[dropcap]“M[/dropcap]írame a los ojos y dime que no es cierto lo que digo, que todo lo que enseño está vacío y que no hay nada bueno en mi interior […] Y sé que ya estás harto de esta vida, pero no encontrarás nada mejor porque sabes que corre por mis venas sangre pop”. Así arranca ambivalente, conjugando luz y oscuridad, mezclando derrotismo y una relativa vitalidad “Sangre Pop”, el tema estrella del que procede el título del segundo trabajo de Tremenda Trementina, “Sangre Pop” (Everlasting, 2014). Aunque seguro que muchos de ustedes ya conocían ese absorbente juego de contrastes líricos -que, a la vez, choca con las efervescentes formas que lo envuelven- de una canción que, hace unos cuantos meses, se presentó en sociedad en una versión primigenia lo-fi que aquí adquiere mayor cuerpo, punch y, naturalmente, pegada pop. Un proceso de cambio que refleja la transmutación del sonido de Adriana de la Fuente (voz) y Pablo Villafranca (guitarra), ahora más consistente con respecto a su homónima ópera prima, “Tremenda Trementina” (Everlasting, 2012).
En ese sentido, se puede afirmar que “Sangre Pop” supone el re-debut -vía LP propiamente dicho- de Tremenda Trementina tras mostrar en aquel primer mini-álbum sus ideas, esquemas y peculiar manera de manipular el material resultante, mirando con un ojo a influencias anglosajonas derivadas del indie-pop y con otro a diversas referencias patrias, desde la asimilada Jeanette o Cecilia hasta sus antiguos colegas de sello Los Punsetes. De hecho, mentar a aquí al grupo madrileño no es gratuito: al igual que sucedió en su último paso discográfico, “Una Montaña es una Montaña” (Everlasting, 2012), Adriana y Pablo elevan al cuadrado su discurso sonoro de un modo muy personal y afilan todavía más su punzón literario, aunque en su caso sin aplicarle ácido corrosivo, sino un líquido de contraste con el que riegan sus letras de luminosa tenebrosidad, primitiva sugestión y exquisita amargura.
He aquí -y volvemos al comienzo de esta reseña- uno de los puntos clave de “Sangre Pop”: frases como “Y tu mano aprieta muy fuerte mi corazón, es la muerte dulce que me das, mi amor” (“Volver a Caer”), “Yo siento el miedo animal, me muevo al ritmo que me das; tu boca ensangrentada, mi boca ensangrentada también” (“Animal Salvaje”) o “Todo el mundo es frío en realidad, me tiran al suelo sin pensar” (“Frío”) otorgan al fondo del repertorio una serie de imágenes de poderoso impacto visual que refuerzan cada verso expresado por la voz diáfana y suave a la vez que firme de Adriana -basta con fijarse en la transparencia a capela del corte inicial, “Sirenas”-. Si a ello le sumamos un cuidado pero lacerante tratamiento poético-romántico de asuntos peliagudos como el amor, el desengaño, la indiferencia y otras emociones varias, obtenemos el lustroso núcleo duro del álbum.
El esqueleto sonoro que lo soporta, el otro elemento fundamental del disco, completa el exuberante cuadro exhibido en “Sangre Pop”, que aglutina las múltiples perspectivas desde las que observan el género pop Tremenda Trementina para interpretarlo bajo diferentes prismas. Partiendo desde postulados, por denominarlos de alguna manera, clásicos indie (la inmediatez de la ya mencionada “Sangre Pop”), la pareja pamplonica brinca hacia la new wave y el post-punk de intenso aroma ochentero, apariencia gélida pero corazón caliente (“Gorilas”, “La Calle del Rencor”), el pop melódico (“El Retorno”, que posee pequeñas reminiscencias al “Por Qué Te Vas” de Jeanette entre tamizados acordes eléctricos y arreglos de piano), el pop soulero (“Groupie”, adornada por cuerdas que retrotraen la elegancia de The Style Council) y, para culminar los malabares estilísticos, el bolero (“Bendiciones”, sorprendente tema final del LP con aire pimpinelesco).
En teoría, cualquier otro disco en el que se plasmara esta arriesgada mezcolanza podría caer en el saco de los intentos frustrados. Pero el contenido de “Sangre Pop” se muestra tan bien ejecutado, hilvanado y compactado que llega al receptor como un disfrutable muestrario de pop sin prejuicios, abierto de miras y atrevido. O lo que es lo mismo: POP en mayúsculas.