Es curioso el ejercicio que el rockero suele llevar a cabo con su cuerpo serrano. Después de años (en algunos casos, incluso lustros o décadas) de ruido, llegan a un punto de sus vidas y de su carrera musical en que necesitan un respiro, evitar la sordera: se calzan guitarra acústica al hombro, echan al batería y al bajista y se ponen a componer y coleccionar canciones de pseudo-folk-cantautoril que convierte a aquella bestia parda, despeinada, sucia y maldita en un hombre que es pura madurez, tranquilote, sencillo y que se conforma con las cosas simples. Ese ejercicio está cada vez más presente, y se puede ver en carreras como la de Chris Cornell (vocalista de Soundgarden), Mark Lanegan (voz de Screaming Trees), Chuck Ragan (voz de Hot Water Music) o Joey Cape (voz de Lagwagon), entre muchos otros que mutan en una especie de Elliott Smith menos deprimido. Diferente es el caso de gente como Thurston Moore (de Sonic Youth), Mike Ness (de Social Distortion), Stephen Malkmus (de Pavement) o John Frusciante (ex Red Hot Chili Peppers) que, si bien se despegan un poco del ruidaco al que estaban acostumbrados (Frusciante algo menos) sí que continúan formalizando grandes piezas de rock sin eliminar la guitarra eléctrica de sus vidas. En España no estamos libre de pecado: la transformación de un noise como Nacho Vegas, pieza capital de Manta Ray, o la reciente muerte de Madee en forma de reencarnación de Ramón Rodríguez en The New Raemon que, si bien su último disco,»Libre Asociación» (BCore, 2011), supone un puente que vira hacia una canción más eléctrica y desgarradora, supone un alejamiento de aquella rabia juvenil en ambos casos. J Mascis se aplica el cuento y, de la misma manera (pero diferente) que su compañero en Dinosaur Jr., Lou Barlow (también líder este de Sebadoh), y todos los antes mencionados asume que le ha agarrado el viejazo, que quiere tener algunas canciones para poder tocarle a su nieto en la cuna y se transforma, al menos por un momento, en una suerte de cantautor arrepentido de su distorisón, se calza guitarra acústica y se lanza a la aventura con un nuevo LP solista que puede llegar a suponer una nueva vida en la carrera del eterno pelilargo-canoso del rock alternativo de los 90.
J Mascis sigue intentando conciliar su ejercicio en Dinosaur Jr. (con descansos incluidos) con un intento de carrera solista que de la única manera que ha visto frutos realmente inspirados es con esos proto-grupos paralelos que ha formado, como Sweet Apple, cuyo disco, «Love & Desperation» (Tee Pee Records, 2010) (cuya portada dio que hablar por frivolizar y parodiar aquella del «Country Life» (Polydor / Reprise, 1974) de Roxy Music), mantiene un nivel bastante alto; J Mascis and the Fog (una pena que haya aparcado esta aventura) o Witch, un acercamiento al metal pre-grunge que ha dejado alguna perlita como «Paralyzed«(Tee Pee Records, 2008), su último disco hasta hoy. Su etapa exclusivamente solista apenas nos deja dos directos (unas sesiones para John Peel en 2003 y un directo en el CBGB neoyorquino hace cinco años), un álbum solista que podría haber sido, más bien, uno de Dinosaur Jr. por sonido, época e intereses comunes (aquel “Martin + Me” -Reprise / Ada, 1996-) y un EP, «J & Friends Chant for Amma» (Baked Goods, 2005), que es un esbozo de lo que aquí y ahora nos presenta el bueno de J: “Several Shades of Why” (Sub Pop / PopStock!, 2011), su disco más formal hasta la fecha si tenemos en cuenta su carrera solista. ¿Se podría decir que es lo más parecido a un debut en solitario? Pues sí, se podría decir que todo lo hecho con The Fog y con esos manotazos de ahogado, directos y demás, no son más que un camino empedrado que ahora, por fin, se formaliza con este disco.
“Several Shades of Why” elude aquella experimentación en canciones largas, casi mántricas (en algunos casos superaban los doce minutos) más propia de la psicodelia sesentera que de una de las personalidades más grossas del grunge. Quizá por eso, este nuevo LP acerca a Mascis tanto a la canción clásica pero desnuda como a ciertos toques deformados de un folk pop evocador del que, muy probablemente, tengan también culpa sus colaboradores, personajes de vital importancia en el disco y que amenazan con convertirse no sólo en músicos ocasionales para una jornada de grabación, sino en una suerte de dream team casi insuperable a día de hoy: Kurt Vile, Pall Jenkins (de The Black Heart Procession), Kevin Drew (de Broken Social Scene) y Ben Bridwell (de Band of Horses y ex Carissa’s Wierd), entre otros. Todos ellos sostienen a Mascis en un alarde severo de armonías vocales bastante más afinadas de lo que el líder de los dinousaurios (curioso que, hablando de “dinosaurios”, podamos leer la palabra en dos sentidos tan beneficiosos como violentos) nos tiene acostumbrados y una colección de capas de guitarra que envuelven la canción en un tono mucho más brillante que el del típico folk depresivo pero sin ser, por ello, un homenaje a la americana. Por allí se pasean canciones como “Listen to Me”, “Not Enough” o “Where Are You” (cuyo riff de guitarra eléctrica sorprende y parte a la mitad un disco que, hasta su llegada, permanecía en un tono de linealidades tranquilotas a excepción del solo de “Is It Done”), todas ellas canciones que, de subirse el volumen, llamar a Barlow y Murph (compañeros en Dinosaur Jr.) y aplicarle la dosis justa de distorsión y explosividad grunge podrían formar parte, sin mayor dilaciones, del nuevo repertorio de su banda madre.
La diferencia, posiblemente, radique en canciones que coquetean más con los sonidos más puristas de la América profunda, sirviéndose en riffs agudos de una guitarra apenas acolchada por voces-almohada (“Very Nervous and Love”), haciendo de la calma una seña de identidad, permitiéndose guiños al pop post-country (“Is It Done”), incorporando cuerdas e instrumentos mucho más propios del desierto que del local de ensayo (“Make It Right”) o convirtiendo una canción hecha con dos cuerdas (“Too Deep”), casi en quintas, dejando al servicio de la pureza de la soledad, la melodía y la gravedad guitarrera una tendencia por explotar de un Mascis que no se conforma con lo que tiene (que, de por sí, es mucho) y va siempre a por más. Apenas canciones como “What Happened” se antojan algo imprecisas, mal complementadas y mal arregladas y haciendo un mal uso de un estribillo que, con un sonido de fondo menos variable, elevaría mucho más su peso y valía… Veremos en abril si la presentación de estas canciones en directo siguen teniendo la misma fuerza que en el disco y no se transforma en un coñazo infumable como los directos solitarios de Lou Barlow en el pasado Primavera Club. A cruzar los dedos.
[Alan Queipo]