Cada vez que voy al Sidecar recuerdo que ese local fue un antiguo prostíbulo llamado Bar Texas. Y no lo recuerdo porque en otra vida fuera puta o porque tenga más de cuarenta años, sino porque leí una vez sobre ello en el libro «Harto de Todo«, que desde aquí recomiendo. Y aprovecho para saludar.
En la década de los 80 acogió muchísimos conciertos punks, de gente punk de verdad, sin pose, que pasaba de todo y olvidaba el mundo a base de anfetaminas, pero que también hacía fanzines, música y preparaban una revolución que nunca llegó. Muere joven y deja un bonito cadáver. Hoy el punk es comprarse una chaqueta de cuero con tachuelas en Asos. ¡Bravo!
Bueno, pues hoy la sala Sidecar también se dedica a programar conciertos punks, de viejas y nuevas glorias. El pasado miércoles pudimos ver al grupo sueco Holograms y a Hexed Crows, sus teloneros, que son de Altafulla (dato importante) en otro concierto organizado por This is Underground. Ambos grupos están formados por veinteañeros con cara de no haber roto ningún plato, y resulta que sí, que sí los han roto o eso parece.
Holograms y su actitud, su derroche de energía. Son jóvenes y tienen pinta de soldados de las SS pero vestidos con chaquetas nevadas y camisas de cuadros. Vuelven los 90. ¿No te habías dado cuenta? Su cara de niños buenos parecía gustarle a más de una, y es que el instinto maternal fluye de las formas más insospechadas. Abrieron el concierto con «A Sacred State«, de su segundo y último álbum, «Forever«; y nada más empezar, musitaron un “Catalunya!”. Se nota que estos chicos leen los periódicos. Fent país, a tope ahí. Salieron en plan darks, como si creyeran que son la reencarnación de Joy Division. Pero no.
Luego empezamos a oír petardos y creímos que el Apocalipsis había llegado. Pero no. Era simplemente que los jodíos nos estaban dejando sordos a base de petar todos los altavoces y amplificadores de la sala. ¿Queréis punk? Pues tomad dos tazas. Tocaron «Flesh and Bones» y se empezaron a ver los primeros pogos. No podían faltar. ¡Queremos sangre! ¡Queremos labios partidos! ¡Claroquesí! Con «ABC City» empezaron los ataques de epilepsia y temimos por la integridad de nuestras cámaras (nuestra vida nos da igual). Con la sala llena de sudor y bragas mojadas el ambiente estaba más que caldeado. Yo diría ARDIENDO. Hubo hasta un robo de baquetas e intentos de invasión del escenario. Que si ahora le toco la pierna al cantante, que si ahora le toco la pierna al guitarra. Y no, no era yo la que me dedicaba a tales asuntos. Incluso me pareció escuchar un “you’re fucking crazy” dirigido a la pobre chica, pero igual fue mi mente perturbada, porque creo que les cayó bien. Las groupies siempre caen bien. Caen bien en todas las camas. Y bien que hacen.
El cantante seguía haciendo más y más el monete a medida que el concierto iba avanzando, hasta el punto que decidió subirse a la batería mientras el propio batería le miraba con cara de “Pedazo mamón, bájate de ahí, que no me dejas tocar tranquilo”. Lo que se llama dar el espectáculo. Show must go on. Queremos purpurina y poses estrafalarias. Por supuesto.
Al final, no sé si era por la sordera o por el sonido, pero empezamos a oír cuchillas. Muy afiladas. Penetrando en nuestro cerebro hasta hacernos sangrar. Pero a gusto con la vida, oye. Cuando acabó el concierto miré a todos los miembros de Holograms y, aunque no son mi tipo, pensé: “Estos mojan esta noche”. Aunque luego también pensé que igual, con lo borrachos que iban, acababan asaltados por alguna prostituta nigeriana de las ramblas, sin cartera y con el sida. Por Dios, espero que no, son demasiado jóvenes y guapos.
[FOTOS: AnTruan]