Entrevistamos a Ignatius Farray en el primero de una serie de artículos que investigarán la comedia como herramienta para entender y vivir con una enfermedad.
Inauguramos una serie de reportajes que reflexionan sobre el uso de la comedia como herramienta para entender y vivir con una enfermedad. Sus cuatro protagonistas hablan y visibilizan la suya a través de sus trabajos. Médicos, ilustradores, psicólogos, periodistas y cómicos exploran junto a ellos una manera de presentar y enjuiciar la realidad resaltando el lado cómico o ridículo de las cosas. A pesar de los pesares, claro.
El ser humano está compuesto de cuatro líquidos esenciales: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Estas sustancias, denominadas humores (del latín humoris, ‘líquido’, ‘humedad’), son las responsables del correcto funcionamiento del organismo. La necesidad de mantener un perfecto equilibrio entre cada humor es vital para evitar todo tipo de enfermedades, tanto de cuerpo como de espíritu. De esta forma, la aparición de las mismas serían el resultado de un exceso o déficit de alguno de estos cuatro líquidos. Es decir, el humor resulta fundamental.
Al menos, eso es lo que defendían hace siglos los señores que estudiaban por qué, después de todo, nos acabamos muriendo. La teoría filosófica de los cuatro humores de Hipócrates dominó la Antigüedad clásica hasta gran parte del siglo XVII en toda Europa. Físicos y médicos europeos la utilizaron y adaptaron en sus investigaciones hasta mediados del siglo XIX. De todo ello, hoy heredamos términos como ‘buen o mal humor’ para verbalizar lo que sentimos en nuestro interior cuando, por ejemplo, suena Rosalía por la radio o nos ingresan -o no- la nómina a final de mes.
Con el tiempo, las teorías de Hipócrates y compañía han quedado desfasadas en favor de la medicina moderna. Aunque quizá su premisa sigue muy vigente: el humor resulta fundamental. Hoy en día, lo entendemos como un recurso polisémico: ya sea como estado afectivo, una propensión más o menos duradera a estar alegre o, simplemente, como herramienta de supervivencia. Kike García sabe algo del tema: es uno de los principales productores de risas en España. Es, junto a Xavi Puig, creador y director del diario satírico El Mundo Today. También es filósofo y le gustan llevar gorros. Para él, el humor es el tratamiento que le damos a cualquier acto comunicativo, ya sea hablado, escrito o dibujado. Por lo tanto, el humor y los chistes son parte clave en el arte y la cultura.
“Cualquier acto comunicativo que tenga intención humorística tiene una intención estética y, por lo tanto, es un acto artístico”, explica García. “Para no ofender a Shakespeare, podríamos decir que un chiste es mala literatura e incomparable a «Hamlet«, pero literatura, al fin y al cabo, porque tiene todos los elementos para ser considerado como tal: intención estética, lenguaje florido, personajes”, añade. Todo ello se suma a los habituales beneficios a nivel cerebral que produce la risa. Como indica el psicólogo y terapeuta Alejandro Espinosa estos cambios producen un incremento de un par de neurotransmisores que nos provocan bienestar gracias a la dopamina y la serotonina. Además, la carcajada provoca que el hipotálamo cese en la liberación de cortisol, una hormona íntimamente relacionada con el estrés.
Así, puesto que la comedia es una herramienta especialmente efectiva para exagerar, recalcar y poner de manifiesto la parte “fea, violenta y dolorosa de la vida”, Kike encuentra aquí razones de peso para utilizar el humor como una herramienta básica para hablar de temas ‘duros’ como las enfermedades o la muerte: “Puede ser terapéutico para el paciente hacer chistes sobre su situación”, apunta. “Tomarse algo con humor no tiene por qué restar seriedad o gravedad a una situación. Al contrario, puede ayudar a ver las cosas con frialdad y perspectiva”, recalca él mismo. “El humor es un filtro para la vida, la diferencia entre los granos del café, amargos, y el delicioso sabor de un café recién hecho. La vida es muy dura. Joder, la vida es un coñazo, pero puedes verla con otros ojos, con el prisma del humor, y deviene maravillosa”, comenta la cómica Silvia Sparks.
