«Sinceramente, me veo a mí mismo como un vendedor. Creo que eso es lo que hago. Cuando estoy de gira vendo canciones de puerta en puerta. Vendo ideas como el rescate de la deuda y, como todos los vendedores, soy un poco oportunista y veo África como una gran oportunidad.» Estas son las palabras de Bono, líder de U2 y activista sociopolítico eternamente preocupado por el Tercer Mundo. Seguro que has escuchado sus parlamentos una y mil veces y seguro que (¡para qué vamos a negarlo!) has hecho más de una y de dos y de tres bromas al respecto de la perruna humanitaria del cantante. Lo que seguro que nunca has sospechado es que puede que, al fin y al cabo, Bono no sea trigo tan limpio como el que parece de buenas a primera. No queremos decir que tenga una agenda oculta ni nada parecido, pero: ¿qué pasaría si los esfuerzos titánicos de Bono fueran contraproducentes para aquellos a los que supuestamente está intentando ayudar?
Eso es lo que se pregunta precisamente Harry Browne en su libro «Bono: En El Nombre Del Poder» (editado en nuestro país por Sexto Piso)… El periodista irlandés parte del hecho de que, en su labor filantrópica, Bono también ha suscrito y alimentado el discurso «filantrocapitalista» de figuras tan poco fiables como George Bush, Tony Blair, Jesse Helms, Condoleezza Rice, Bill Clinton, Steve Jobs y Bill Gates. Lo que conduce a pensar que el daño provocado por el cantante puede ser mayor que el beneficio, ya que parte de la aceptación de un neoliberalismo que es el que ha provocado esa deuda en el Tercer Mundo. Pero Browne va un poco más allá y pone el dedo en la llaga al destapar que todos los miembros de U2 tienen domicilio fiscal en Holanda para pagar menos impuestos, que la red de empresas de la banda consiguió declarar pérdidas en el año en el que U2 realizó la gira más multimillonaria de la historia y que, al fin y al cabo, Bono ha realizado anuncios para marcas como Apple o Louis Vuitton, dos compañías que nunca han tenido demasiados miramientos con el continente africano. A buen entendedor, pocas palabras bastan.