¿Hay en estos juegos de persona narrativa una intención de hablar de la transferencia de valores de generación en generación y de cómo hay que luchar para no heredar lo peor de la generación anterior? Cuando escribes no te propones nada de eso. Escribes y dejas que la historia te vaya guiando… Y después viene el análisis. Sobre todo, cuando te leen otros. Sí, supongo que hay algo de eso, de unión de generaciones, de cómo se va transmitiendo. La madre se queja de que la abuela y la nieta se parecen incluso al hablar, y eso las aleja de ellas. Pero entre ellas se sienten cercanas. Ahora que estoy leyendo la biografía de Carson McCullers me doy cuenta de que la conexión abuela-nieta es más frecuente de lo que creía.
La presencia masculina es escasa, amplificando la sensación de genealogía masculina. ¿Por qué reducir tanto la participación del hombre? En primer lugar, porque las protagonistas de esta historia son las mujeres, y el hombre sólo se cuenta a partir de la relación que tienen con ellas. Eso pasa en muchas novelas escritas por hombre pero a la inversa. En segundo lugar, porque en aquella época la vida era así, con mucho más protagonismo cotidiano de la mujer.
El ruralismo vuelve a aparecer en tu obra… Viviendo en una gran ciudad, ¿cómo te lo montas para ofrecer una visión rural verosímil y coherente? Tirando de infancia y de abuelos. Todos los veranos, desde que soy pequeña, he ido al pueblo de mis abuelos, en Badajoz. Allí he vivido una ruralidad adecuada a la vida de hoy. Aunque no es un mundo tan atrasado como el que plasmo en las novelas, sí he vivido dos ritmos diferentes. Si además le añado que me interesa y me apasiona, y que lo consumo en libros y películas… el mérito no es tanto mío como de los grandes escritores que me han sabido transmitir lo que me faltaba.
Esto del ruralismo me recordaba a que, aunque en literatura siempre ha existido, en cine hay una nueva y fuerte tendencia hacia el ruralismo, como una vuelta a la inocencia del campo vista desde el infierno de la ciudad. ¿Tiene “Es Un Decir” y tu interés por lo rural algo de esto? Bueno, hay más inocencia, pero también más picardía. Yo cuando iba al pueblo de mis abuelos era mucho más lista que mis primas en ciertas circunstancias, y en otras me dejaban muy atrás. Es una cuestión de adaptación y de saber qué y cuándo, sobre todo cómo. La Matute dice «un pueblo es un monstruo», porque en un pueblo pequeño la envidia y el odio, la falta ajena, se hacen claros y patentes, como escritos en la frente o en el cielo que a todos cobija. Pero esta cruel realidad asienta los pies sobre la tierra, y la vida es más simple, más verdadera.
A la hora de definir tus referentes literarias, siempre muestras una afición bastante grande a mencionar a autores más bien clásicos. ¿Han sido estos clásicos de nuevo tu inspiración para “Es Un Decir”? Para «Es Un Decir» y para todo lo que he escrito. Incluso para lo que he leído. Han sido una guía para introducirme sin padrinos en un mundo fascinante: el de la literatura. Primero como lectora y después como escritora, me han servido de apoyo.
Aun así, en el 2013 hubieron dos libros que he recordado al leer “Es Un Decir”: “Del Color de la Leche” (por el retrato femenino de una niña en un entorno opresivo) e “Intemperie” (por la comunidad cerrada repleta de secretos). Si tuvieras que buscarte parientes literarios de los últimos años, ¿quiénes serían? «Del Color de la Leche» me ha fascinado, así que contenta de que haya recordado en algo. Si tengo que buscar parientes, casi vecinos, me quedo con Iván Repila, Unai Elorriaga y Lara Moreno.
Suele hablarse de ti como una escritora importante dentro de la generación de los 80, pero lo cierto es que resulta difícil encontrar patrones dentro de esa generación. ¿Te sientes realmente dentro de algún grupo generacional de escritores? Creo que pocos escritores se sienten dentro de algún grupo generacional. Cuesta sentirse dentro de un grupo y, si es generacional, peor me lo pones. Prefiero los vecinos que he citado antes, porque coincido con ellos en algo más íntimo que el año o la década de nacimiento.
¿Qué va a ser lo próximo en el mundo de Jenn Díaz? Más mujeres, más conflictos familiares, más soledad… Ahora estoy con relatos y, en cuanto los acabe, empiezo con otra novela.