El corazón del payaso
Juan Ignacio Delgado Alemany es padre, divorciado, tinerfeño y miope. Es cómico desde hace más de quince años. Año arriba, año abajo. Se hace llamar Ignatius como el protagonista de «La Conjura de los Necios» y Farray como el segundo apellido de su padre. Tiene 45 años y hace más de la mitad se fue a Madrid a estudiar sin mucho éxito lo que ahora conocemos como Comunicación Audiovisual. Marchó entonces a la aventura de Londres, donde la diosa Shiva lo encontró y, por primera vez, le tocó con los tentáculos de la comedia.
Fue en la capital británica donde Ignatius asistió a sus primeros comedy clubs y se empapó en el ambiente del stand up. La experiencia le gustó tanto que a su vuelta la capital lo tenía decidido: “Me propuse dedicarme a esto. Básicamente, porque no tenía otro plan. No tuve que pensármelo dos veces”, cuenta. Las ganas y la coyuntura de la época ayudaron a este chaval de Granadilla de Abona a ver las luces en pista y aterrizar en el mundillo. A finales de los 90, era la época de los monólogos y en la tele echaban «El Club de la Comedia«. La etapa de eclosión de actuaciones en bares donde al joven Ignatius no le costó ganarse la vida. Nacho mira atrás y comprueba como toda la generación de cómicos que empezaron por aquel entonces ahora se encuentran en las primeras filas de la industria del espectáculo.
El estilo que practica Nacho bebe directamente de estrellas del ese stand up americano de finales de siglo como Steve Martin, Andy Kaufman, Lenny Bruce y, sobre todo, de Richard Pryor, “el Elvis Presley del humor” que marcó un antes y un después en la manera de hacer comedia para nuestro protagonista. Como el personaje de la novela de Toole, Ignatius es, en realidad, un incomprendido. Un crossover extraño entre un payaso de un circo de pueblo en los años 80 y Allen Ginsberg. Es divertido imaginárselo en su casa de Malasaña rellenando semidesnudo cuadernos en sucio, desperdigados por su habitación, con la esperanza de ordenarlos algún día y así crear su ambiciosa obra maestra de la comedia.
De momento no le va mal: compatibiliza los programas de «La Vida Moderna» en la SER con sus inseparables Broncano y Quequé, sus bolos musicales con el grupo Petróleo del que es vocalista y los espectáculos en bares y teatros como «La Commedia Show» donde compartió escenario con la cómica Silvia Sparks. Ella también lo tiene clarísimo: “La comedia crea un efecto físico en los cuerpos, no es como otros géneros que se quedan en la contemplación o el entendimiento. El humor consigue crear espasmos involuntarios en tu cuerpo, eso es la risa. Me parece fascinante. Los otros espasmos que conozco son los orgasmos.”, asegura convencida.
Aparte de entenderla como una manera de ver la vida, la comedia juega un papel social para Farray. “Antes existían los chamanes, ahora hay cómicos”, dispara. Por eso, reconoce que, si todos actuáramos igual que un humorista, “el mundo sería inviable”. “Para la salud mental de una sociedad es necesario que exista la figura de un outsider, de alguien que se mueva fuera de los margenes convencionales como válvula de escape y los explore”.
Freud entiende el humor como un mecanismo evasivo de defensa contra las cosas de uno mismo que no se quieren ver. “Yo pienso que es lo contrario. El humor es una herramienta que puede hacer más conscientes ciertas cosas y hacerte ganar poder sobre ellas”, comenta Sparks. Para ella, el humor puede ser un arma contra los acontecimientos negativos, un mecanismo de venganza mediante el cual haces tuyo a tu enemigo y dejas de tenerle miedo. En ese sentido, “hay que conocer al enemigo a través de la propia memoria corporal: tu mochila y tú. Eso te empodera como paciente, que una persona sepa perfectamente qué le pasa y cómo le pasa”, relata la psicóloga Itxaso Gardoki.
