Lena Dunham ha dado por finiquitada su serie «Girls»… Y ahora es hora de explicar por qué su final ha sido bueno además de necesario.
Tras seis temporadas, las cuatro chicas de Lena Dunham se despiden. La serie llegó a su fin esta semana… Y no de la manera esperada. Al final, todo se reduce a una mera cuestión de gustos, pero voy a intentar explicar por qué creo que, además de ser bueno, el de «Girls» un final necesario.
A lo largo de la serie, hemos visto cómo Hannah y sus lacayas fracasan una y otra vez en sus relaciones sentimentales y familiares, cómo sus trabajos y sueños se esfuman, cómo van cumpliendo años, acumulando experiencias y desencanto hasta hacerse mayores a trompicones. Pero ¿se han hecho mayores realmente? ¿Así, de repente, de un episodio a otro? Mayores, sí…. Pero de las que no aprenden.
En el penúltimo capítulo de «Girls«, la única que parece haber encontrado cierta estabilidad es Sosh, aunque ella siempre fue el perro verde del grupo. Marnie, sin embargo, una vez fracasada su carrera musical, perdida y sin trabajo, volvía a casa de su madre. Jessa confesaba que abandonaba su sueño de ser terapeuta, ya que no estaba todavía preparada para ayudar a otros. Y Hannah… Bueno, si recuperamos el rapapolvo que le da su madre en el último capítulo, vemos cómo maternidad y madurez no son consecuencia la una de la otra ni siquiera necesariamente complementarias.
La serie de Dunham tiene tantos seguidores como detractores… Y no me extraña, porque aquellos que la critican se encuentran con cuatro niñatas egoístas, egocéntricas, neuróticas y consentidas. Sí, todas ellas, aunque cada una a su manera. Los fans las encontramos igual de insoportables, pero supongo que no necesitamos que nos gusten del todo para empatizar con ellas. Quizás porque vemos reflejadas nuestras neuras en más de una escena. Se trata de personajes complejos y con múltiples aristas que, sin embargo, muchas veces no despiertan demasiada simpatía. Insoportables y adorables a la vez. Las vemos fallar donde nos gustaría verlas brillar.
Se ha acusado a la serie de falta de trama, también se ha señalado lo superficial de los conflictos que viven sus personajes. Y, aunque argumentos no faltan para respaldar esas opiniones, que «Girls» no sea una serie perfecta no debería restarle importancia al intento que realiza a la hora de hablar de temas espinosos y actuales y brindar un espacio para la reflexión, como así demuestran los innumerables artículos y debates en redes sociales que han seguido a algunos de sus episodios. Se ha hablado mucho del papel de Lena Durham en la normalización del cuerpo de la mujer, por ejemplo y entre otras muchas cosas: de la importancia de mostrar un cuerpo normal, eso es, imperfecto. Se la ha comparado con «Sex and The City«, aunque a mi parecer lo único que comparten ambas series es la esquizofrenia provocada por la ciudad en la que viven, ya que las amigas de Sarah Jessica Parker eran glamurosas, tenían éxito, estaban siempre perfectas y disfrutaban de un sexo fantástico.
Lena Dunham ha hecho mucho por retratar la realidad, por ser “una voz de su generación” como decía Hannah en el primer capítulo de la serie, pero lo más triste de todo es que ha tenido que hacerlo ella misma. Me explico… Lena es la directora, guionista y actriz principal de la serie, algo que no hubiera ocurrido de otro modo, y no porque le falten aptitudes. Es inteligente y divertida, le sobran atributos para hacer todo lo que hace, como lleva años demostrando. Pero, y aquí está el intríngulis, en una hipotética serie no dirigida por ella, aun siendo la actriz protagonista, jamás, repito, jamás, se hubieran visto tantos desnudos de un cuerpo como el suyo (de hecho es una de las cosas que más molestan a los haters de «Girls«). Ha sido ella la que ha ideado, escrito y dirigido un papel para una actriz con un físico como el suyo. Digo que es triste porque su físico a día de hoy no tiene cabida en la televisión. Si no somos nosotras las que salimos ahí y nos retratamos, si no retratamos nuestra propia realidad, esta será siempre sesgada, siempre cuarteada. En la tele, como en todo, hacen falta más Lenas y menos nenas.
Durante sus seis temporadas, no se idealiza absolutamente nada: la imperfección no hace ninguna concesión ni al amor, ni a la familia, ni mucho menos a la amistad. Estas cuatro amigas se dicen verdades como puños, a veces hay reconciliaciones y otras distanciamientos. La serie no es más que el retrato del desencanto, es la decepción constante de la gente que nos rodea, de aquellos a los que más queremos. A su vez, nosotros también erramos y ellos se decepcionan con nosotros, y Lena nos lo cuenta sin aspavientos, aceptándolo como lo que es: una parte inevitable de la vida.
El episodio diez de la última temporada es un final brillante porque, además de estar abierto a diferentes interpretaciones (aunque el anterior capítulo deja bastante claro el destino de la amistad de estas chicas) muestra, con más pena que gloria, a Hannah como madre. En este oasis de imperfección no podía faltar la desacralización de la maternidad. Hannah está gorda, deprimida e hipersensible en esta nueva situación que la supera. No distingue, ni sabe si podrá volver a hacerlo, entre el orificio de su ano y el de su vagina, le duelen los pezones y su bebé no quiere mamar (la imagen de Hannah con los extractores de leche a lo cazafantasmas es impagable).
Es, sencillamente, el mejor final posible para «Girls» no porque yo comulgue con el sadismo y me guste ver sufrir (y errar de nuevo) a nuestra protagonista, sino porque hace uso de una óptica realista que ha sido santo y seña de la serie. No tengo hijos y no puedo hablar por experiencia propia, pero tengo amigas y tres hermanas, y sé lo que se cuenta y lo que no sobre la maternidad. Parece que, si no concibes como una bendición sagrada cada segundo de esta experiencia, eres mala madre y te saltan trolls por todas partes (véase el último episodio con la periodista Samanta Villar). Raras veces se habla de la depresión postparto, de lo aislante y frustrante que puede llegar a ser estar todo el día con un pequeño tirano que solo se comunica con llanto, caca y pis.
No, Lena Durham no ha descubierto América. No está hablando de nada nuevo, pero al menos, y no es poco, lo hace de una manera más sincera, como lo ha estado haciendo durante estos últimos seis años. Por eso «Girls» es, o ha sido, una serie necesaria. Por eso mismo vamos a echar mucho de menos a estas cuatro niñatas. [Más información en la web de «Girls»]