Thom Yorke. The weirdo. The creep. El niño atormentado. El aplicado estudiante del ojo vago. El poeta sincero. El borracho llorón. El explorador de los mil viajes. El respondón, el plasta, el listillo que cita a Orwell para ganar una discusión. El recto filósofo con el dedo acusador. El activista new age. La curiosidad inagotable, la autoridad insoportable, la fuerza de la creación que no descansa. La pesadilla del crítico musical. El sabio. El idiota. El genio.
Thom Yorke. ¿Hay algún artista musical más ampliamente acreditado en nuestros días? ¿Es su banda Radiohead la más influyente de los últimos 20 años? La primera pregunta tiene difícil respuesta. Para la segunda, en cambio, la cosa está clarísima: Sí. Las palabras sobran para hablar de un grupo que tiene a sus espaldas al menos veinte temas que son auténticas obras maestras y algunos de los discos más importantes de la historia del rock. Su inquieto vocalista, infatigable que es, no tenía suficiente con esto y dejó el proyecto aparcado temporalmente para lanzar “Eraser” (XL Recordings, 2006) en solitario. Los que hemos sido siempre más de Jonny Greenwood miramos aquel nuevo proyecto casi de reojo, recelosos, como esperando en secreto el traspié. “Eraser” fue un buen trabajo con un par de joyitas tremendas pero algo árido en su conjunto y una sensación que nos es familiar en los últimos discos de Radiohead: demasiada seriedad, demasiada formalidad, demasiado puritanismo. Muchos echáis de menos las guitarras, pero yo echo de menos más corazón, soltarse la melena y al menos fingir que lo estás pasando bien.
Thom Yorke, se comenta por los internets, se lo ha pasado teta grabando «Amok» (XL Recordings, 2013) con sus nuevos compañeros de barco: el bajista Flea (Red Hot Chili Peppers), el baterista Joey Waronker (Beck, R.E.M.) y el percusionista brasileño Mauro Refosco. El modus operandi estaba perfectamente delineado: nos emborrachamos, nos encerramos a tocar durante tres días, grabamos la ingente cantidad de genialidad, luego Thom se encierra con el productor Nigel Godrich para seleccionar los mejores fragmentos y empastarlos para componer el puzzle final, nos volvemos a emborrachar para celebrarlo y sacamos disco. Nos llamamos Atoms For Peace y somos el nuevo supergrupo del Siglo XXI.
¿Supergrupo? “Amok” es marca Yorke de toda la vida, todavía predomina la desazón y la claustrofobia, pero hay una aire casi celebratorio que es novedoso, no, ¡inaudito! en la carrera del trovador británico; abiertas las ventanas, el ambiente es renovado con vientos africanos e incluso caribeños. En “Stuck Together Pieces”, al saltarín bajo de Flea se le une una sección de ritmos que suena a psicofonía de Isaac Hayes. Thom casi parece hasta relajado, como guiñándonos un ojo desde su hamaca, batido de papaya en mano. Y, aún así, no consigue dejar de sonar vagamente amenazante, desafiante, pero es un cambio muy, muy bienvenido para los que ya empezábamos a dejarle de lado en nuestras vidas, un poco cansados de sus obsesiones y manías. “Stuck Together Pieces”, “Reverse Running”, “Dropped”… son pequeños milagros que muestran la faceta más desenfadada y, osaría decir, divertida de Thom Yorke. Divertido no es un adjetivo que vayamos a encontrar junto a su foto en la enciclopedia, pero aquí es justo adjudicárselo.
Como también es justo adjudicar gran parte de la culpa del éxito a sus acompañantes. A la vocación experimental y las abstractas líneas vocales de Yorke se unen Flea, Waronker y Refosco para aportar músculo, invención y pericia y así formar un conjunto que suena sorprendentemente cohesionado. El trabajo de Godrich es también espectacular: pocos discos vas a escuchar este año que suenen mejor que «Amok«. Desde los primeros compases de “Before Your Very Eyes”, con su punteo de guitarra afrobeat, se pasa de la oscuridad a la luz, de la luz a la oscuridad, sin pestañear, tiene alma, tiene groove… Más que la continuación de “Eraser”, es como el hermano pequeño y bailón del “Kid A” (Capitol, 2000). Lo más asombroso es que, a pesar de ser un trabajo menor en la carrera de la mayoría de ellos, presentado casi como un pasatiempo, un divertimento, un a-ver-qué-sale, el resultado es música intensa y con profundidad emocional, como no podría ser de otra manera con Thom Yorke a los mandos. Pero esta vez nunca suena demasiado severo, ya no te echa la bronca, ya no te sermonea, esta vez te invita a mover el esqueleto… con un ojo puesto en la BBC News, eso sí, porque el cambio climático todavía está al acecho y el mundo está lleno de banqueros malvados y políticos corruptos, pero es también hora de respirar, relajarse un poco y disfrutar del momento. El momento «Amok«.