Durante mi último año de instituto, en ese curso que se llamaba COU y del que mi quinta fue la última frontera en mi pueblo natal, en la preparación para la «Sele» nos dieron mucho el coñazo con lo de que lo fundamental a la hora de afrontar una materia eran «el análisis y la síntesis». Tenía un profesor que lo repetía como un mantra y que yo imaginaba en clase como a la Natalie Seseña de «Airbag» cuando hacía aquello de «sístole, diástole» pero en su caso dando saltitos y gritando «¡análisis, síntesis!» (pero con la parte de arriba intacta, eso sí). No me culpen: en momentos de extrema necesidad, cualquier norma mnemotécnica es buena. No sé si a Carles Guajardo le harían el mismo brainwashing en sus tiempos mozos de secundaria, pero lo que se desprendía de su primer largo, «And It Matters To Me To See You Smiling” (spa.RK, 2009) y lo que confirma su flamante continuación después de tres años, «Thence» (spa.RK, 2013), es que el hombre detrás de bRUNA tiene una capacidad innata y de lo más fascinante tanto para el análisis como para la síntesis.
En su primer disco, Guajardo entregaba un engranaje perfecto de IDM que lo encumbró (muy justificadamente) como una de las grandes promesas de la electrónica. Con ese disco de título tan bonito, bRUNA descomponía la esencia de la electrónica de cámara en 16 cortes con un disco que no superaba los treinta minutos y en el que sentías la sangre palpitando por los bits: analítico y sintético a más no poder. En esta segunda entrega, Carles dobla la apuesta, abandona la zona de confort de la música para ser disfrutada entre cuatro paredes y se atreve con un vivaz retrato de la electrónica hedonista de los 90, seguramente la que conforma su propia educación musical. Y si «And It Matters To Me To See You Smiling” acababa en 1989, «Thence» acaba en 1996, lo que bien podría augurar un nuevo paso adelante en esta personal regreso al futuro en el que parece vivir inmerso el músico de Sant Cugat… Pero eso ya será otra historia.
De momento, tenemos en nuestras manos «Thence«, el manifiesto emocional de toda una vida dedicada (y disfrutada) a la electrónica. Doce cortes que, como en su predecesor, no superan los tres minutos de duración y que conforman un viaje onírico de cuarenta minutos por los rincones de la música que nos vio crecer y que le puso banda sonora a nuestros primeras borracheras, los primeros besos regalados en la puerta de un urinario y las primeras mañanas observando el amanecer después de una larga noche de fiesta. Ya sabéis: cuando el Sónar se hacía en la Marbella y las publicaciones de electrónica todavía no habían cerrado porque aún quedaba mucho por decir del género. Eran otros tiempos, de vacas gordas, de euforia (y no necesariamente artificialmente inducida) y todo esto se refleja a lo largo de estos cuarenta minutos que saben a pura gloria y con los que bRUNA nos tiende una mano, nos pone un ratito al lado de la estufa y nos reconforta en estos tiempos de mierda que nos está tocando vivir.
Si no, a ver quién es el valiente que no acaba el primer track, «Second Attempt«, con una sonrisa dibujada en la cara, con esas voces pitcheadas que recuerdan a los primeros «Max Mix» y que se enredan en unos violines (¡violines!) de viscolátex puro, de ese que invita a dormir y no despertar jamás y que anuncian mucho en el programa de Ana Rosa. Fácil es también enredarse en la nostalgia ambient de «You´ve Been Light to Me» -con esos latigazos italo y esas voces que parecen invocadas desde el Más Allá a pie de playa en el Café del Mar-. Cuidado también con «Smell Memory«: junto a la anterior, las dos incitan a ponerlas en repeat y dejarlas sonar mientras lo único que haces es comer pared. A ser posible en posición horizontal. Y si es solo, mejor que mejor. Pero, con esto, que nadie piense que bRUNA ha repetido jugada y se vuelve a pasear en estado de post-fiesta. En «Thence» hay mucho de (pre)party, y el grueso de sus canciones huele y se vive como la banda sonora para encarar una larga noche de excesos y desenfrenos pero, ¡ojo!, con elegancia. Por lo menos, hasta que las drogas y el alcohol hagan efecto.
La segunda mitad del disco arranca con las violines funky de «Tired Tricks» (que se enreda hacia el final) y luego deviene un descenso casi sin descanso por un continuum de house y balearic fino, fino, que entra solo, flota un poco en la cabeza y se posa sin esfuerzo por todas las glándulas del cuerpo dejando una maravillosa sensación de gustera y buen humor. ¿Por qué escoger y destacar alguna entre «Ever After«, «Closer (Right Now)«, «Tiny Tiny Life«, «To Be a Cool Cat» o «Basic Drums Rythms» si todas son temazos, cada cual de su padre y de su… padre también? Si lo mejor que tiene este disco es lo bien que se digiere de principio a fin, ese mood de gustera nostálgica que te deja cuando llega a «1996«, el final de camino figurado y literal.
Cuando se le da al play para escuchar «Thence» y suenan los primeros segundos, uno ya tiene la sensación de tener algo delicioso entre una oreja y la otra, de estar escuchando algo con vida, algo muy especial que debería ser disfrutado por todo el mundo. «Thence» es el disco que quieres que rule de un amigo a otro, que suene en tus sábados de fiesta y que adorne cualquier after. Ojalá con este álbum bRUNA suene aquí y fuera. Ojalá lo lleve lejos, muy lejos, y demuestre que en España no solo echamos de menos los 90s porque éramos ricos (o, por lo menos, pensábamos que lo éramos). Ojalá bRUNA lo pete a lo bestia. Porque si el 2012 fue el año de John Talabot, el 2013 le pertenece por derecho y desde ya a bRUNA.
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