Ustedes dirán lo que quieran, pero después del temporal de comparaciones que han tenido que soportar Silver Columns al respecto de Hot Chip, si hacemos recuento del balance de calidad de «Yes and Dance» (Moshi Moshi / Nuevos Medios, 2010) y «One Life Stand» (DFA, 2010), resulta que los que salen perdiendo son los de Alexis Taylor (eso les pasa por dormirse en los laureles y entregar medio disco soporífero a más no poder). Y lo más curioso del caso es que Silver Columns no suenan a estos Hot Chip, sino a los de aquel principio que muchos echamos de menos: a aquellos nerds cachondos e irónicos que todavía no habían saboreado las embriagadoras (hidro)mieles del éxito. Corregimos (y dejamos por ahora las comparaciones con los del «I Feel Better«): lo más curioso del caso es que Silver Columns es un dueto formado por dos artistas que provienen del mundo del folk. En un lado del ring, ese Adem que nos enamoró tanto con «Love and Other Planets» (Domino, 2006) como con las sorprendentes versiones incluídas en «Takes» (Domino, 2008). Y, en el otro, Johnny Lynch de The Pictish Trail (proyecto menos conocido que el de su compañero pero al que seguro que le sienta bien esta colaboración). Entonces, ¿qué hacen dos british folkies practicando música de baile con un pie en la escudería DFA y otra en esos 80 que últimamente se reclaman en su esplendor hortera? ¿Qué es lo que hacen? Puro cielo.
A puro cielo suenan otras asociaciones improbables que se infieren a partir de este peculiar dueto: a The Soft Pink True aplicando electroshocks de diversión en los tristes testículos de Hot Chip, a la escudería DFA viajando en el tiempo para producir a The Communards, a disco de retorno de New Order producido por Digitalism, a Delphic mezclándose sobre el escenario con Erasure… Si estas sumas te suenan bien, prepara tus oídos para cómo suena el resultado, porque «Yes and Dance» es un delicioso decálogo de electro dance ochentero en el que tanto caben himnos de primera hora de la noche («To Wake You«, con esos interludios viciosos) como subidones lisérgicos de las 4 de la madrugada («Cavalier«, «Brow Beaten«… la lista es un no parar). También hay canciones de apareamiento para la generación noctámbula («Yes, and Dance«), himnos para viajes astrales artificiales («Columns«) y temas para llamar al optimismo en el coche mientras arrastras tu derrota hacia casa («Way Out«).
No sé si, por otra parte, lo que sigue será fruto de mi mente perversa y algo pervertida, pero lo cierto es que en «Yes and Dance» late, además de todo lo dicho, una especie de lúbrica versión electro-dance de los Pimpinela de toda la vida. En versión homosexual. Sólo hay que escuchar los fraseos dialogados de «Cavalier» («I could be your cavalier«? Venga… ¡buscáos un motel!) para sentir esta perversa pulsión hiper-sexuada que, finalmente, acaba extendiéndose hacia los sintes guarreras del resto del disco, hacia los beats desquiciados y hacia los juegos de voces no siempre tan naifs como pudiera pensarse. Sea como sea, con plus gay o sin él, la cuestión es que el disco de Silver Columns debería haberse convertido en uno de los puntales de la temporada (de hecho, el álbum salió a la venta en junio) y, sin embargo, hay quien sigue defendiendo a capa y espada las nanas de los últimos Hot Chip. ¿Será que nuestra generación se está haciendo viejuna y por eso ahora prefieren la electrónica de geriátrico? Antes que aventurar cualquier respuesta, lo mejor será repetir la pregunta escuchando «Yes and Dance«. No. Nos estamos haciendo viejos. Aún hay esperanza… para quien quiera escucharla.