Noctívago, noctámbulo… Nocturno. Si nos fiamos de la definición típica del siglo XIX, un nocturno es «una pieza de un solo movimiento generalmente escrita para un solo de piano«. Pero ya sabemos que la música siempre va más allá de las definiciones debido a que gran parte de su percepción depende de los resortes emocionales de quien escucha. Así que, de forma valiente, también podría afirmarse que un nocturno recibe semejante nombre por su habilidad a la hora de capturar las escurridizas constantes vitales de la noche: el eco de la soledad, la amplitud del espacio, la calidez embriagadora necesaria para combatir la frescura del frío, la suspensión temporal… Esto es lo que practicaron ejemplos ilustres e imperecederos como Chopin, Fauré o Satin. Y esto es, básicamente, lo que con el transcurrir de los años no sólo ha caído en desuso, sino que incluso ha empezado a mirarse con recelo. En la hedonista vida moderna, si el el nocturno capturara lo que se escucha a altas horas de la madrugada debería captar la tralla necesaria para acompañar a los subidones lisérgicos; obviando, evidentemente, que todavía existe una estirpe marcada en su frente por la estrella de la melancolía que sigue concibiendo la noche como un espacio para el misterio, para el recuerdo, para vivir el «yo» no como una explosión de hedonismo, sino como una exploración de los intersticios más oscuros de nuestra propia psique. Y cuando hablo de oscuridad lo hago en términos de falta de luz, no de tenebrosidad ni opacidad. A esta estirpe pertenecen, no hay duda, Esteban Ruiz (The Baltic Sea) y José A. Pérez (Blacanova), quienes ya hace un tiempo que decidieron entrelazar sus respectivas nostalgias bajo el sugerente nombre de I Am Dive.
«Constellations» (Foehn, 2011) de I Am Dive remite a la noche desde su título: esas constelaciones que no son visibles durante el día y que necesitan de la oscuridad de la noche para ser captadas por el ojo humano. Así habrá que concebir los cuatro temas de este EP: como un fenómeno a observar bajo las circunstancias más propicias. Sorprende, sin embargo, que el tema que abre el álbum, «I Was Sad So I Was Dancing«, haga alarde más bien de un ambiente de amanecer en soledad en una cama que debería estar habitada por dos cuerpos y no por uno: la base de guitarra cristalina viaja a través de un magma de brumas electrónicas ensoñadoras mientras la voz de Ruiz frasea con un lirismo descorazonador por sincero, como una versión a corazón abierto de los Tunng más apacibles. A continuación, «A Morning Walk» da continuidad a la historia anterior con un paseo matutino en el que ponderar la magnitud de la tragedia: los patrones melódicos milimétricos se suceden en una sucesión casi matemática que crece y crece en una espiral que recuerda a aquellos agujeros negros emocionales que tan bien creaban The Montgolfier Brothers. «The Shoals» lanza una mirada al mar como quien lanza una mirada al abismo esperando que este se la devuelva: en esta ocasión, sin embargo, lo digital parece minimizarse en pos de una desnudez que huele a piel cálida, pero nunca a esqueleto. Y, por último, «Grace Lamp Post» se abre y se cierra con sonidos de gaviotas y murmullo playero, pero no de playa de la Costa Brava, sino más bien de un malecón medio abandonado al que van a parar una guitarra acústica y una bruma deliciosa que hacen pensar que uno más uno a veces suman mucho más que dos.
Los más pacientes descubrirán que, tras un pequeño gran mar de silencio, «Constellations» todavía tiene dos canciones que ofrecer. Ambas vuelven a poner sobre la mesa ese sonido que ya conocimos en «Fall EP«, el mismo sonido que, al principio de esta reseña, me ha obligado a hablar de Esteban y José como dos almas adheridas a lo nocturno. La comparación de este bonus con el cuerpo del EP, sin embargo, conduce hacia dos reflexiones. La primera es que I Am Dive podrían estar evolucionando hacia un sonido más luminoso, menos nocturno… ¿diurno? Y la segunda conclusión contradice a la primera dulcemente al obligarnos a constatar que «Constellations» ha conseguido aniquilar la referencia temporal eternamente asociada a los nocturnos: un nocturno ya no tiene que ser una pieza que encaja en las atmósferas nocturnas, sino más bien una pieza (como las que aquí se encuentran) capaz de extrapolar esas mismas cualidades nocturnas a cualquier coordenada espacio temporal. Porque la nocturnidad, como la tendencia a la melancolía, es algo que nos acompaña en todos los lugares, a todas horas. Como las constelaciones que siguen en el firmamento aunque la luz del sol no te permita verlas.
I am Dive – A Morning Walk from I am Dive on Vimeo.