Cada vez tengo más claro que Goldrapp son la Mística del pop de nuestros días. Allison y Will Gregory conforman un ente con forma de dúo capaz de asimilar e imitar a la perfección cualquier género que se les antoje. Pero cuando en ese calco se cuelan destellos de su propia personalidad, se vuelven mucho más atractivos y arrolladores. Lo dicho: si adopta cualquier forma ajena Mística mola, pero en cuanto aparece en pantalla con aspecto de Rebecca Romjin-Stamos en plan Avatar primigenio, la cosa se pone realmente caliente. Goldfrapp han pasado a lo largo de cinco discos por tantas facetas como modas nos han asolado; un poco a rebufo de las osadías de otros, pero siempre con la inteligencia del que hace las cosas cuando sabe que es el momento oportuno. En los albores del nuevo siglo se pusieron la indietrónica por montera y con «Felt Mountain» (Mute, 2000) se desmarcaron con un disco paisajístico, como de banda sonora bucólica y triposa, que resultó un hito del dream pop; temas como «Utopia» permanecen a día de hoy en el imaginario colectivo como lo mejor que han hecho hasta el momento. En 2003, Allison se miró al espejo y se dijo a sí misma: “Miss Kittin es una ridícula. El electroclash es cutre y yo le voy a enseñar al mundo, espejito mío, que se puede ser guay sin parecer una indigente berlinesa”. No se rasgó las vestiduras, pero acortó sus shorts, multiplicó por cien su sex appeal con un rollo de domadora glammy y con su partenaire sacaron dos discos, «Blach Cherry» (Mute, 2003) y «Supernatural» (Mute, 2005): licuadoras de pop classy con incrustaciones de diamantes, más oscuro el primero que el segundo, a ratos exultantes, siempre extraordinariamente sensuales, donde juegueteaban de nuevo con el dream-pop -esta vez con su lado más hedonista-, el glam y la electrónica de evasión con el que será el mejor registro for ever and ever de la rubia: el de calientabraguetas crazysexycool, que dirían aquellas. A todos nos encantaba tanto el rollo que su disco de folk pedante e impostado, «Seventh Tree» (Mute, 2008), fue un gatillazo en toda regla. Un grano cuando tienes una entrevista de curro importante. El SPM antes de las vacaciones estivales. Un coñazo, vamos. La sensación generalizada se podría haber traducido en un grupo de Facebook: Goldfrapps que señalan sus discos y dicen “antes, todo esto era guay”.
Hoy, Goldfrapp vuelven con su disco más esperado. Más después de su single de adelanto con colaboración de Richard X incluída. «Rocket» es definitivamente genial, y las fotos de promo alucinantes (me gustaría saber qué pensarán The Sound of Arrows de ellas). Una vez escuchado el conjunto (y pasada la euforia que provocó un single mucho más llamativo a primera instancia que el resto de canciones), se puede decir que el de «Head First» (Mute / PIAS Spain, 2010) es un viraje inteligente al dance pop de Martini y meetings vespertinos, con el toque justo de flashing lights y de ochentismo trendy que nos asola desde hace dos años, en la que es su intención por evocar un género en concreto más descarada -y, a ratos, despersonalizada- hasta el momento.
Decía Allison en una entrevista que en con este disco querían volver al uptempo, para hacer lives más movidos. Para ello se han dotado de sintes evocadores, coros angelicales, melodías pegadizas y arreglos brillantes y muy retro. Pero el resultado uptempo, lo que se dice, tampoco. Es espacialmente delicioso, inteligentemente comedido, astutamente ochentero y tan elegante como se esperaba. Hay más pop que dance, y hay más sintes de idm que de baile hedonista . Las referencias son obvias y fáciles: la ELO, Olivia Newton-John, Kylie (más de lo que les gustaría reconocer), ABBA, Van Halen, Moroder, Meat Loaf y Elton John. ¿Batiburrillo? Sí. ¿Efectivo? Pues también. Aunque mucho más la primera parte (donde se concentran «Rocket«, «Beliver«, «Alive» y «Dreaming«) que la segunda (aunque esta cuenta con «Shiny and Warm«, pero también con «Voicething«, donde su rollo JeanMichelJarriano confluye en the instrumental track most peñazo ever).
«Head First» es un disco más calmado que bailable, que deja una sensible sensación de grower, aunque tiene pinta de promo de teletienda: promete más de lo que ofrece de una forma más repetitiva que prudente; cuenta con buenas canciones que no acaban de encenderse nunca y que se suspende en un espacio indefinido entre la idm inofensiva y el pop de estudio sintético, cómodo (para ellos) pero excesivamente fácil (para nosotros). En un año como este, donde hay programados regresos tan remarcables como los de Sophie Ellis Bextor, Róisín Murphy, Kylie Minogue y Alizée, y debuts tan destacables como el de Ellie Goulding (a la que defendemos mortalmente si hace falta desde aquí), cuesta valorar un disco como este en su totalidad, más teniendo en cuenta que el calco ochentero ya empieza a perder originalidad si no se sabe actualizar con personalidad y gracia. Quizá el mayor defecto que tiene «Head First» -como disco de Goldfrapp– son sus persistentes ganas de sonar a algo conocido, cuando ellos son especialistas en aplicar filtros personalísimos a todo lo que tocan convirtiendo la copia en algo muchísimo más interesante que el propio original. A mí todavía me cuesta averiguar si lo que brilla en este disco es purpurina o polvo.