Hace un par de años aproximadamente, el pop se convirtió en un espacio musical mucho más que excitante gracias, básicamente, a tres fenómenos que de repente hacían pensar que el género todavía era capaz de vivir una nueva juventud. Otra más. En aquel momento escuchamos el canto de cisne de The Knife, aquel «Shaking The Habitual» (Mute, 2013) que tardará mucho pero que mucho tiempo en ser superado en lo que respecta a aproximación artística y profunda al pop con tal de convertirlo en algo a la vez muy simple y muy complejo, a la hora de forzar y empujar las paredes del pop para transformarlo en algo más amplio con espacio para nuevos conceptos.
Lo de The Knife fueron palabras mayores, sí, pero fueron unas palabras mayores que convivieron en el tiempo con otras dos vueltas de tuerca del género que, si no revolucionaron nada, sí que lo hicieron más divertido. Por un lado estuvo aquella tendencia a convertir el ritmo en algo maximalista casi cercano en intensidad al rave y que tuvo (y sigue teniendo) su máximo exponente en Chvrches. Por otro lado, el pop recorría el camino hacia la esquina contraria: convertir la rítmica en algo prioritario pero, a la vez, minimalista, frío, tan cortante como sonó, por ejemplo, en Kate Boy. Desde aquel entonces, poco ha cambiado: lo de The Knife sigue siendo insuperable, lo de Chvrches sigue más que vigente con un segundo disco que sube las apuestas en cuanto a rítmica rimbombante y, por último, lo de Kate Boy está ahí suspendido en el espacio y en el tiempo esperando a que alguien le saque punta.
Por eso sorprende, al fin y al cabo, encontrar todo aquello que hizo excitante al pop hace un par de temporadas comprimido en una propuesta única: Empress Of parece haber hecho suyo lo de «un anillo para controlarlos a todos» y ha decidido explorar en su debut en largo la posibilidad de coger aquellas tres caras del siempre multifacético pop y meterlas en un único disco. En «Me» (Terrible, 2015) encontramos disquisiciones de complejidad arty a lo The Knife como esa puñetera y dulce locura que es «Threat» (permitid que deje esto a modo de apunte personal, pero esta canción me vuelve muy pero que muy loco por lo que tiene de catarsis que explota en esos estribillos ruidistas en los que Lorely Rodriguez canta «memories are a threat«), pero también hacen acto de presencia ritmos grandilocuentes a lo Chvrches como los de «Water Water» o usos más gélidos del ritmo a lo Kate Boy como «Need Myself«.
Empress Of se aproxima al pop como si estuviera utilizando una de esas grúas gigantescas que cogen un coche y lo aplastan hasta convertirlo en un cubo de un metro cúbico.
Vale, también hay referencias en el uso de las cuerdas vocales a Björk, pero eso no viene a cuento y sólo demuestras que Rodriguez se ha empapado de lo mejorcito de cada casa. Centrémonos entonces en lo que nos interesa: en cómo Empress Of consigue en sus canciones conjugar el pasado cercano de tres tendencias diferentes (aunque cercanas) del pop y hablar de esta forma en un presente perfecto que incluso suena a futuro nada pretérito.
Dice Lorely Rodriguez, además, que este es un debut que puede que yo esté analizando de puertas para fuera pero que resulta que donde tiene toda la chicha es de puertas para adentro: la artista lo compuso y grabó en cinco de semanas de retiro espiritual en México, en casa de un amigo donde su soledad absoluta le permitió poner en perspectiva su vida de tía molona y urbanita en Nueva York. No es de extrañar, entonces, que canciones como «Water Water» hablen del privilegio de vivir en un lugar con agua potable… Aunque, al final, el «Me» del título debería dejar bastante claro que este es un trabajo que puede preocuparse por el estado del mundo, pero que sobre todo se preocupa por el estado del corazón de la que canta. Que, por cierto, debe andar un poco echo polvo por eso de que la mitad de las canciones hablan de puro enamoramiento y la otra mitad de una ruptura algo intensa.
Pero, bueno, al final cada uno le dará importancia a lo que le dé la gana o a lo que antes le toque la fibra sensible. Yo he de reconocer que tanto lo del retiro espiritual y la supremacía del yo en «Me» me parecen argumentos muy interesantes y tal… Pero que donde veo incontestablemente la leña que cortar en el debut de Empress Of es en su aproximación teórica y práctica al género pop como si estuviera utilizando una de esas grúas gigantescas que cogen un coche y lo aplastan hasta convertirlo en un cubo de un metro cúbico. Eso es lo que hace «Me» con el pop de los últimos años. Y la verdad es que nunca algo tan compacto había sonado tan expansivo.