Decir que «Golem» es el nuevo «Akira» es de una vagancia inmensa… Pero si eso llama tu atención, habrá valido la pena recurrir a este titular.
La tentación está ahí. Y es muy (pero que muy) poderosa. Comparar «Golem» con «Akira» es lo más fácil del mundo, pero también es signo inequívoca de un análisis superficial y vago. Al fin y al cabo, está claro que la obra de Katsuhiro Otomo tanto en su versión manga como anime encapsularon a la perfección conceptos como el malestar de un cambio de siglo concebido como el Apocalipsis, la tensión entre tradición y tecnología, la crisis de valores morales, sociales y religiosos, la conspiranoia como sistema de creencias mundial… Todo un conjunto de conceptos que encapsulaban a la perfección el zeitgeist (algo paranoico) de finales de los 80 y toda la década de los 90.
Es inevitable ver, entonces, los paralelismos entre «Akira» y «Golem«. Si Otomo capturaba el zeitgeist de finales de siglo XX, la obra de Lorenzo Ceccoti (conocido como LRNZ en el ámbito del grafismo y el diseño gráfico) hace lo propio con el de principios de siglo 21. Lo que allá era preocupación por un Apocalipsis del planeta Tierra y del alma humana aquí se traduce en conceptos más concretos… «Golem» narra la historia de Steno, un niño cuyo padre realizó un descubrimiento tecnológico que podría liberar a la humanidad de su esclavitud bajo el yugo de la industria y el dinero como ejes del sistema capitalista.
Al fin y al cabo, Ceccoti atrapa en el aire las principales preocupaciones de este nuevo siglo: el miedo a estar dominados por un sistema de corporaciones globales que opera por encima de los intereses locales de cada gobierno, la sospecha de que se nos ocultan avances tecnológicos que nos podrían hacer más libres, la sensación de vivir dentro de una burbuja de presunto bienestar que nos amodorra para no ver la realidad más allá… Todo eso late en «Golem» como corazón que riega el músculo de la obra de LRNZ.
Un músculo que envuelve el latido del corazón y que le proporciona nuevos y ricos volúmenes. Un músculo en forma de historia en el que se escuchan ecos de las grandes narraciones del siglo pasado: el niño que descubre y desempeña su papel de mesías, las amistades como dualidades en las que cada parte representa la solución contraria a un mismo problema (¿la gente necesita un poder autoritario que le proporcione la ilusión de vivir con libertad -porque no sabría gestionar su propia libertad- o lo que es necesario es más bien una reeducación para asimilar la verdad?) o la necesidad de soñar como clave que asegure el futuro, por citar tan sólo algunas.
«Golem» no habla del cambio de la humanidad, sino de la chispa que prende el fuego de cambio… Y ahí en ese punto cuando este cómic puede convertirse en mito.
Habrá quien piense que Ceccoti se pasa de pretencioso en «Golem«, pero lo cierto es que la lectura del cómic es una gozada absoluta en la que se intuye que esto no es fruto de un calentón creativo. Es, más bien, una de esas novelas en las que todo está pensado al milímetro: las diferentes líneas argumentales se articulan de forma pluscuamperfecta para avanzar en orden en una tensión continua entre lo que se muestra y lo que no, sembrando el camino de una simbología fascinante (los dibujos en las máscaras de los Shorai, los nombres de los personajes, los juegos de color, etc.) que estratifica el relato en diferentes niveles para que el lector se quede donde quiera. Si quiere detenerse en la superficie, se lo va a pasar bacán con una de las historias de fantaficción política más apasionantes de los últimos tiempos. Y los que quieran ir destapando capas y seguir investigando, tienen para rato hasta acabar de descifrar la mencionada simbología al completo.
Ya he hablado, eso sí, del corazón y del músculo… Pero falta hablar de la piel. Y la piel es, evidentemente, el apartado gráfico de LRNZ. Como ocurre con el argumento y sus exuberantes capas, el autor estratifica cada página, casi cada viñeta, para que el lector más avanzado pueda encontrar mil motivos en los que detener la mirada. Es esto algo que, además, choca dulcemente contra el ritmo natural de «Golem«, que bebe del brío del manga de la misma forma que el propio estilo se inspira en el de grandes mangakas japoneses. Podría decirse, entonces, que Lorenzo Ceccotti consigue conjugar los tiempos verbales del manga y del cómic europeo añadiendo a la fórmula una continua exploración de los códigos visuales desde las herramientas del diseño gráfico más puntero. ¿Suena complejo? Quédate entonces con que, al fin y al cabo, el apartado gráfico de «Golem» es una fardada.
De hecho, es tan fardón que es inevitable detectar su potencia icónica: «Golem» podría convertirse perfectamente en un nuevo «Akira«. Ese es el poder de sus aciertos visuales (los Shokai con sus máscaras / cámara, el look insomne de Steno, el General X, el monstruoso Golem final…) y, sobre todo, de los aciertos argumentales. Puede que, si hay que ponerle algún «pero» a «Golem» sea que, si te lo paras a pensar, «Akira» llegó a ser lo que es a día de hoy porque dejaba gran parte de sus misterios sin resolver, dándole al lector / espectador la posibilidad de rellenar esos vacíos de sentido con sus propias neuras, paranoias y miedos. Ceccoti lo explica todo, eso es cierto. Pero también hay que reconocer que, tal y como se intuye en las últimas viñetas, «Golem» es sólo el principio de una historia mucho más larga. No habla del cambio de la humanidad, sino de la chispa que prende el fuego de cambio. Y ahí es cuando este cómic puede convertirse en mito: cuando el lector vierta sobre ese fuego no explicado todas sus esperanzas (si es que le quedan). [Más información en la web de Sapristi]