la hora de arrancar los motores, describiendo una curva ascendente lenta y sutil pero efectiva como escalar un puerto de montaña con tu bici. Es esta una sesión más mental que física y, por lo tanto, corre el peligro habitual en este tipo de movimientos: una vez te metes dentro de su espiral de ritmos y evoluciones, has de estar preparado para perder la cabeza.