¿Sabes cuando a tu abuelo le da por explicar batallitas? ¿Aquella forma de encapsular recuerdos semi-idealizados que acaban teniendo una resolución entre divertida y moralista? Pues imagina que tu abuelo fuera un tipo que vivió los 60 y los 70 a tope. Que bebiera, se drogara y se metiera en todos los líos habidos y por haber. Que se marchara de casa con 17 años básicamente porque su padre tenía que elegir entre su madrastra y él… y eligió a la madrastra. Que hubiera vivido tanto el verano del amor como el invierno punk de nuestro descontento. Que hubiera intentando entrar en Disneylandia todo puesto de ácido y que hubiera tenido algún que otro encontronazo con los Panteras Negras. Que pasara de ser un fan fantal de Kerouac a hacerse amiguete de Johnny Thunders… Y, lo mejor de todo, imagina que tu abuelo pasa de la chorrada esa de los «recuerdos semi-idealizados» y está dispuesto a demostrarte que hace cincuenta años también podía aplicarse aquello del «todo nos parece una mierda«.
Y es que el principal atractivo de «Jirafas en mi Pelo» (publicado en nuestro país por La Cúpula) reside precisamente en que es algo así como la otra cara de la moneda (o más bien la otra cara de la novela… gráfica) del «Do It! Escenarios de la Revolución» de Jerry Rubin. Lo que en aquel libro se estructuraba como una serpiente de ego-trip y fascinación enroscada en primera persona en torno a la figura de Rubin (y que conste que nada de lo dicho es negativo), aquí queda al nivel de los ojos del lector: Paley, con la ayuda gráfica correctamente dulce de Swain, habla al lector de tú a tú de la mejor forma que podría hacerlo… poniendo en negrita aquello de «tampoco fue para tanto«. Y es que sus micro-relatos gráficos, siempre de escasas páginas, se empeñan en alejarse del término anti-héroe porque, al fin y al cabo, ese término sigue teniendo la palabra «héroe» incrustada en su cola. Lo de Paley es más bien la visión de un personaje normal y corriente que se vio envuelto en mucha mierda pero que, al fin y al cabo, al final no acabo demasiado salpicado, ya sea porque no quiso implicarse más o porque, simple y llanamente, puede que la cosa no fuera para tanto y en aquellas escenas hubiera mucha más abulia de la que han querido vendernos tradicionalmente.
Sea como sea, «Jirafas en mi Pelo» caerá en la trampa de ser vendida como un retrato de una época que, de un tiempo a esta parte, parece que nos deslumbra comercialmente. Sin embargo, más bien debería ser una especie de lectura obligada en las escuelas para contrarrestar la fascinación que siempre ha causado en las mentes más jóvenes ese trinomio del sexo, drogas y rock’n’roll. Y lo mejor de todo es que los más jóvenes no se asustarán debido a un punto de vista preñado de truculencia moralista. Más bien acabarán pensando que, al fin y al cabo, los recuerdos de sus abuelos y los de Bruce Paley tampoco es que anden demasiado lejos. Y que su abuelo, sin embargo, llevó una vida más tranquila. Así que, ¿para qué liarse si al final todos acabamos más o menos igual?
[Raül De Tena]