Desde el primer momento en el que supimos de la existencia de Janelle Monáe tuvimos clarísimo que, entre el enorme tupé que corona su frente y sus cejas, la chavala llevaba escrito “exitazo” a fuego candente. Con la edición de aquél Ep que se llamaba «Metropolis: The Chase Suite (Special Edition)» (Boy Boy Records, 2008), la Monáe concentró toda la atención posible en su enjuta y oscura figura, y cuando tuvimos la suerte de escuchar «Many Moons» en primera persona supimos que a new superstar for the Groove was born. Tanto esperar el regreso de Amy Winehouse, y al final, la salvación del revivalismo soul nos venía por la otra orilla. Bienvenida sea.
Hay dos formas de disfrutar de «The Archandroid» (Boy Boy Records / Warner, 2010) , el esperadísimo largo de esta artista multifacética, multimedia y superdotada que además, capitanea el colectivo artístico festivo Wondaland Arts. La primera forma es por la vía del entretenimiento puro y duro. Los que no quieran rascar mucho más allá de los bits o los surcos de «The Archandroid» encontrarán puro entertainment funkadélico, expansivo y artificioso. En él se dan la mano desde la banda sonora de peli de ciencia ficción hasta el black power más traidor, ese que se agarra a tus entretelas y no te suelta hasta que la música termina. En este disco hay hitazos para echar a los chinos. Pura adrenalina concentrada con bien de soul de nueva ola, grooves con mala leche, hip hop softy y classy y el toque justo de dance para pistas de baile engrasadas con gomina y dispuestas a ser pisadas por Oxfords nuevitos de trinca. Empezando por «Tightrope«, single que la Monáe firma con su compañero en correrías y padre adoptivo en lo musical, Big Boi (sí, el de OutKast, con el que la tipa comparte mucho más que tipo de melanina). El vídeo ha revolucionado internetes, YouTubes, webs y todo medio de comunicación moderno. En él, Janelle desbanca a aquella otra que se había erigido como la reina en bailar acompañada en los pasillos. Y que yo diga esto tiene tela. ¿Soy la única que cree que James Brown ha bajado a darse una vuelta por el barrio y se apodera de sus piernecillas de palillo? El segundo single, «Cold War«, es otro hit de manufactura perfecta con aires a noches de desfase setentero y grasiento. Y en la misma línea tenemos «Dance or Die» (con Saul Williams), «Faster» y «Locked Inside«. Pura tralla for the dancefloor. Cuando los poros del oyente hayan sudado lo suficiente, siempre se puede acercar uno al lado más sensible, complaciente e intimista del disco (concentrado en la segunda parte). Allí encontrará referencias a Henry Mancini («ByeBopByeYa«), perlas de doo wap divertido y efervescente como «Wondaland» e incluso canciones pastorales con la vista puesta en algún altar («57821«, con Deep Cotton). ¿Te parece ecléctico? Lo es. Pero el disco entero está tan maravillosamente articulado que en ningún momento te darás cuenta de que has pasado por lo más granado de los géneros musicales de las últimas cinco décadas.
La otra forma de acercarse al Universo Janelle Monáe (y la más recomendable) es la que ella misma nos ofrece y la que nos invita a pensar que no sólo estamos ante una de las artistas más preparadas de los últimos tiempos (si me escucho ahora «Hard Candy» me da la risa), sino también la más eficaz a la hora de reproducir todo género bailable, fusilable e imitable, pero con la clase suficiente como para marcarse un disco articulado en dos Suites (con una precedente en formato EP), dieciocho canciones, más de una hora y pico de música con concepto y libro de instrucciones de fondo, sin que quede un pastiche ni una sobrada. «The Archandroid» es un disco que no se acaba nunca, y la historia de Cindy Mayweather (el alter ego de Janelle en esta historia) nos abraza como un cuento post-moderno con tintes de ciencia ficción y con la simple intención de hacérnoslo pasar bien sin tomarnos el pelo.
Quien se acerque a «The Archandroid» desde esta perspectiva, debería saber que en el Universo Monáe viven en el año 2719 y habitan en la ciudad de Metrópolis (el homenaje a Fritz Lang no es de tapadillo, si no, echénle un vistazo a la portada del EP). Allí, Cindy Mayweahter, una robo-chick modelo Alpha Platinum 9000 con tendencia a vestirse como un hombre recién salido de una barbería de cualquier suburb americano circa 1952, se enamora de un humano y empieza una lucha descarnada contra la opresión imperante que le impide ser libre y disfrutar de su amor. Si esto te parece una paranoia, es porque no has visto la portada. Todo un ensalzamiento del dorado y del retrofuturismo más camp (y que se parece demasiado a esta y a esta… lo que hace que me plantee qué es lo que pasa en el mundo del black grafism). A lo largo de las dos Suites que componen el disco (Suite II y Suite III, y ojo porque falta una cuarta), Cindy manifiesta su amor y vive su propia guerra a base de clichés de género, hilvanando una historia riquísima en matices y sobrada de maestría, en el que es su particular (y metafórico) manifesto contra la injusticia, un elemento determinante en muchos otros artistas negros que, como ella, han utilizado la música como arma reivindicativa. Con todo, esta joven que no llega a los vienticinco años, que se mudó a Atlanta para estudiar Arte Dramático, y cuyo sueño era escribir su propio musical, ha creado toda una mitología pop con una banda sonora como para caerse de culo.
Y luego está ella. Porque Janelle Monáe es la clase en sí misma. Si sólo se dedicara a escribir canciones y a aúnarlas en historias conceptuales, ya bastaría. Pero en el mundo cibertrónico de Janelle nada es suficiente, y ella lo reviste todo con un concepto fashionista muy pecular. Se proclama fanísima de Chanel (de ahí esa querencia por el minimalismo del blanco y el negro y el impenitente look 50´s classy), y conjuga un look andrógino con una femeneidad evidente y nada impostada. Además, es una bailarina versátil y autentiquísima (de nuevo el fantasma de James Brown pululando por aquí), una performer nata y, por supuesto, una cantante excepcional. Porque lo que hace grande a «The Archandroid» y a su protagonista es la extrema capacidad para supeditar el personaje a la música y al disfrute del oyente. Sus referentes pueden ser una ristra sin fin, desde Prince hasta Little Richard pasando por Sun Ra. Personalmente, me quedo con un tweet que colgó el 25 de junio. En él decía: “esta noche Michael Jackson estuvo conmigo. Con todos nosotros”. No me cabe ninguna duda, de que si Michael tuviera que darle su bendición a alguien, sería a ella y sin parpadear. Porque esta chica sí que está into the Groove.