Cuando Odio París confirmaron todas las esperanzas depositadas en ellos con su homónimo álbum de debut, “Odio París” (El Genio Equivocado, 2011), la nueva ola indie-pop / shoegazer / C86 impulsada por bandas revitalizadoras como The Pains Of Being Pure At Heart avanzaba imparable. El grupo barcelonés aprovechó la fuerza de ese revival para emerger como uno de los nombres patrios a seguir dentro de tal corriente, lo que provocó que enseguida se establecieran las obligatorias comparaciones con mil y una referencias (nacionales y foráneas) para acotar su estilo. Pero, a pesar de las analogías generadas, no se necesitaba tirar de ellas para disfrutar de ese primer disco y comprenderlo globalmente gracias a la personalidad que Odio París habían imprimido a sus canciones más representativas: la enérgica “Cuando Nadie Pone un Disco”, la efervescente “Ahora Sabes”, la poética “Uno de Noviembre” o las ácidas “Infierno” y “Ya no Existes”. Piezas que, aún a día de hoy, funcionan como alimento de saludables ejercicios de exorcización emocional.
Así pues, Odio París no tenían fácil igualar las cotas alcanzadas con su ópera prima una vez metidos en el proceso de alumbramiento de su continuación: además de dominar el efecto de las inevitables influencias latentes en su música, deberían enfrentarse a sus propios logros. ¿Sería por esa razón que tardaron casi cinco años en entregar su segundo LP? No importa la respuesta: “Cenizas y Flores” (Mushroom Pillow, 2016) ya es una realidad. Y, de entrada, como en el caso de “Odio París”, no es preciso recurrir a ningún tipo de name-dropping para no perder la orientación a través de su sonido brumoso, su decorado nebuloso, melancólico y evocador, sus cataratas de melodías adhesivas, sus voces granuladas y sus dulces capas eléctricas. Es decir: las señas de identidad básicas de Odio París, que resplandecen entre un algodonado pop que sigue direcciones noise y dreamy y un feedback guitarrero sostenido pero sinuoso. Eso sí, esta vez se advierte que el sonido característico de los barceloneses se muestra más nítido, compacto (se nota la mano de Hans Kruger en la producción) y, en último término, engrandecido.
El disco de Odio París es una cumbre repleta de, haciendo honor a su encabezamiento, cenizas y flores… O muerte y vida. O luz y oscuridad.
Un hecho avanzado por los dos temas de adelanto de “Cenizas y Flores”: “Camposanto”, bombón de intenso sabor shoegazer-pop que reincide en el gusto del grupo por recurrir metafóricamente a la muerte y su simbología (como en su antigua “Uno de Noviembre” o en el propio título de este LP) para relacionarlas con el amor y sus emociones adyacentes; y “Geometría Coaxial”, otra pieza de pulso brioso que, gracias al fulgor del sintetizador, a la electricidad suspendida de fondo y a un estribillo que estalla como una supernova de champán, ayuda a tocar las estrellas con los dedos. Siguiendo esta luminosa a la par que burbujeante línea sobresalen “En Junio”, heredera natural de “Ahora Sabes” por unas formas que condensan las virtudes de Odio París (los actuales The Pains Of Being Pure At Heart pactarían con el diablo componer un tema como este); “Pura Culpabilidad”, prima hermana de la anterior; y “Cuando Despierte tu Cabeza”, que extiende su punch melódico sobre un aterciopelado manto cósmico.
Pero en “Cenizas y Flores” no todo es ímpetu y bullicio pop, ya que Odio París también exhiben con profusión su cara más ensoñadora y delicada ralentizando las pulsaciones y añadiendo las dosis justas de épica sentimental para dirigir la mirada hacia el cielo en la muy skygaze “El Último Deshielo”, “Destellos de Ingravidez” (que hace honor a las dos palabras de su título que describen su concepto flotante y galáctico), “Rendición” (próxima al dream-pop canónico) y “Arder y Adiós” (da la sensación de que su envoltorio sonoro se evapora en cuanto entra en contacto con el aire).
La final “Voy a Salir” plasma este equilibrio de fuerzas que basculan entre nervio pop sumergido en miel y vena sensible convirtiéndose en la particular “Soon” (el clásico de My Bloody Valentine) de Odio París que cierra este álbum por todo lo alto en una cumbre repleta de, haciendo honor a su encabezamiento, cenizas y flores… O muerte y vida. O luz y oscuridad. Contrarios que nutren un disco que no sólo consolida los hallazgos del primer LP del grupo, sino que también los lleva a un elevado nivel con el que se constata su potencial dentro del shoegaze contemporáneo.
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