Ya hace varios meses que «Es Un Decir» está a la venta… Pero nunca es tarde (para una entrevista) si la novela es buena. Y la de Jenn Díaz es buenísima.
[dropcap]H[/dropcap]e quedado con Jenn Díaz en las oficinas de Penguin Random House… Y, con esa imperdonable habilidad mía para llegar tarde a todos sitios, llego tarde a nuestra cita. Me sentiría infinitamente peor si no fuera porque tanto Jenn como Marta Fernández (responsable de prensa de la editorial) me reciben con una sonrisa cálida: Marta me conoce desde hace un tiempo y ha pillado ya que soy de esa baja calaña de periodistas que llegamos siempre tarde, y supongo que Jenn sonríe simplemente porque es algo que sale de su naturaleza. Como comprobaré un poco más tarde, esta suposición mía es totalmente cierta. La cuestión es que, con ciertas prisas (justo después de mi entrevista, Díaz tiene que correr hacia la radio) pero nada de ajetreo, Marta nos deja a solas en una de las salas de Penguim Random House. Enciendo la grabadora y, con esa otra gran habilidad mía, la del «aquí no ha pasado nada«, empezamos a hablar de forma cordial.
El motivo de la entrevista es que Lumen acaba de publicar el nuevo libro de Jenn Díaz, titulado «Es Un Decir«. Yo me he acabado la novela el día anterior a la entrevista, y he de reconocer que ando con un medio enamoriscamiento bien fresco. Pero nada de flechas de cupido: mi rendida emoción nace de la escritura de Díaz, una de esas autoras que escribe manteniendo siempre la pluma a flor de piel, con una honestidad, una naturalidad y una voz poderosa lejos de la superficial narrativa 2.0 de la nueva era de autores internetiles e impropias de una chica jovencísima como la que está hablando conmigo. «Es Un Decir» huele a viejo, pero no a viejo como piel vieja, sino a viejo como cuando metes la nariz entre las páginas de un libro con historia, de un libro vivido. Y no huele a viejo sólo porque esté ambientado en una época lejana a este siglo 21 en el que tanto nos estamos apresurando a la hora de olvidar el siglo XX, sino porque se intuye en esta novela una dulcísima voluntad de resguardarse en otros mundos (rurales) posibles y alternativos ante el estrés y el ajetreo vacuos de la vida urbana.
Voy a decir en voz alta otra cosa que me ha enamorado de «Es Un Decir«: tiene una estructura maravillosa. La novela está narrada por una niña, Mariela, que se da cuenta de que su familia le oculta algo muy importante y que decide quitarse la venda de los ojos. Pero, justo en la mitad del relato, la abuela de Mariela se apropia de la voz narrativa y te proporciona una nueva visión, una perspectiva diferente sobre estas tres generaciones de mujeres con personalidades poderosas. Mucho hay de esas personalidades poderosas en la mirada de Jenn Díaz. Me sorprende una timidez inicial que, sin embargo, convive a la perfección con una naturalidad absoluta que te acerca a ella de forma inmediata, que te hace sentir cómodo (algo que se agradece cuando entrevistas a alguien, la verdad, pero que no es tan habitual como debería ser) y, sobre todo, que hace que el tiempo pase en un suspiro.
De hecho, el tiempo pasa tan rápido que Marta vuelve a entrar en la sala para recordarle a Jenn que tienen que salir corriendo hacia el estudio radiofónico… Y nosotros no habremos pasado de la pregunta número seis de un total de catorce. Sí, esa es mi tercera gran falta: me gusta hablar por los codos. Y a Díaz parece que también. Por suerte, ella me deja su correo electrónico y me dice que acabará de contestar las preguntas por mail. A partir de aquí empieza un baile tremendo de despropósitos: yo me cuelgo varias semanas en enviarle las preguntas, he de reconocerlo, y cuando ella las devuelve contestadas me pilla en medio de la vorágine festivalera musical barcelonesa. Así que, sí, como yo, esta entrevista llega tarde. Muy tarde. Ya hace varios meses que «Es Un Decir» está a la venta pero, ¿saben ustedes una cosa? Que yo sigo enamoriscado del libro como el primer día. Y eso sólo puede ser señal de que da igual el tiempo que pase: Jenn Díaz ha firmado un clasicazo y podremos seguir hablando de él hoy o de aquí a dos años.
Por ahí he leído que empezaste a escribir “Es Un Decir” justo después de “Belfondo”… ¿Qué es lo que une tan íntimamente a estas dos historias? Sobre todo, las lecturas. Y el ambiente rural y cerrado que tienen las dos novelas. Coincidieron en tiempo y, por lo tanto, están escritas por la misma persona, en el mismo momento de la vida, con las mismas influencias. Están unidas íntimamente en el fondo, la esencia por así decirlo. Pero «Belfondo» se publicó hace tres años, y «Es un Decir» ha tenido un tiempo de reposo que le ha ido muy bien.
¿Eres de los autores que van construyendo su obra ladrillo a ladrillo para hacer una misma pared o más bien tus nuevos libros siempre funcionan en reacción hacia otros libros tuyos anteriores? Depende. «El Duelo y La Fiesta«, por ejemplo, nació de un pequeño relato que escribí. Y después empecé una novela que era casi una segunda parte, donde cogía dos de los personajes y los hacía más grandes. Pero esa novela no vale nada y está apartada, por si llega su momento igual que ha llegado el de «Es un Decir«. Pero «Mujer sin Hijo» es independiente, y lo demás va por libre también. Aunque a veces sí es una reacción, no a un libro, quizá, pero sí a algo que he leído o escrito.
En relación a esto, todo el mundo hay establecido la relación entre tu primera y tu última novela. Pero, ¿qué hay en “Es un Decir” de tus otros dos trabajos? En primer lugar, la importancia que tienen las mujeres. Y también un ambiente de opresión, de encierro, de ahogo. Pero, sobre todo, lo que une no sólo las novelas sino todo lo que escribo, poemas y relatos, es la intimidad. No me interesan los espacios, las explicaciones, acotar. Lo que me interesa es el proceso interior de los personajes o de los momentos, y es esa mi prioridad. Construyo a partir de ahí.
Si seguimos con la comparación con “Belfondo”, lo primero es que has reducido mucho el número de personajes en los que centrarte. ¿Por qué esta depuración? Porque era mi obsesión. Tenía la necesidad de reducir el número de personajes porque, si no, corría el riesgo de hacer otra novela coral, y lo quería evitar a toda costa. Si no lo hacía así, no sentía que estuviera avanzando en la escritura de una novela.
Recurrir al punto de vista de un niño siempre es tentador pero peligroso, porque el resultado final puede cantar un poco. ¿Por qué decidiste correr el riesgo? Porque como lectora me parece fascinante, y una siempre procura hacer lo que le fascinaría que hicieran otros. Entonces había leído varios libros en primera persona de niños, y necesitaba probar. Además, me dan lo que necesito: libertad, ingenuidad, frescura, atrevimiento.
Además, la narración en primera persona de una niña se ve atravesada por la narración en primera persona de una anciana. Principio y final de la vida en un mismo contexto. ¿Qué aporta la visión de la abuela de Mariela en “Es Un Decir”? Creo que da otro punto de vista. Sin la abuela, creo que el personaje de la madre sería mucho más áspero. Necesitaba que la madre no se convirtiera en el personaje malo, y en voz de Mariela está muy cerca de serlo. La abuela siente compasión, y un personaje, igual que una persona, se compone de más de un espejo.