Ed Wood Lovers no estaban muertos, ni mucho menos: estaban pegándose la parranda de sus vidas. No se explica de otra manera si no que su nuevo trabajo, que no sólo dista de ese popero «Albaricias» (Discos de Paseo, 2013) en los dos años transcurridos sino también en sus ritmos mucho más electrónicos, sea baile puro de principio a fin. No digo que el disco anterior no te hiciera mover los pies y la cabeza incluso en contra de tu voluntad, pero es que en, «Nosotros Somos Los Malos» (Discos De Paseo, 2015), los de Albacete parecen haberse sumergido entre los ritmos vertiginosos del eurodance o de los New Order más electrónicos para acabar recopilando todas esa influencias en un santo discazo.
Ojo, que lo que hace que un disco sea un discazo no es sólo que casi todas sus canciones tomadas por separado sean hits (que es el caso), sino porque construye una unidad temática -a nivel tanto melódico como lírico- que parece denotar un cuidado y una planificación de lo más loable. Y es que en el nuevo trabajo de Santiago Pérez y Jose Enrique Atienzar no sobra nada. De principio a fin, «Nosotros Somos Los Malos» aborda la moral desde un electrónica de ecos oscuros OMDianos: ya sea centrándose más en como esta es puesta en juego en los ámbitos jurídicos y judiciales -en la primera mitad del álbum – o focalizándose más sobre retratos de personas moralmente discutibles a lo Jarvis Cocker en «This Is Hardcore« o «Freaks« (cuyo normalmente inadvertido subtitulo no es por nada casual que sea «Ten Stories About About Power, Claustrophobia, Suffocation and Holding Hands«) en la segunda. Es más, «Nosotros Somos Los Malos» bien podría subtitularse del mismo modo, pues eso es al fin y al cabo ante lo que nos encontramos: un disco no demasiado largo, de diez cortes, directo y con una visible unidad temática.
Si estáis leyendo estas líneas sin antes haber escuchado el disco, en cuanto «El Acta» arranque vais a pensar que qué cojones nos hemos metido esta para decir que es un discazo bailable. Pero para cuando hayáis acabado la frase, la intro a lo escena épica de un spaghetti western ya habrá dejado paso a una explosión de teclados y ritmos bailongos que vana recorrer todo el disco hasta el final. Sinceramente, no tengo ni la más remota idea de qué va esta canción, pero hacia el minuto tres ya te hace levantar los brazos y querer moverte como cogido por un raptus epiléptico… Así que bien. Con «El Tribunal» nos encontramos con una especie de «Manual de Instrucciones para cuando estés a riesgo de sanción penal» que bien podría ser la conversación que mantienen el abogado Huld y Josef K. en «El Proceso» de Kafka si en vez de en una sombría y húmeda habitación se hubieran encontrado en el medio de una pista de baile con luces y flashes martilleandosus palabras. Al fin y al cabo, el mensaje es ese: así como un tribunal siente un altivo desprecio por la defensa, también hay cierta remarcable y retorcida atracción por la culpa. A lo mejor nos estamos poniendo demasiado illuminati, pero ese «desde las cloacas hasta el tribunal» bien podría ser un enésimo guiño a las dos obras más conocidas del escritor checo. El largo outro final (en el que nos parece oír lejanamente algún eco de «True Faith» de New Order) deja los ánimos lo suficientemente arriba como para acoger con toda su fuerza el tercer corte de «Nosotros Somos Los Malos«: «La Sed«, que ya no sólo en la base musical sino en la estructura (frases repetitivas, cortas y directas que van de la mano con un ritmo igual de conciso y tajante) podría recordar a la que viene a ser una de las mejores canciones de baile que parieron Pulp, «This House Is Condemned«.
Con «El Contrato«, Ed Wood Lovers demuestran una vez más los genios de humor ácido que son. O a lo mejor los retorcidos somos nosotros, pero es que es imposible no reír con lo de «esto es de cuando no llegabas a la mesa y pensabas ‘ojalá se pudra entera’» o «esto es de cuando ella ni te miraba y soñabas con un cuchillo en sus espalda«. Con unos coros que recuerdan a la troupe vocal masculina de Battiato en «Centro di Gravitá Permanente«, la canción parece plantear el dilema moral del determinismo cuando a alguien se le pira la cabeza: ¿es la vida de mierda que has tenido la culpable de que hayas llegado a cometer un crimen? El tema siguiente y el que fue el primer adelanto del disco parece, en cambio, plantear la respuesta opuesta: «¿Te echaste a perder? ¿Qué le vas a hacer? No es culpa de nadie«. Con una intro ensoñadora que rebaja por algunos instantes la velocidad rítmica del álbum, «La Culpa» clama que todos nosotros somos culpables y vamos a ir al infierno. Una cosica decir: que vayamos a ir todos al infierno perfecto, pero que sea a ritmo de tal sumo temazo, por favor.
Con «Sospechosos Habituales» se abre la segunda parte del disco, la más centrada en personajes moralmente cuestionables que decíamos al principio, además de dejar de lado momentaneamente ese toque oscuro en pos de un tema muy Future Bible Heroes. Detalle remarcable es que el casi constante uso de la segunda persona imperante en toda la primera mitad del disco deja paso aquí a una primera persona que confiere al tema un eco de himno y hitazo más que coreable. Los siguientes dos cortes, «Lustroso y Decadente«, con cierto rintintín a The Magnetic Fields, y «Falsa«. vienen a ser las canciones más agudamente graciosas del disco, siendo esta última quizás la menos electopop de todo el LP. Lo de «Falsos son todos tus tomates» es tan nonsense que no puedes hacer otra cosa que reírte, y esos coritos a capella tan ridículos acaban siendo la manera más brillante de reiterar alegremente que nada es lo que parece… Porque, ojo, que entre juego y juego de voces, Santiago Pérez y Jose Enrique Atienzar te sueltan un sablazo de verdad: falsos somos todos.
La esperanzadora «Lavadora«, en la que sin embargo musicalmente vuelve el toque oscuro, deja finalmente paso a LA canción. Décimo, último y homónimo corte del álbum, candidata a canción del año, balada electropop que sienta como veinte cuchillos, «Nosotros Somos Los Malos» tiene esa peculiar brillantez reservada a pocos elegidos (entre los cuales encontramos no casualmente a Stephin Merritt) de hacer que no puedas dejar de bailar pese a estar lloriqueandote encima. Acompañada por una melodía llena de melancolía y nostalgia, la canción plantea el dilema moral resuelto en su título: «¿Y si nosotros fueramos los malos?». ¿Y nunca os habéis preguntado, si hubierais sabido que era la última vez que ibais a hacer X cosa, la hubiérais hecho de manera diferente? ¿Hubiérais besado a esa persona de otra manera si hubierais tenido la plena conciencia de que aquella sería la última vez que la verías? Sea como sea, esa repetición final del «No nos vamos a ver más» cala tan hondo que es imposible no sentir un escalofrío en el corazón que hace que todo el baile eufórico previo se disuelva lenta y progresivamente en necesitar un par de minutos para recomponerse de esta última canción. Aún así, es de aplaudir el hecho de que, pese a ser un tema nada alegre, su equilibrio melódico-lírico no desprestigie ni cambie todo el bailoteo loco anterior.