Midas, rey de Frigia, amaba tanto el oro que pidió a Baco que todo lo que tocase se convirtiera en este material. Este se lo concedió. Midas ya se veía el hombre más rico de la tierra, pero pronto se dio cuenta de que cuando tocaba la comida se volvía oro, así que no podía comer y moriría de hambre. Su arrepentimiento fue tal que Baco le permitió volver a la normalidad al bañarse en el río Pactolo.
En los años 50, un escritor inglés llamado Ian Fleming había creado a un espía llamado Bond, James Bond, en una serie de novelas que ya han vendido más de cien millones de copias en todo el mundo. En 1959, ante el éxito de la quinta novela, titulada «Goldfinger«, el empresario teatral Harry Saltzman compró por 50.000 dólares los derechos sobre el personaje. Albert Broccoli, un colega estadounidense que tenía el mismo propósito, se asoció con él para crear una serie de películas sobre James Bond… si tenía éxito. La primera cinta de la saga, «Dr. No«, (1962), recaudó seis veces más del millón de dólares que costó. Su sucesora, «Desde Rusia Con Amor» (1963), en la que invirtieron el doble, se benefició del hecho de que, mientras todavía era presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy mencionase la novela original como uno de los libros que estaba leyendo.
A finales de ese año 1963, además, el mundo presenciaba, sin aún saberlo, el nacimiento del boom que se llamó Beatlemanía. Y en 1964, EON (siglas de Everything Or Nothing, Todo O Nada) Productions comenzaba el rodaje de la tercera película de la serie. La novela elegida para ser adaptada fue, ahora sí, «Goldfinger«. Richard Maibaum, el mejor adaptador de Fleming, retocó un poco la historia original en la que Bond va tras la pista de un joyero suizo sospechoso de traficar ilegalmente con oro, averiguando que además planea dar un golpe en Fort Knox, reserva de oro del gobierno de EE UU. Fleming pensó que Goldfinger robase el oro (habría necesitado varios días simplemente para moverlo de allí), y Maibaum usó miedos contemporáneos: su villano obtiene de los malvados comunistas chinos una bomba atómica que introduce en el país con ayuda de la mafia no para robar el oro, sino para contaminarlo radiactivamente de forma que nadie pueda usarlo en al menos 48 años.
El presupuesto de producción fue la suma de los dos anteriores: tres millones de dólares. Gracias a lo cual, por ejemplo, aparece el que será coche de Bond por antonomasia, el Aston Martin DB5 “con modificaciones”, otra prueba del gran trabajo del genio diseñador de Ken Adam, otro gran nombre del equipo EON. Baja en este equipo fue Terence Young, director de las dos anteriores entregas de la saga y responsable directo de la conversión de un desconocido camionero escocés llamado Sean Connery en James Bond, y que renunció por desavenencias económicas, siendo sustituido por Guy Hamilton.
Con este título nació la Bondmanía. El film está lleno de elementos clásicos de la serie Bond: los títulos de crédito de Robert Brownjohn acompañados de la voz de Shirley Bassey cantando por primera vez la banda sonora, el citado Aston Martin, el cadáver de Jill Masterson (exsecretaria de Goldfinger asesinada por haberle traicionado) con todo el cuerpo cubierto de oro, Bond atado a una mesa a punto de ser partido en dos por un láser que empieza por abajo, frases características del humor del Agente 007 (como esa que dice que “beber Dom Perignon a más de cuatro grados centígrados es como escuchar a los Beatles (i.e. en directo) sin taparse los oídos”, con la que enlazaba su nombre al de los Cuatro de Liverpool), el medallista olímpico Harold Sakata como Oddjob (el criado mudo del mortal sombrero), Honor Blackman (la famosa Cathy Gale de la serie de TV «Los Vengadores«)… Y por supuesto, el villano, Gert Fröbe, cuya interpretación hizo que los guionistas pensaran años después en recuperarlo para que interpretase a un hermano gemelo que buscase venganza. Venganza, porque el ansia de oro de Auric Goldfinger le conduce a salir volando por la ventanilla de un avión en vuelo. A diferencia de Midas, él no se arrepintió de su codicia.
[Marcos Arpino]