Que vaya por delante que no tengo ni repajolera idea de por qué el segundo disco de Holy Ghost! se titula «Dynamics» (DFA, 2013) y que, si alguien me pregunta, tendré que reconocer en voz alta que a la mierda con el periodismo de investigación y que prefiero seguir viviendo en la inopia para poder hacerme mis propias pajas mentales (porque las pajas, al fin y al cabo, tiene que hacérselas siempre uno mismo, ya que si permites que se apuntan manos ajenas seguro que te lo hacen peor). En definitiva: que viva el onanismo. Y digo esto porque, después de escuchar con repetición y también con fruición el nuevo trabajo de Alex Frankel y Nick Millhiser, me vienen a la cabeza varias ideas… Para empezar, lo de «Dynamics» podría venir por eso de que la música de baile es puro dinamismo. Pero lo cierto es que, si yo digo que a la mierda el periodismo de investigación, parece que ellos dicen que a la mierda con la música de baile: contra todo pronóstico, lo nuevo de Holy Ghost! no es un disco de baile. O, al menos, no es un disco de baile a la usanza de su primera referencia, «Holy Ghost!» (DFA, 2011), donde se les notaban las ganas de firmar «el disco de baile perfecto» (y, de hecho, casi lo consiguen). Otra teoría: «Dynamics» puede referirse a las dinámicas internas de los dos miembros de Holy Ghost! o incluso a cómo su música siempre se ha visto fuertemente influida por la dinámica de los dos músicos con otros miembros del sello DFA. Pero como aquí no nos interesan los tomaterismos diversos (más allá de lo sospechoso de que Nancy Wang ponga aquí coros en casi todas las canciones), mejor obviamos esta posibilidad.
Sea como sea, hay una teoría de la conspiración dinámica que me pone especialmente burraco: pensar que, si por definición la «dinámica» es la «parte de la mecánica que trata de las leyes del movimiento en relación con las fuerzas que lo producen«, no es descabellado vaticinar que, una vez superada la brabuconería infantil de intentar conseguir el disco de baile definitivo, Holy Ghost! se disponen a estudiar detenidamente las leyes del movimiento de quienes escuchan sus canciones en relación a los juegos de fuerza (musical) que aplican en estas. Vaya galimatías. En resumidas cuentas: ya no se trata de un chorreo continuo de rítmica epatante capaz de dejarte sin sentido a partir de la tercera canción, todo húmedo espatarrado en el suelo y pidiendo más a lo Britney Spears, sino que «Dynamics» es más bien un tira y afloja continuo con el que Frankel y Millhiser quieren determinar hasta dónde pueden llevarte con el ritmo y, sobre todo, cuál es la cantidad mínima necesaria para hacer que te contenees. Porque bailar y contonearse no es exactamente lo mismo, y eso también lo exploran Holy Ghost! en este nuevo disco que, si os fiáis de las tonterías que estoy diciendo, puede parecer más un tratado científico que un disco. Pero no: «Dynamics» se vive a flor de piel. Eso que quede claro. Que para algo me había prometido antes de empezar a escribir que esta crítica sería más física que metafísica.
Al fin y al cabo, la física y la dinámica tienen mucho que ver la una con la otra. Y prometo que esta es la última concesión pajillera de este texto. Pero es que, al fin y al cabo, la fisicidad es lo que vuelve a primar en el goloso festín de hedonismo ochentero que Frankel y Millhiser siguen practicando con maestría. En las canciones más movidas (y dinámicas) de «Dynamics» siguen habitando amplias referencias al synth-pop más ochentero y radiable, bailable y coreable: más en la onda de Depeche Mode o Spanday Ballet (en dos polos opuestos del cuadrilátero, claro) que de OMD y Yazoo, para que nos entendamos. A este respecto los temazos son abundantes y burbujeantes: la odisea disco de ocho minutos que es «Dumb Disco Ideas» hace pensar en la resurrección de unos LCD Soundsystem menos esnobistas y más poperos, más concentrados en la entrepierna que en la cabeza; «Bridge and Tunnel«, en su apología de la escena clubera neoyorquina y con las magistrales cuerdas de Kelly Polar, acaba siendo una crujiente muestra de italo bien entendido que, si yo fuera Giorgio Moroder, me haría tener bien clarito quiénes son mis próximos colaboradores estrella; la rítmica brillante y bríosa de «Changing of the Guard» hace pensar en The Human League mientras el ungüento de su dulce estribillo remite más bien a Duran Duran; y, por encima de todos, el cierre pluscuamperfecto de «Dynamics» acaba siendo «Cheap Shots«, un tema que se abre con unos toques de niponismo homosexualo que remiten a Alphaville inmediatamente para, a continuación, elevar el conjunto a algo así como «la canción que New Orden nunca más volverán a componer«.
Esta es la fuerza. Esta es la física. Pero, como decía al principio, «Dynamics» es mucho más que fuerza y física: también es su contrario, su repliegue. Y, de esta forma, el nuevo disco de Holy Ghost! ya se abre con «Okay» dejando bien claro que el baile no es el sol que calienta este terruño. Es este un tema que anticipa otra dinámica de quien escucha con relación al disco en sí: tengo que reconocer que la primera vez que lo escuché me dejó totalmente frío (igual que otros cortes del álbum), pero ha ido creciendo silenciosamente dentro de mis oídos como una planta tropical dispuesta a controlar mi cerebro. Al final lo ha conseguido, igual que algunas de las otras synth-ballads que pueblan «Dynamics«: el tándem formado por «For Edgar» y «I Wanna Be Your Hand» abren la puerta a la fantasía de que pudieran existir unos Empire of the Sound heterosexuales más aficionados a meter la mano por debajo de la camiseta de su presa sexual que de intentar deslumbrarla a base de exhibición a lo pavo real de bisuta y lentejuela; «In The Red» demuestra que bastan dos minutos para llegarte al corazón a base de sintetizadores preñados de melancolía… Y, en el corazón del disco, «It Must Be The Weather» se erige como la canción síntesis de esta nueva capacidad de Holy Ghost! para contener la fuerza como quien se aguanta una eyaculación en pos de que, al final, el placer sea mucho más espectacular. Es este un tema complejo que, de nuevo, supera los seis minutos de duración, pero que pasa en un suspiro gracias a su sublime utilización de la percusión digital y de las brumas melódicas ochenteras que seguro que aparecen en los sueños más lúbricos de Dev Hynes.
Hay en «Dynamics» mucha fuera y mucha física, pero también mucha capacidad para controlarla, para hacer que retroceda o avance hacia quien escucha para establecer con él una relación de dependencia absoluta. De esta forma, Holy Ghost! consiguen entregar un trabajo mucho más compacto que «Holy Ghost!«: lo que allá era una impecable ristra de hits que, sin embargo, apuntaban todos en la misma dirección, ahora se ha convertido en un conjunto en el que cada canción es un experimento diferente que forma parte de una investigación que tiene coherencia a nivel global. Son once cortes con suficiente variedad para enganchar, pero con un hilo de plata que las une a la búsqueda de un concepto. Porque, repito, ni idea de por qué esto se llama «Dynamics«, pero si alguien me pregunta en el futuro, dependiendo del momento en el que me pille, dependiendo de la canción que esté escuchando, tendré que darle una respuesta u otra. Si me pilla con las gafas de pasta puestas, podré responderle que el disco se titula así en honor a las complejas leyes de la dinámica que rige su concepto de base. Si estoy moviendo la cabeza de un lado a otro, sin embargo, mi respuesta será más bien… ¿¡quieres callarte la puta boca y ponerte a bailar!?