Tengo que reconocer que, como director de Fantastic Plastic Mag, una de las decisiones que me ha perseguido con mayor ahínco en mis noches de pesadillas concierne a la lista de Promesas para el 2014 que hicimos a finales del 2013. Las votaciones de la redacción indicaban un claro empate entre tres mujeres de armas tomar: FKA Twigs, Lorde y Kelela… Así que me tocó a mi desempatar. Dejé a FKA Twigs en el tercer puesto porque era la que menos votos tenía, y el empate entre las otras dos lo solucioné con Lorde en segundo puesto y Kelela en el primero.
Mucho ha llovido desde entonces, pero lo cierto es que, si pudiera montarme en una máquina del tiempo y volver a diciembre del 2013, mi decisión sería muy diferente: número 1 para FKA Twigs, 2 para Kelela y Lorde… Yo que sé. Lorde me la pela. Así que concentrémonos en las otras dos, que son las que interesan a la hora de reseñar el nuevo EP de Kelela. Si analizamos de forma comparativa las carreras de ambas artistas, está mucho más que claro que la winner aquí es FKA Twigs. No hay género de dudas: mientras que la Twigs tiene en su haber uno de los discos más importantes de los últimos años, Kelela se quedó un poco atrás, con una única mixtape («Cut 4 Me» -Fade to Mind, 2013) y con lanzamientos localizados aquí y allá que tampoco llegaron a crear un ruido que justificara el hype de finales de hace dos año.
Pero, ojo, porque «Hallucinogen» (Warp, 2015) puede cambiarlo todo. Bueno, venga, vale, no nos pongamos maximalistas: está claro que no lo va a cambiar «todo», pero que sí que empieza a justificar el subidón que nos pegó «Cut 4 Me» hace ahora casi dos años. Está claro que el calendario vuelve a jugar a la contra de Kelela, ya que hace sólo unos meses que FKA Twigs puso sobre la mesa su tremendo EP «M3LL15X» (Young Turks, 2015) y eso sólo puede significar que un alto porcentaje de reseñas musicales vengan protagonizadas (de nuevo) por la dialéctica entre los discursos de ambas. Tan cerca, tan lejos.
Kelela es una mantis religosa que puede retozar con el sonido de los productores de sus canciones, pero que al final acaba canibalizándolo para perseguir sus propias metas.
Lo que no se puede negar es que «Hallucinogen» es el primer gran lanzamiento de Kelela: un EP de seis canciones que, pese a incluir canciones producidas por gente bien diferente (Arca, Kingdom, Kendrick, DJ Dahi o MA de Ngunzungunzu), consigue presentar en sociedad un sonido sólido, de una pieza. Una especie de rizoma petrificado suspendido en el vacío y en eterno movimiento: una figura fascinante en la que la negritud no sólo está a flor de piel (¿o acaso el soul y el r&b revisionados aquí por la vía del paradigma digital no son precisamente los géneros negros por excelencia?), sino también en un ambiente nocturno que parece desplegarse a tu alrededor en cuanto la primera canción empieza a sonar, como una flor letal que se abre para engullir la luz a tu alrededor e inducirte a un estado mental de nocturnidad (y cierta alevosía).
Es más que posible rastrear los signos identitarios de los productores detrás de cada canción: es evidente que la apertura con «A Message» suena poderosamente a Arca en los golpes de percusión sorda y en el envoltorio amniótico, «Rewind» puede alardear de esa producción de cromo y platino tan propia de Kingdom y, en la magnánima «All The Way Down«, DJ Dahi consigue facturar lo que parece un manifiesto que debería definir el sonido de la radio del siglo 21 (si hubiera justicia en el mundo, claro). Pero repito: lo que prima en «Hallucinogen» es la personalidad de Kelela, una mantis religosa que puede retozar con el sonido de los productores en cuestión, pero que al final acaba canibalizándolo para perseguir sus propias metas y configurar una personalidad que se aleja de los excesos «arty» y «showy» de otras divas similares y prefiere celebrar la reciente ascensión del soul noventero, del 2step británico y de los future beats más recientes.
Puede que FKA Twigs se haya acabando auto-definiendo como una serpiente de cascabel que baila delante tuyo para hipnotizarte antes del ataque, pero este «Hallucinogen» presenta a Kelela como una boa constrictor que se va enrollando poco a poco alrededor de tu cuerpo, traspasándote un calor aletargador que hace que no te des ni cuenta de que paulatinamente va aumentando la presión de su abrazo… hasta que te rompe el cuello. Crack.