Transcurridos dos años desde la explosiva irrupción de The Pains Of Being Pure At Heart con su debut homónimo, “The Pains Of Being Pure At Heart” (Slumberland, 2009), los neoyorquinos adquirieron un status que, a juzgar por su aparente modesta y tranquila personalidad, ni de lejos se imaginaban: no tanto el de reyes del revival shoegaze y de la etiqueta C86 (algo que igualmente lograron) sino más bien el de guardianes de miles de corazones sensibles que palpitan al ritmo de sus dulces melodías. Este debería ser el principio y el objetivo que debiera mover a todo grupo: acertar en el centro de la diana del alma de todo aquel que se cruza, consciente o inconscientemente, en su camino. Precisamente, una de las grandes virtudes de estos brooklynitas de pro es atraer a todo tipo de audiencias, desde los veteranos que ya mamaban hace dos décadas los discos de sus influencias principales (Black Tambourine, My Bloody Valentine o el catálogo completo de Sarah Records) hasta los más jóvenes que desearían haber vivido plenamente aquella época, pasando por aquellos que se toparon de rebote con ellos y acabaron rendidos a su cocktail de guitarras desenfrenadas y armonías sedosas. Y lo consiguen gracias a una fórmula poco novedosa (pop de sonidos cristalinos, como el de toda la vida) pero que supieron acoplar a su peculiar forma de asimilar sus referencias, asentada en la particularísima (aunque limitada) voz de Kip Berman, los teclados gloriosos de Peggy Wang-East y unos textos que abordan temáticas (amor, sexo, amistad) antes basadas en experiencias propias y ahora expresadas como elementos de alcance universal.
“Belong” (Slumberland, 2011), el temido por toda banda segundo disco, refuerza esa identidad a pesar de que en una primera toma de contacto parezca que nos sumergimos ante una fotocopia a color de su brillante estreno. Sin embargo, esta tesis no tiene nada que ver con la realidad, aunque hay que dejar claro que la arrolladora personalidad de “The Pains Of Being Pure At Heart” es insuperable e intransferible. Lo más fácil sería caer en el error de ir comparando, corte por corte, ambos álbumes para comprobar las semejanzas y las diferencias entre uno y otro, pero un análisis tan concienzudo eliminaría toda la espontaneidad y naturalidad con las que se debe abordar la obra de los Pains. Además, antes de que “Belong” se hiciese realidad, el cuarteto ya se había encargado de demostrar que había vida más allá de su debut gracias a una ristra de singles a cada cual más redondo: “Higher Than The Stars” (Slumberland, 2009), “Heart In Your Heartbreak” (Slumberland, 2010) y “Say No To Love” (Slumberland, 2010), con sus correspondientes caras B que nada tenían que envidiar a los temas principales. En otros tiempos no tan lejanos, sin la inmediatez ni el sencillo acceso que ofrece Internet a cualquier contenido, que un grupo escapara de la procrastinación y ofreciera tal nivel de infalibilidad en cada paso dado sería motivo suficiente para esperar con ansia y nervios su nuevo LP, cumpliendo con el sagrado ritual (para muchos, perdido) de acudir a la tienda de discos habitual para llevarse a casa dicho álbum cual maná caído del cielo. La esencia de instantáneas como esa, que parece que se quedaron ancladas en la adolescencia de buena parte de los que actualmente siguen con adoración a los Pains, es la que captura (al igual que su antecesor) “Belong”. O lo que es lo mismo: el espíritu de imágenes juveniles, despreocupadas, inocentes y hasta ingenuas, pero que poseen la carga justa de emotividad y dramatismo en función de la historia que retratan.
Todo ello ejecutado sin pretensiones ni gestos innecesarios en medio de paisajes efervescentes y vaporosos, tan característicos ya de los neoyorquinos. Porque a estas alturas se puede afirmar que, a pesar de que las referencias mencionadas más arriba se conservan latentes en cada una de sus composiciones, The Pains of Being Pure at Heart suenan a ellos mismos. De ahí que se encare “Belong” (la canción) y se piense en unos primigenios The Smashing Pumpkins por sus crujientes guitarras y se acabe reconociendo que podría ser la continuación galvanizada de “Stay Alive”; o que el arranque de “Anne With E” recuerde a los The Jesus And Mary Chain más azucarados, cuando conecta directamente con “Gentle Sons”; o que “Heaven’s Gonna Happen Now” se muestre como la digna heredera de “Come Saturday” y “Girls Of 1000 Dreams” de “This Love Is Fucking Right”. Un momento… ¿No estamos cayendo en el error, antes mencionado, de ir comparando los temas de ayer y los de hoy de los Pains? Efectivamente, cuando lo cierto es que no hay razón para cometerlo porque estas canciones y las demás que completan “Belong” se sostienen por sí solas: “The Body” ofrece toneladas de melancolía, con el teclado de Peggy superando el concepto de celestial, servidas sobre un ritmo vivaz y un estribillo memorable como el de “Even In Deams”, la cual certifica por enésima vez que el espacio en el que mejor se desenvuelve el cuarteto es el de los sueños, en donde no existen coordenadas físicas ni temporales.
Esa pátina onírica “made in Pains” que recubre “Belong” la supieron mantener intacta Flood (Depeche Mode, U2) en las tareas de producción y Alan Moulder (Nine Inch Nails, Placebo) en la mezcla. Es más: dotaron de mayor tensión tanto los pasajes más enérgicos (“My Terrible Friend”) como los más maleables (“Too Tough”, “Strange”), que aparecen compactos como una roca y refulgentes como un diamante. Hablando de piedras preciosas, todavía no sacamos a relucir “Heart In Your Heartbreak”, delicia pop exquisita y deleitosa que viene a ser la única pieza incluida aquí rescatada de las publicaciones previas de la banda (se quedó fuera del tracklist final “Say No To Love”: palabras mayores), lo que demuestra el elevado control de calidad y la exigencia que debieron de auto-imponerse (es un decir…) The Pains Of Being Pure At Heart para mantenerse en lo más alto del pop actual sin dar síntomas de cansancio. Esta es una palabra que Kip y los suyos no conocen, con lo que nuestros corazones pueden estar tranquilos porque continuarán latiendo durante largo tiempo al ritmo de sus joyas hechas canción.