Como le sucedía a Neo en “The Matrix”, un día a Noah Lennox le dieron a elegir entre una píldora azul y otra roja. En su caso, si tomaba la primera, se quedaría con los pies anclados en la tierra que pisa cualquier persona corriente y no pasaría de ser un buen músico, nada más; pero, si se tragaba la segunda, se introduciría en un universo paralelo en el que explotaría al máximo su creatividad artística hasta hacerla brillar como una estrella supernova, a riesgo de no parecer pertenecer al género humano. Naturalmente, él se llevó a la boca la pastillita roja asumiendo todas las consecuencias, lo que le permitió desarrollar una lustrosa carrera que se bifurcó en dos direcciones: junto a Animal Collective y a solas como Panda Bear, elevando de uno y otro modo el concepto tradicional del pop a la estratosfera. Aunque da la sensación de que Lennox intuía que, transmutado en Oso Panda, desarrollaría verdaderamente todas sus posibilidades antes y después de que su banda nodriza rompiera todos los moldes de la modernidad sonora. He aquí su primer movimiento visionario: si revisamos el balance de los Animal Collective post-“Merriweather Post Pavilion” (Domino, 2009), su irregularidad (tanto en directo como en estudio) resaltó todavía más la valía en solitario de Lennox, ratificada luego en su cuarto LP, “Tomboy” (Paw Tracks, 2011), y multiplicada en este “Panda Bear Meets The Grim Reaper” (Domino, 2015).
Quien dude de esta teoría, basta con que compare los tibios resultados obtenidos por la última obra del Colectivo Animal, “Centipede Hz” (Domino, 2012), y los que ya ha conseguido (y conseguirá) Panda Bear con el álbum que nos ocupa, registrado en Portugal (su país de residencia desde hace unos años, cuyo ambiente influyó positiva y decisivamente en su vida), coproducido por Peter Kember (a.k.a. Sonic Boom) y transformado en catapulta que impulsa a Lennox a un lugar etéreo e indeterminado en el que no existen coordenadas espacio-temporales. De hecho, antes de su publicación, los singles de adelanto “Mr Noah” y “Boys Latin” ya habían avisado de que Lennox se había tele-transportado a un rincón muy, muy lejano para progresar en su (r)evolución sonora: el primero de ellos se convirtió, en cuanto vio la luz, en un clásico instantáneo del pop vanguardista gracias a su magnético groove y, sobre todo, una hechizante y beachboyesca (cómo no…) estructura vocal ascendente y ultra-adhesiva; por su parte, el segundo, también repleto de hipnóticas voces dobladas y reproducidas en espiral, se incrustaba en nebulosos y deconstruidos beats hip hoperos.
Pero, pese al afán experimentador intrínseco a su personalidad musical, Panda Bear entrega aquí el que quizá sea su trabajo más homogéneo dentro de la heterogeneidad que define su discografía. Así, en “Panda Bear Meets The Grim Reaper” se conjugan armoniosamente melodías resplandecientes e infecciosas (“Come To Your Senses” -uno de los picos más altos entre todas las cumbres del disco-, “Crosswords”, “Selfish Gene”), ritmos crujientes que invitan al movimiento corporal (“Principe Real”, ejemplo del tecnopop del mañana) y pasajes vaporosos que difuminan los límites de la realidad bajo formas clasicistas recicladas en avanzadas vías de expresión (la onírica y dulce “Tropic Of Cancer” y “Lonely Wanderer”, que se vale de las notas del “Arabesque No.1” de Debussy para elaborar un loop pianístico en torno al cual Panda Bear gira sin cesar en gravedad cero).
Este logrado equilibrio de los componentes que integran “Panda Bear Meets The Grim Reaper” evita que el álbum caiga en fases de dispersión -como ocurría, por ejemplo, en el tramo final del anterior “Tomboy”-, incluso cuando la mano de Sonic Boom podría notarse más de la cuenta en los tramos ácidos del lote (“Butcher Baker Candlestick Maker”, “Acid Wash”). Quizá en ello también tenga que ver otro factor clave que contribuye a la compactación del LP: su argumento de fondo y varios de sus elementos líricos, basados en el poético encuentro filosófico-existencial de Noah Lennox con la personificación de la muerte (el Grim Reaper del título; o lo que es lo mismo: la Parca) para zanjar, tras pasar por un período de duelo que le ha ocupado cuatro discos, la asimilación del fallecimiento de su padre. Es decir: Panda Bear se ha enfrentado a la misma Muerte -con todos sus significados y connotaciones- armado con sus palabras, reflexiones y sentimientos sobre la vida y ha salido indemne del envite.
Volviendo otra vez a “Tomboy”, en la reseña que le dedicamos en su momento decíamos que la labor de Panda Bear se situaba como “la mejor guía de lo que puede deparar el pop de vanguardia en un futuro no muy lejano”. Dicho y hecho: ese pop y ese futuro ya han llegado. Aunque Noah Lennox parece sugerirnos que, realmente, el reloj que dicta los compases de “Panda Bear Meets The Grim Reaper” marca una hora y una fecha pertenecientes a dentro de una, dos o tres décadas… Aquí hallamos el segundo movimiento visionario del Oso Panda, que nos enseña en este preciso instante los esquemas del pop moderno que aún está por venir.