De cuando en cuando, a la ombliguista y a veces narcisista prensa musical británica le da por reservar parte de su espacio a nuevas bandas que, en apariencia, poco tienen que ver con las típicas propuestas que suelen arrastrar titulares grandilocuentes a la par que poco creíbles. En esos casos, el impacto de la next big thing de turno se calcula en función de la aceptación inmediata y urgente del lector medio de esas publicaciones, sin esperar a que transcurra un tiempo prudencial para valorar en su justa medida lo que entra por sus oídos. O, dicho de otro modo: el inglesito de perfil bajo devorador de discos, en su mayor parte malos tirando a mediocres, no está dispuesto a perder su tiempo en veleidades musicales. Por fortuna (para la banda y sus potenciales seguidores), el cuarteto de Newcastle afincado en Manchester, Everything Everything, escapó de esa corriente monstruosa a base de una personalidad difícil de etiquetar y un indie pop-rock al que se le puede aplicar cualquier calificativo.
Sin embargo, esas peculiaridades no impidieron el acceso del grupo a las páginas físicas y virtuales del cajón de sastre del NME, que describió a sus componentes como “los nuevos Picasso del pop”. Quizá en un intento de romper la homogeneización de su contenido, la publicación tuvo muy en cuenta a Jonathan Higgs (voz, guitarra, teclados y laptop), Jeremy Pritchard (bajo, teclados y coros), Alex Robertshaw (guitarra, teclados y coros) y Michael Spearman (batería y coros) como nombres destacados para el futuro (eso sí, en su particular lista de los 50 mejores artistas noveles, estaban situados en el último puesto), aunque sin llegar a darles la oportunidad de protagonizar la foto de alguna de sus portadas. Lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta el título de su primer single oficial: “Suffragette Suffragette”, un concepto acuñado para designar a las militantes del movimiento a favor del voto femenino a principios del siglo XX. ¿Cómo iba a tener tanto protagonismo un grupo cuya psicodélica canción juega con el significado de un término tan culto para jovenzuelos ávidos de historias adolescentes emo… cionales?
A ese sencillo dio continuidad, al año siguiente, en 2009, «Photoshop Handsome«, composición hilarante cargada de ironía que retrata la obsesión de los seres humanos más altaneros por someterse a la cirugía virtual de dicho programa informático. Y, justo después, aparecería «MY KZ, UR BF«, otra pieza de argumento surrealista convertida en el pseudo-himno de Everything Everything. Con esa tripleta de canciones subiendo como la espuma y conquistando la blogosfera musical, sólo faltaba ir arrancando las hojas del calendario hasta la salida de su LP de debut, “Man Alive” (Geffen, 2010), reafirmación de que las hechuras de estos mancunianos adoptivos no tienen punto de comparación dentro de su teórico campo de batalla. Además de los tres temas mencionados, gemas de art-rock polirrítmico y espacial incluidas en el álbum, se pueden encontrar otros cortes que resumen la esencia y el espíritu de estos cuatro chicos: el primero de ellos, “Schoolin’” (su single más reciente), de desarrollo dislocado, que tira por la vía de una especie de post-punk envuelto en funk y en el que el falsete de la voz de Higgs se estira y se estira… sin llegar a hartar. Este aspecto posee su importancia, ya que hay ejemplos de sobra en los que las inflexiones vocálicas basadas en el agudo corren el peligro de desatarse y entorpecer la escucha. Pero Higgs maneja su mejor arma de tal forma que la une irremediablemente a la melodía hasta hacerla estallar, como en “Qwerty Finger”, repleta de adictivas florituras guitarreras convertidas en dinamita pura, y “Come Alive Diana”, cortada por el mismo patrón y a la cual se le añadió, para culminar la faena, una sección de vientos histriónicos.
El contrapunto a estas retorcidas píldoras vitamínicas lo ponen, por un lado, “Tin (The Manhole)” y “Leave The Engine Room”, ambas con un Higgs disfrazado de ángel celestial planeando sobre un manto de minimalismo electrónico a medio camino entre Jónsi y The Postal Service; y, por otro, “Final Form”, enarbolada por una galáctica línea de teclado, y la coral “Two For Nero”, con el clavicordio como principal elemento estructurador. Pero este disco no acumula sólo (extrañas) virtudes: si hubiera que poner alguna pega estaría relacionada con la excesiva longitud del pasaje “NASA Is In Your Side” y el cierre “Weights”, a las cuales les hubiera sentado mejor un recorte en su minutaje.
A excepción de ese detalle, “Man Alive” refleja cómo un grupo puede adoptar mil y una formas sin morir en el intento, incluso sin que se tengan totalmente localizados los orígenes de sus sonidos. Aunque… un aviso para navegantes: este es un álbum de combustión lenta, que posiblemente no entre de manera directa a la primera toma de contacto. Sólo hay que aplicarle una buena capa de lubricante para que se deslice lenta y suavemente y pueda, así, como buen grower que es, crecer, crecer y crecer…