Hablemos de post-rock. Ese género de contrastes. La dicotomía entre lo antiguo y lo nuevo, la oscuridad y la luz, la lucha y la paz, el ruido y la calma. Un estilo que ha sido en ocasiones objeto de burla, blanco fácil para sus detractores, que señalan su tan manida fórmula como talón de Aquiles de algo que consideran trillado, gastado, previsible. A mí, en cambio, si me preguntan cuál es el mejor disco de post-rock de la historia, diría que el “Enjoy Eternal Bliss” (Big Scary Monsters, 2007) de Yndi Halda, trabajo que sigue al dedillo los preceptos del género sin el menor rubor, cuyas líneas geográficas son rotundas y previsibles: aquí llega una dulce melodía, allá se incorporan las cuerdas en el crescendo, más adelante el éxtasis, luego la calma… y a repetir. Ahí está su belleza. Además, por si fuera poco, su estructura en cuatro larguísimos cortes, a semejanza de los movimientos de una sinfonía, es calcada al verdadero hito del post-rock, su canon, su Biblia: “Lift Your Skinny Fists Like Antennas To Heaven” (Kranky, 2000), de Godspeed You! Black Emperor.
Si hablamos del post-rock como una religión (y para muchos lo es), GY!BE son su Jesucristo, su Mahoma, el predicador de su palabra y guardián de su pureza, seguido por fieles discípulos (Explosions In The Sky, This Will Destroy You, Caspian), admirado por rebeldes alumnos (65daysofstatic, Do Make Say Think) y traicionado por algún Judas que otro (Mogwai). Como buenos profetas, GY!BE llevan advirtiendo del declive de la sociedad moderna desde que sacudieran los cimientos de la música con «F# A# ∞» (Kranky, 1998), pero nunca lo habían hecho con tanta contundencia como aquí. Si antes señalaban el fin del mundo con desgarradora melancolía, ahora, casi veinte años más tarde, lo hacen casi con júbilo, triunfantes, como diciendo: “Os lo dije”. El fin del mundo es esto, y ya no hay escapatoria.
Lo que más llama la atención de “Asunder, Sweet and Other Distress” (Constellation, 2015) es su extremismo. La tan manida fórmula del post-rock es sublimada en dos partes bien diferenciadas: A y B. Los temas no discurren por las típicas bajadas y subidas de intensidad, sino que la montaña rusa se ha convertido en un afilado acantilado: si no te encuentras en la cima, es que te has caído al abismo. Con esta marcada dualidad ya experimentaron en “Allelujah! Don’t Bend! Ascend!” (Constellation, 2012), pero ahora los cortes guitarreros son aún más guitarreros, y los cortes atmosféricos, aún más atmosféricos. En “Peasantry or ‘Light! Inside of Light!’” nos conducen hasta el éxtasis a lo bestia, a empujones y no a través de la emoción. Como hace tres años en «Mladic«, vuelven su mirada a Oriente Medio como inspiración melódica (¿quizá utilizando su sempiterno conflicto bélico para subliminalmente meternos el susto en el cuerpo?) y suenan más doom metal que nunca; se oyen ecos de Swans, y un aire blues del último Nick Cave.
Hemos de señalar que el material recogido en “Asunder, Sweet and Other Distress” no es nuevo: los canadienses lo han llevado al directo en los últimos tiempos bajo el nombre de “Behemoth”. Así que, como ya muchos sabrán, la zona media es dominada por puro ruido electroacústico hipnotizador. Los que somos fans del drone como sustancia sonora psicoactiva sabemos de la dificultad que entraña hacer algo de este tipo que caiga del lado de lo subyugante y no de lo soporífero. En este caso, lo bordan. Los últimos minutos de “Asunder, Sweet” son de cágate lorito. Y luego, cuando la tensión se vuelve insoportable, se consuma la apoteosis: es con “Piss Crowns Are Trebled” cuando por fin rozan la gloria con los dedos. Se deleitan con los instrumentos de cuerda, más prominentes que en el primer corte, y la influencia de los compositores minimalistas del siglo XX sigue siendo evidente, pero cada vez son menos Ärvo Part y más Richard Wagner. Pomposo. Excesivo. Parece que se les ha estropeado el rimbombantómetro. El infierno que nos pintan es un poco de brocha gorda y la sutileza brilla por su ausencia. Pero da igual, porque el resultado es puro espectáculo.
“Piss Crowns Are Trebled” es, posiblemente, la cima artística de Godspeed You! Black Emperor. Ante semejante mastodonte uno solo puede rendirse, subir el volumen, cerrar los ojos, y dejar que te inunden, hasta ahogarte, una imagen detrás de otra, en un tsunami feroz e imparable: El monolito de «2001 Odisea en el Espacio«. El diluvio universal. La peste. The Wicker Man. La cabalgata de las Valkirias. Al asedio a Leningrado. La bomba de Hiroshima. Pol Pot. La lluvia ácida. El Coronel Kurtz. El 11-S. Las calles ardiendo en París, Londres, Frankfurt. #OccupyWallStreet. Rodrigo Rato. Los jinetes del Apocalipsis. La apoteosis. El fin. Y, después del fin, el sosiego.