¿Recuerdan ustedes a Brendan Jordan? Sí, aquel chaval que el pasado 2014 nos dejó a todos totalmente alucinados con su descaro al plantarse delante de la cámara de una periodista que estaba cubriendo algún tipo de acto para los informativos y, a continuación, ponerse a practicar movimientos de baile que parecían salidos de la mismísma House of Extravaganza (y que venían acompañados de gloriosas miradas de desprecio hacia las niñatas que postureaban a su alrededor). Jordan se convirtió en un fenómeno, con visitas a programas de televisión como el de Queen Latifah e incluso una campaña de publicidad como imagen de American Apparel… Pero, aun así, Brendan Jordan no pudo evitar convertirse en un mono de feria, en un acto de un circo en el que demasiado a menudo el payaso suele ser un niño afeminado a costa del que es realmente fácil echarse unas risas.
También hay que reconocer que Brendan Jordan tampoco tenía demasiado que ofrecer más allá de su cara de disgusto eterno y sus movimientos de baile surgidos de las zonas más oscuras de una discoteca gay… Y si digo todo esto es porque, al fin y al cabo, si en el mundo existiera justicia de verdad y no viviéramos en la pista de ese mencionado circo en el que se premia el esperpento pasajero y se festeja la perpetuación de clichés por la vía de la palmadita en la espalda, el año pasado nos lo hubiéramos pasado hablando de Shamir Bailey y no de Brendan Jordan. Al fin y al cabo, los logros del primero son mucho más rotundos que los del segundo: con tal sólo 19 añitos, ya había sido fichado por el sello Godmode, donde lanzó su EP de debut «Northtown«, y unos meses después realizaba una de las entradas más gloriosas que se recuerdan en la casa XL con el memorable single «On The Regular«. Ha sido en esta discográfica donde ahora, unos meses después, por fin ve la luz su disco de debut: el «Ratchet» (XL, 2015) que nos ocupa.
Tampoco es que Shamir se haya caído ahora de un guindo: este chaval nacido y criado en un lugar tan inhóspito como Las Vegas (ciudad a la que dedica el irónico opening del álbum con el temazo «Vegas«) mamó buena música desde bien pequeñito, ya que estuvo conviviendo en su propia casa con una tía que, de hecho, estaba metida hasta las trancas en el negocio musical como cantante y compositora. De ella aprendió el oficio, pero el niño dice que fue culpa de toda su familia el hecho de haberse empapado de la mejor música: sus padres también fueron unos grandes melómanos que supieron ponerle al chaval la música adecuada en el momento adecuado. Esto sí que es una buena labor materna y no lo de Margarita Seisdedos.
El resultado de toda esta evolución ha sido, en «Ratchet«, un total de diez canciones (producidas por Nick Sylvester, capo del sello Godmode) que suenan a esa frescura absoluta que sigue siendo el Santo Grial de la industria musical: todos la buscan, pocos son capaces de ofrecerla y, sobre todo, ninguno es capaz de mantenerla. Pero no miremos hacia el futuro y concentrémonos en este disco en el que bien pudiera parecer que la conexión siempre candente entre la música de Hot Chip y la casa DFA se encuentre frontalmente con el ya casi olvidado pop electrónico de divas de este nuevo siglo (¿es casual que uno de los mejores temones del lote se titule «In For The Kill«?), todo ello bañado por una actitud descarada y efervescente que bascula desde los Scissor Sisters menos mamarrachos hasta la Azealia Banks menos bocachancla. Evidentemente, «Ratchet» tiene su fuerte en la pista de baile: más allá de la gloriosa y magnánima «On The Regular«, Shamir se marca un buen puñado de pelotazos bailables de nombres tan sugerentes como «Make A Scene«, «Head In The Clouds«, «Call It Off«, «Hot Mess» o la mencionada «In For The Kill«. Todo winners pletóricos lubricados por baladas sintéticas o por medios tiempos destinados a calmar los ánimos y a darte el tiempo necesario para que recuperes fuerzas.
Estamos en junio, pero yo esto te lo digo ya: este año 2015 no va a ver otro disco tan sorprendentemente fresco como este «Ratchet«. Sí, la referencia musical a Hot Chip es evidente e impide afirmar que Bailey ha inventado la rueda. Y, sí, la referencia ambigua a Prince (que ya empieza a correr como la pólvora en la prensa menos habituada a este tipo de actos) no va a hacerle ningún favor a un chaval que evita hablar de sexualidad porque, al fin y al cabo, lo importante aquí (basta echarle un vistazo a las letras) es más bien el sentimiento de ser diferente, de no encajar, independientemente de que te gusten la carne o el pescado. Es este un sentimiento, recordemos aquí y ahora, que siempre ha medrado a las mil maravillas en cierto ambiente hedonista de baile, ya sea el garage disco o el rave house post-90s.
Pero el hecho de que, por separado, haya rasgos en Shamir que ya los hayamos visto (y adorado) con anterioridad, no significa que su aterrizaje entre nosotros no vaya a desatar un buen movimiento sísmico al que va a ayudar, por cierto, que el chaval tiene madera de icono de la moda. Prestarle atención en el 2014 a Brendan Jonson fue un error banal… No permitas que te ocurra lo mismo en este 2015 y siente cómo Shamir te va subiendo por el cuerpo desde las piernas hasta la cabeza como los efectos lentos pero desarmantes de un buen colocón de MDMA. Los efectos son archiconocidos. Por ahí ya están pululando los WhatsApps y los Chupa-Chups pero, si alguien es lo suficientemente inteligente, las pastillas que más van a triunfar son las Shamir.