Mientras, Nacho sueña con construir entre todos una comedia más fresca e interesante. “El público te concede el poder de actuar de esa manera con un riesgo: si lo utilizas bien sobre el escenario, la gente lo nota en lugar de, por ejemplo, alimentar tu ego”. Por eso es necesario, como señala también Kike García, distinguir entre el humor y la gracia. “Que algo sea humorístico o irónico no tiene por qué ser gracioso o hacer reír. Algo resulta gracioso dependiendo del contexto: quién emite el chiste, quién lo recibe o en qué momento”. En ese sentido, Gardoki también es clara cuando habla de ese trabajo de elaboración del chiste por parte del artista: “Es absurdo asumir que el uso del humor agrade a todo tu público. Muchas personas se sentirán identificadas y se empoderarán participando en el proceso creativo que propones sin quedarse únicamente en el papel de receptor, pero siempre existirán otros muchos detractores”.
Desde hace ya algún tiempo, al variado repertorio cómico de Ignatius de gritos sordos, succión de pezones y lucha canaria se le unió un recurso inesperado: la miocardiopatía hipertrófica que le detectaron. Básicamente, Nacho tiene un problema en el músculo de su corazón que se caracteriza por el aumento del grosor de las paredes del mismo. Según la Fundación Española del Corazón, los síntomas de esta enfermedad que afecta a 1 de cada 500 personas en España van desde la fatiga a la sensación de palpitaciones mantenidas, dolor torácico o pérdida de conciencia. A pesar de ser hereditaria, no se suele detectar hasta la etapa de desarrollo corporal del paciente en la adolescencia. Estos cambios suelen producirse sin que se presenten síntomas, lo que dificulta más aún el diagnóstico de afectos como Farray.
Es así como el corazón del paciente tiene que realizar un esfuerzo extra para salvar el obstáculo, lo que limita su calidad de vida. La miocardiopatía hipertrófica no se cura por lo que se requiere de controles periódicos y tratamientos crónicos. Ignatius explica entre risas cómo decidió integrarlo en su show habitual: “Mi manera de entender la comedia es siempre desde un punto de vista muy personal. Siempre estoy explorando cosas para contar en las actuaciones”, admite. En cuanto supo que tenía esta enfermedad cardíaca, le pareció un tema personal interesante para llevarlo al terreno del humor. Ahora, la miocardiopatía hipertrófica está presente en sus actuaciones de bares y teatros, así como en «El Fin de la Comedia«, la ficción de Miguel Esteban y Raúl Navarro que protagoniza el propio Ignatius.
Silvia también tiene lo suyo. Padece un problema de hipertiroidismo, la enfermedad de Graves, un trastorno de la glándula tiroidea que le ha generado tres crisis en las que su metabolismo se acelera y sus hormonas se vuelven cucú bananas. El quirófano le acecha. “También tengo ansiedad, he superado dos depresiones, me he dislocado la mandíbula y una rótula. Me he roto la mano dos veces, el pie y ocho centímetros del cuádriceps. Voy a ofrecer mi ADN como arma de destrucción masiva”, narra Sparks.
Ignatius y Sparks tienen claro que, en lugares como los hospitales, la comedia cobra más valor y permite que alguien pueda hacer una broma en una situación dramática sin frivolizar o menospreciar la enfermedad. “Reírte de lo que está sucediendo es un alivio para esa persona. Incluso en un hospital o un funeral aunque se malinterprete porque sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. En realidad, te estás agarrando a esa broma como un alivio vital básico para sobrellevar algo tan dramático”. La risa, en el caso de Nacho, es un consuelo tremendo. “Es un juego y no todos quieren o pueden jugar en ciertos momentos. Ojalá alguien haga chistes en mi entierro, si no me voy a aburrir un montón”, declara Sparks.
“Nuestra sociedad se mueve en un pensamiento cristiano donde parece que la risa tiene un componente de herejía”, explica el humorista. Farray cuenta que no tiene por qué ser así, hay muchos tipos de risa: desde la profana hasta otra más sentimental. “Para mí, los grandes cómicos son personas con un gran corazón: son seres humanos que tienen mucha delicadeza y encuentran en la risa esa manera de expresarse. No es una manera chabacana de ver la vida, es de una sensibilidad muy alta”. Y se ríe. [TEXTO: Joe Pachorra] [Más información en el Twitter de Ignatius Farray]