Aquí andamos, enfrentándonos a Dan Deacon. Poniéndonos cara a cara frente al que, seguramente, es uno de los discos más excitantes (desde la etimología sajona, entiéndanme) de lo que llevamos de 2012. Deacon, ese joven talentoso hospedado en Baltimore, maestrillo con su librillo, dueño además de un muy particular sentido del humor (oigan el track que abre su LP “Spiderman of the Rings” (Carpark, 2007) o, mismamente, su remezcla para el hit veraniego “Call Me Maybe” de, atención, Carly Rae Jepsen), nos obsequia ahora con “America” (Domino / PIAS Spain, 2012), un disco de un calado abisal, que transforma y (r)evoluciona géneros (electrónica, psicodelia, minimalismo, post-rock incluso) y que aporta notables nuevas propuestas con respecto a su obra previa, como ese paso al frente orquestando parcialmente algunas de sus piezas. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de “America”? En palabras del propio Dan Deacon, este es un álbum “inspirado por la política y la geografía”.
Pero lo primero que a mi me viene a la mente es este pensamiento: CENTIPEDE WHAT!? Y es que, para todos aquellos que aún andan rascándose la cabeza (o directamente tratándosela a base de Ibuprofenos pautados, ¿verdad, Estela?) con lo último de Animal Collective, este disco debería ser un bálsamo. Dan Deacon abre puertas, señala el camino, levanta la alfombra y barre el polvo que se acumulaba debajo. Deacon limpia, fija y da esplendor. Escuchen si no la infecciosa “True Thrush”, el segundo corte del álbum: un tema que retrotrae inicialmente a los mejores Orbital (los primeros, vamos) pero que avanza hacia un gozoso zambullido en paisajes psicodélicos que quizás marcan la alternativa al rien ne va plus que se han sacado de la manga los de Avey Tare en “Centipede Hz” (Domino, 2012).
También remarcables son la apertura con “Guilford Avenue Bridge”, con ese cúmulo de disonancias y percusiones alborotadas que desembocan en una transitoria superposición de sintetizadores; o “Lots”, que atesora un abigarrado cariz lisérgico, casi un encuentro imaginario entre Primal Scream y, definitivamente, Spiritualized. Uno de los momentos más destacables, sin embargo, está en el cuarto corte del álbum, la magnífica “Prettyboy”: un largo paseo en canoa por el lago Calhoun, donde el Sufjan Stevens de “The Age of Adz” (Asthmatic Kitty, 2010) ha construido la barca, en los remos alguien ha tallado que “millones ahora viviendo nunca morirán”, y Phillip Glass y Michael Nyman discuten por feos asuntos de paternidades.
Para los postres, Deacon entrega una pieza arreglada en cuatro movimientos (“USA I-IV”, conformada por “Is a Monster”, “The Great American Desert”, “Rail” y “Manifest”) que da por terminado el disco. Y de qué forma. Se trata de una composición de naturaleza eminentemente orquestal, que crea una sensación ciertamente de viaje, de translación casi física. Uno puede notar la aridez del desierto a su alrededor. Empieza “Is a Monster” con un insospechado torrente de cuerdas, que prosigue a modo de canon, casi un himno marcial agarrotado y aceleradísimo, y acaba erigiéndose en un gran mastodonte industrial bañado en matices épicos. “Rail”, con su aroma cinemático, es otro punto álgido de esta tetralogía. Y “Manifest” retoma las percusiones del primer movimiento para, seguidamente, decelerar y hacerte notar el deleite de llegar a salvo a tu destino. En declaraciones del autor (para Pitchfork), “los diferentes timbres cambian y crecen y luego hay una gran cambio, como cuando la ciudad que has ido viendo crecer desde la distancia, finalmente está ahí”.
Estimado lector, si ya disfrutaste con las dos primeras obras de Dan Deacon (el mencionado “Spiderman of the Rings” y el superior “Bromst”; ambos, ojo, merecen muy mucho la pena), ciertamente no se te ha escapado que el que nos ocupa es un disco de sombrerazo, de reverencia. Y si, por el contrario, es ahora el momento en que te enfrentas por primera vez a este disco o al propio Dan Deacon, apunta esto: “America” es, en definitiva, -¿lo digo?- como América. Un disco fiero pero delicado a la vez. Despampanante. Abarrotado y arrebatado. Más allá del asunto conceptual, de las múltiples lecturas que acepta una composición así. Más allá de lo evocador de su propuesta: freaking masterpieza. Dicho lo cual… ¡música, maestro!