Le he estado dando muchas vueltas a la posibilidad de escribir la reseña de «Invisible/Amenaza» (Young Turks, 2013) desde la cabeza, desde un punto de vista intelectualizado y puramente referencial, preñado de tecnicismos críticos y empeñado en desvelar influencias ocultas que sorprendan al lector. Pero… ¡a la mierda! Este no es un EP que haya que disfrutar desde la cabeza: es un buen puñado de canciones que hay que experimentar desde la base del estómago, como un puñetazo que, desde este epicentro físico, va extendiendo su efecto hacia abajo, primero la entrepierna, luego las rodillas, los pies, lo más lejos posible de la cabeza. Los temas contenidos en «Invisible/Amenaza» son pildorazos químicos diseñados para alejar tu cabeza de tus pies, para ir excavando su efecto poco a poco en tu organismo, como una hipnosis progresiva en la que el concepto de ego se disuelve en la nada y sólo queda el cuerpo, el movimiento, el goce, el placer.
Le bastan a Pional tres canciones para articular las bases de un nuevo sonido que sorprenderá a los que crean saber lo que pueden esperar de este hombre: aquí las voces son las protagonistas. Y no me refiero a voces utilizadas como un sonido más que destruir, cortar, pegar y recomponer: son voces en el sentido más tradicionalmente pop de la palabra, con toda la carga de emoción que eso implica. Hay otra constante en «Invisible/Amenaza«, pero esta sí que no sorprenderá a nadie: Pional vuelve a sonar a 80s, aunque cada vez lo haga con mayor naturalidad. Nada de revival ni reboot ni homenaje: estas canciones hacen pensar en qué hubiera pasado si los grandes productos pop de aquella década mágica no se hubieran obsesionado con la auto-contención de los tres minutos para obtener el hit radiable pluscuamperfecto y hubieran optado más bien por asimilar las enseñanzas de un disco-house de Nueva York adicto a temas en los que las largas progresiones eran un espacio mental más que un truco de producción.
Poca broma: la titular «Invisible Amenaza» se abre como un trasunto de la amenaza teatral y «macha» que tanto le gustó alimentar a aquel hombre que le cantaba a Billie Jean, pero pronto trasciende este pequeño guiño gracias a su capacidad para poner pesos sobre la espalda del synth dancero y obligarle a aterrizar en tierra firme a base de palmas, pulsiones, percusiones y, sobre todo, unas líneas de voz seductoras y subyugantes. Una jugada similar es la de «A New Dawn«, donde Pional concentra sus aciertos en estos tres minutos y medio que deberían convertirse en el sueño lúbrico de esa generación que ahora mismo está idealizando el sonido rave más buenrollista. «The Shy«, por su parte, pone el acento sobre la «amenaza» y se olvida de lo «invisible»: aquí Pional se dedica a rasgar continuamente el velo de una atmósfera inquietante utilizando las voces como el arma blanca y cortante más bella y estilizada.
Al llegar a este punto (y final), puede que Pional haya conseguido que dejes de pensar y te concentres en las sensaciones de cintura para abajo… Pero ya se sabe qué ocurre a la mañana siguiente después de una noche en la que has perdido la cabeza: toca hacer memoria para recordar el nombre de aquel tipo que te estuvo magreando toda la velada y que el final consiguió pegarte un buen meneo. Aquí no tendrás ningún tipo de duda a la hora de acordarte del nombre de Pional y, sobre todo, no lo vas a confundir con ningún otro pretendiente ni ningún otro amante de tres al cuarto. Es por eso que, a la hora de ponerme con esta reseña, ha habido otra prerrogativa que he seguido: no utilizar los nombres de otros artistas con los que los más dejados suelen comparar a este artista ni intentar hacerme el listo con referencias que al final no convencen a nadie. «Invisible/Amenaza» no entiende de comparaciones: es la confirmación de que Pional tiene un sonido propio. Un sonido que está destinado a seducirnos y follarnos en muchas más noches venideras. Tiempo al tiempo.