Sacha Gervasi, director del celebrado rockumental «Anvil», se atreve con este biopic al estilo de «Mi Semana con Marilyn» (Simon Curtis, 2011), centrado en la relación entre el “maestro del suspense” y su mujer durante el rodaje de «Psicosis» (1960). Hasta ahí todo bien, salvo que es el biopic más insustancial, superficial y plano que se ha escrito desde «The Runaways» (Floria Sigismondi, 2010).
Después del éxito de «Con la Muerte en los Talones» («North by Northwest«, 1959), Alfred Hitchcock (Anthony Hopkins) busca la historia que sirva de inspiración para su nuevo film. La búsqueda, en principio infructuosa, angustian al creador que se pregunta obcecadamente si podrá superarse con el nuevo proyecto. Es entonces cuando cae en sus manos el libro de Robert Bloch por el que sentirá inmediatamente un fuerte interés. A pesar de las numerosas voces en contra, incluida la de su productora Paramount Pictures, que considera el guión de «Psycho» como un folletín de terror barato, Hitchcock saca pecho y se emperra en seguir adelante con la producción, aunque sea empeñando su propia mansión de Bel Air. Tras un inicio de discordancias, Alma Reville (Helen Mirren), compañera y esposa de Hitch, le apoyará en su nuevo proyecto, no sin alterar su paz de espíritu con los ataques de ego del cineasta y, sobre todo, con su obsesión por las rubias y curvilíneas actrices que protagonizan sus producciones.
Gervasi sabe que a una buena película biográfica, a no ser que sea una historia de superación, una historia de madres-coraje o de algún sujeto de clase oprimida luchando por sus derechos, le tienes que poner un poco de salsipirri para que entre mejor. Pero aquí se pasa con la sal y la película resulta incomible: su salsa no sólo empobrece la figura de Hitchcock, sino que la lleva a niveles rasos de pura caricatura. La supuesta sombra de infidelidad de su mujer Alma con Whitfield Cook (Danny Huston), que fue realmente guionista de «Extraños en el Tren» («Strangers on a Train«, 1951) y amigo de Hitch, es una treta caprichosa para justificar una narración digna de un film de sobremesa. En cambio, toda la gestación de la película, su desarrollo y su producción queda relegada a mera anécdota y parece, así nos da a entender Gervasi, que los pasajes más terroríficos de «Psycho» se deben a una plasmación de las frustraciones del cineasta respecto a su mujer, de ahí que se encarnice con la pobre Janet Leight (Scarlett Johansson) en la bañera… ¡Acabáramos!
El lado oscuro de Hitchcock viene representado por su ensoñación con Ed Gein, psicópata asesino y necrófilo, mito de la historia criminal de Estados Unidos al que invoca como Woody Allen invocaba a Bogart en «Sueños de un Seductor» («Play it Again, Sam«, 1972), preguntándose «¿qué haría Ed Gein en mi lugar? Pues, ¿matar a su madre y hacer una bonita lámpara con su piel? ¡Qué si no! Estos pasajes son realmente molestos e incomprensibles y banalizan el proceso de creación de un film que trastocó el cine de terror y que conectó con el espectador como no se había conectado antes. Pero al señor Gervasi le parecía mucho más interesante hablar de una supuesta canilla al aire de la señora esposa de Alfred o de la lucha de egos, ¡dónde va a parar! Lucha de egos que, por cierto, saca a relucir el buen talante creador de Alma Reville, que trabajó codo con codo con su marido, para terminar insinuando lo feliz que era a la sombra de su orondo esposo.
Todos sabemos lo mucho que a Anthony Hopkins le gusta un buen biopic, pero creo que lo que más le gusta es disfrazarse y caricaturizar a su personaje. Uno de los actores más sobrevalorados desde «Leyendas de Pasión» («Legends of the Fall«, 1994) (aunque todos lloramos a moco tendido cuando aparece apopléjico con la pizarrita), en Hitchcock no hace más que subrayar su decadencia. Se empeña en forzar la interpretación poniendo cara de pescado hervido y levantando los labios superiores leporinamente. Un asco. Hellen Mirren hace lo poco que puede hacer la buena mujer, que para eso es una de las grandes damas de la interpretación; y a Scarlett, en fin, su entrada en el film empieza con un primer plano de su culo balanceándose por el restaurante, y me temo que con eso ya está todo dicho. Una interpretación sosa, plana e irrelevante.
El estreno de Hitchcock coincide con el estreno en diciembre pasado (en EEUU y Gran Bretaña) de la serie de la BBC y HBO «The Girl», inspirada en la tortuosa relación entre Tippi Hedren y el director británico. No he tenido la oportunidad de ver la serie todavía, pero espero que le saque más sustancia a la carismática figura del mayor genio del suspense, porque lo de Gervasi es de juzgado de guardia.