Si no vas con grandes expectativas a un concierto y este te sorprende gratamente, te sorprende doblemente… Con lo que la felicidad sube exponencialmente. Personalmente, es lo que yo experimenté el pasado viernes 7 de septiembre en la sala City Hall (Barcelona): sin grandes expectativas, Jens Lekman consiguió que la sonrisa no se borrara de mi cara en todo el concierto. Precioso, conmovedor y divertido serían algunas palabras para describirlo. Pero hay más.
Empezó con la pequeña intro de «Every Little Hair Knows Your Name» de su reciente álbum «I Know What Love Isn’t» (Secretly Canadian, 2012), con la que también acabó el concierto en versión extendida, lo que le dio un aire de círculo cerrado a su discurso musical, como si de un relato se tratase. Una fábula en la que Lekman era el protagonista pero podría haber sido cualquiera de nosotros. Le siguieron «Become Someone Else’s» y «I Know What Love Isn’t» del mismo álbum, que aunque sea el tercero de su carrera, él lo denomina como álbum de debut, por ser el único que (según él) tiene un hilo conductor que recorre todas las canciones. Y ese hilo conductor son las historias, principalmente de amor, que el poeta y cuentacuentos Lekman nos regala con una voz de semicrooner algo dulce, completada en directo por la banda que le acompaña: una violinista, un teclista, un batería y una bajista de Gotemburgo que acaban de perfeccionar las canciones ya de por sí emotivas del artista.
Presentó después una nueva canción titulada «Golden Key» y hasta se atrevió a versionar el cachondo tema «That’s The Way Love Is» de Ten City, porque si algo no le falta a Lekman es sentido del humor, a pesar de tener el aspecto de un chico tímido e introvertido que no se atreve a hablar con chicas. Contó anécdotas durante todo el concierto, sobre todo relacionadas con mujeres como por ejemplo Kirsten Dunst, protagonista de su canción «Waiting for Kirsten«, que cuenta cómo estuvo esperando en una discoteca de su ciudad a que apareciera la actriz (que se había declarado en un periódico fan de Jens), aunque esta nunca llegó a entrar porque había una larga cola. O, por ejemplo, con la canción «I Want a Pair of Cowboy Boots«, que hacía referencia a un sueño recurrente cuyas protagonistas eran unas botas de cowboy. También hubo lugar para las anécdotas con «A Postcard to Nina«, en la que intercaló la canción con la historia que la rodeaba, explicando que todo se remontaba a cuando era un chico con sueños locos y se fue a vivir a EEUU. En su actuación, Lekman combinó con efectividad la simplicidad de su guitarra con samplers bailables que, en la canción «An Argument With Myself«, incluso recordaron al sonido que tiene El Guincho; también utilizó sonidos de xilofón y campanas para «The Opposite of Hallelujah«.
Una hora y media de concierto en la que nos enamoramos perdidamente del sueco, adorable y encantador. Tanto que, al acabar la actuación, propuso que si alguien se había quedado con ganas de escuchar alguna canción de su repertorio, se acercara y él se la cantaría personalmente. Él sabe lo que el amor no es… y nosotros sabemos lo que es. El amor es Jens Lekman.
[FOTOS: Gabri Guerrero]