Al «Gernika» de Koldo Serra le pesa (¿demasiado?) la comparación con otro triángulo amoroso en tiempos de guerra: «Pearl Harbour» de Michael Bay.
Sin duda hay algo que agradecerle a Koldo Serra: su sinceridad y llamar las cosas por su nombre. Sí, Franco fue un dictador sanguinario, su bando el fascista y, sí, la República podía contener elementos sanguinarios como los Stalinistas, pero también lleno de gente que creía en una España de futuro democrático. Algo como esto, tan aparentemente poco cinematográfico, no es una cuestión menor. Acostumbrados a un revisionismo que gana terreno y a una izquierda timorata siempre resuelta a no molestar demasiado, se agradece que en un producto de masas como el cine se haga algo de pedagogía sin miedo alguno.
Dicho esto, «Gernika» tiene un problema de base muy importante que no es otro que el referente narrativo (que no visual) que Koldo Serra toma para su film. Consciente de que el bombardeo per se apenas dura un instante, trata de dotar a la película de un armazón argumental donde la política está presente, cierto, pero sólo en forma de pinceladas discretas que sencillamente apunten y den cohesión al verdadero eje temático del film: el amor en forma de triángulo dramático.
De esta forma, tenemos un bombardeo histórico y un romance triangular. ¿A que todo esto nos suena de algo? Pues sí, los ecos del «Pearl Harbour» de Michael Bay resuenan de manera constante durante todo el metraje. Puede que el amor se tiña de algo más político, puede que los protagonistas tengan roles y motivaciones más adultas, pero lo cierto es que, al igual que la cinta americana, «Gernika» se resiente de una inanidad y un vacío de interés absoluto en cuanto a todo cuanto sucede.
Y es que esta colección de anécdotas, de seducciones y desengaños se antojan como excusas dramáticas para llegar a lo que realmente interesa, que no es otra cosa que el bombardeo y destrucción de la ciudad en cuestión. Una epopeya romántica que resulta un tanto de cartón piedra, trufada de tópicos y lugares comunes que el director intenta elevar infructuosamente hacia a la emoción con un cargante y repetitiva banda sonora que subraya cada gesto, cada palabra, casi hasta la extenuación.
Pero como comentábamos, las resonancias del film de Bay se dejan ver esencialmente sólo en lo argumental (y quizás en algún plano aéreo) ya que, por lo que respecta a lo estrictamente visual, Serra opta por un enfoque más clásico, más sereno y reposado. Una filmación que muestra una pulsión nostálgica tanto por esa cámara invisible que todo lo inunda, como por el mimo mostrado en el tratamiento de los personajes, la iluminación e incluso el desarrollo lineal de la trama. No obstante el no querer ofrecer piruetas formales se acaba por momentos volviendo en contra de lo pretendido: no se trata de ofrecer contrapicados circulares a cada instante, pero tampoco caer en una languidez que dificulta enormemente dinamizar el ritmo, crear el efecto inmersión en lo acaecido en pantalla.
Por ello, «Gernika» se constituye como una película sin duda bienintencionada, una especie de blockbuster que huya del tradicional drama íntimo que suelen mostrar los films sobre la Guerra Civil, pero que finalmente resulta irregular al no encontrar nunca el tono adecuado, mostrándose fría cuando no debiera, en ocasiones forzada argumentalmente y, sobre todo, poco arriesgada en su conjunto. [Más información en el Facebook de «Gernika»]
[taq_review]