Es cierto. Algunos estampados pueden tener una inevitable y poderosa fuerza bipolar de atracción / repulsión. Unas veces los miras y es «omg! OMG!! OMG!!«; y otras se cruzan con tu vista y te ponen la comida en la faringe directamente. Es así. Estampado de leoporado en Kate Moss: winner. Estampado de leopardo en tu vecina Angustias: muerte súbita. Y así, siempre. En la moda esto lo saben, y gustándoles como les gusta el riesgo y vivir al límite, cada temporada sacan del armario apolillado de los estampados imposibles uno que provoque separación y conflictos en la sociedad, que eleve muros entre amigas y familias, que separe a padres de hijos. Unas veces el estampado filtra en la sociedad y al final acaba habiendo un cómodo entente cordiale (como ha pasado con las camisas hawaianas este año, por ejemplo) y otros es un no way, un «no puedes defender eso ni muerta» y un «te voy a ensartar mi espada en la laringe como me sigas diciendo que ese estampado mola, Lannister de mierda«.
Estaréis de acuerdo conmigo en que si hay uno que pueda provocar reacciones tan airadas como esta última, ese es el estampado de serpiente. El snake print. El horror. Ya lo vimos en muchos desfiles de grandes firmas como Chloé, Prada o Gucci, y mucho me temo que seguirán goteando de cara a la temporada que viene. Un ejemplo son estas zapatillas de la siempre elegantísima Maison Martin Margiela que, entre otras variaciones, se presenta en un estampado de serpiente amarillento emulando los colores del camuflaje de desierto. Osea, lo tiene todo. Que digo yo que para ir a rescatar países del Golfo Pérsico bien, pero para pasear por nuestras calles, como que no. Que lo del print serpiente en una peli de David Lynch tenía su rollo (muy a pesar de Nicholas Cage, que ya es decir)… Pero ya.