Natasha Khan está viva. Menuda perogrullada, ¿no? Bueno, es que está más viva que nunca. O, por lo menos, está más viva que hace unos meses, cuando su pareja la dejó y, a consecuencia de esto, sufrió un desgaste emocional y artístico que casi nos la borra del mapa. No es difícil imaginarse lo difícil que debe de ser afrontar el proceso creativo después de alcanzar dos picos de montaña como fueron «Fur and Gold» (Echo, 2006) -que la hizo merecedora del celebérrimo Mercury Prize– y «Two Suns» (Astralwerks, 2009), donde le sacaba punta a ese imaginario místico que le ha acompañado durante toda su carrera y que nos dio momentazos de la talla de «Daniel» y «Sleep Alone«. Allí, Natasha se desdoblaba en todos los sentidos y nos presentaba a Pearl, su alter-ego rubio y auto-destructivo que la ayudó a parir un disco donde folklore y vanguardia se daban la mano, que sonaba a desierto de Sonora y las calles de Brooklyn y que confirmó a Bat for Lashes como una deliciosa rareza de increíble (y múltiple) personalidad que merecía no ser comparada con nadie: valía la pena entregarse a su credo con las manos abiertas y el corazón entregado.
Pero después del éxito cosechado, a Natasha sólo le quedó arena; y parece ser que durante estos tres últimos años ha tenido que poner en orden su vida personal y también la profesional. En la primera, como decía más arriba, tuvo que aprender a llenar los huecos de su corazón y su casa, y en la segunda a trabajar para una gran compañía y a moldear un sonido que, como su tercer disco demuestra, necesitaba ser pulido y despojado de las impurezas que deja el paso del tiempo en las cosas brillantes y bonitas. No soy la primera que pensaba que «Two Suns» no necesita depuración ninguna y, como mucha gente que ha abordado «The Haunted Man» (Capitol, 2012) esperando una continuación estética, me he llevado una rara sorpresa. En sus nuevas canciones, Natasha se ha despojado de todo (hasta de la ropa) y ya no hay pasajes mitológicos ni lobos aullando a la luna, no hay plumas, ha desaparecido aquella fantasmagoría musical y aquella voluntad de embrujar al oyente con canciones oscuras arropadas en arreglos envolventes. «The Haunted Man» es un disco minimalista… O todo lo minimalista que puede ser un disco de Bat for Lashes. Aquí Natasha no necesita ocupar el espacio con ecos ni montañas rusas sonoras, los huecos los llena con su increíble, potente, característica voz y parece que, pero primera vez, no le teme al vacío. De esta forma, llama la atención la extrañeza sintética de «Oh Yeah«, que empieza con unos coros rarunos y se construye en unos sintes secos y contundentes, o la desnudez de «A Wall» y «Rest Your Head«, que suenan a años luz de cualquier otra canción que haya hecho Bat for Lashes: empiezan tan quietas y tan tranquilas y crecen y crecen como un río que acaba de recibir una buena ración de lluvia pero, aún así, están lejos de aquellos aquelarres sonoros a los que nos tenía acostumbrados.
Sea como sea, el que tuvo retuvo y, aunque «The Haunted Mand» quiera ser «el disco personal» de Bat for Lashes, la esencia mágica, las canciones grandes como la luna cuando está llena siguen ahí: en «All Your Gold» (que es, sin duda, el grower de este album), relata con deliciosa crudeza lo difícil que es afrontar una nueva relación cuando alguien te deja sin nada ( «I let him take all my gold, and hurt me so bad / But now for you, I have nothing left of all my gold«), y lo hace con una canción juguetona y que es tan brillante como ese oro que le han quitado. Pero lo que hace diferentes a estas nuevas canciones es que Khan ya no necesita de artefactos ni engaños: con «Laura«, que podría ser la versión desnuda de «Daniel«, demuestra que puede construir una preciosa balada valiéndose de un piano y su torrencial voz, igual que con «Deep Sea River«, el sugerente corte que cierra el disco que discurre durante seis minutos con apenas unos sintes atmosféricos y unos coros recurrentes, poca cosa más. Canción que, además, te hace darte cuenta de que en esta entrega no hay ni rastro de dopplegängers ni alter egos maléficos: si Pearl ha compartido piso con Natasha durante los últimos meses, no lo parece. Y ese mantra vitalista que se repite durante la preciosísima y descarnada «Lillies» (ese «thank God I´m aliiive!«) puede que, entre otras cosas, quiera celebrar que, entre dejar paso al «yo» autodestructivo y al «yo» equilibrado y creativo, nuestra chica haya optado por lo segundo.
Porque aunque la dejaran desnuda y sin nada, a Bat for Lashes le ha quedado «The Haunted Man«, un disco que, desde su portada, en la que sostiene como Dios la trajo al mundo (y sin depilar) a un tipo sobre sus hombros, está dedicado a todos esos hombres que no saben cuidar de sí mismos y que, en sus torpezas emocionales, barren los corazones y las vidas de las mujeres que tienen que sufrirlos. Esos hombres que cuando dejan el nido vacío y se llevan sus necesidades a otra cama no son conscientes de la soledad y la desolación que dejan tras de sí. Pero si este tipo de experiencias nos deparan discos como este y nos devuelven a los artistas renovados y fortalecidos de esta manera, bueno, egoístamente daremos las gracias porque les pasen cosas así. En el caso de Natasha nos toca a nostros decirle «Thank God you´re alive!» y que haya vuelto para contarlo.