¿Cómo puede ser que «Galopa y Corta el Viento», el guion que Eloy de la Iglesia no pudo rodar en 1981, sea uno de los mejores libros de 2022? Te lo explicamos en este artículo.
Partamos de un cliché con patas: «El tiempo pone todo en su lugar«. Pero, ahora, maticémoslo. Y es que, si te lo paras a pensar, siempre le buscamos el malrollismo a este tipo de expresiones. Esta, en concreto, suele ser intercambiable por aquella de «A todo cerdo le llega su San Martín«, sin tener en cuenta que, en ocasiones, el tiempo pueden poner en un buen lugar algo que originalmente fuera emplazado en un lugar menos amable. Un (rarísimo) acto de justicia histórica. Algo como lo que acaba de ocurrir, por ejemplo, con «Galopa y Corta el Viento» de Gonzalo Goicoechea y Eloy de la Iglesia.
Y es que la editorial niños gratis*, que hace algunos años que brilla precisamente por el mimo que vierte en todos y cada uno de sus lanzamientos, ha dado carta blanca a un proyecto realmente especial: la recuperación de uno de los guiones más malditos de la historia reciente del cine de nuestro país. El guion es, obviamente, el de «Galopa y Corta el Viento«: la historia primero de sexo, luego de amor, finalmente de tragedia entre dos polos opuestos tan irreconciliables como el de un abertzale y un guardia civil en el País Vasco de principios de los años 80.
El libro, en un lujoso formato A4 que hace que se sienta más guion cinematográfico que libro en las manos del lector, incluye un sentido prólogo de Eduardo Mendicutti, un estudio crítico de Eduardo Fuembuena y, finalmente, la versión inicial de «Galopa y Corta el Viento«, firmada por de la Iglesia y Goicoechea en el año 1981. Precisamente porque la lectura se divide en dos espacios tan marcados, el del estudio crítico por un lado y el del guion en sí mismo por el otro, es necesario abordarlos por separado para obtener la mejor visión de conjunto posible.
Eloy de la Iglesia y Gonzalo Goicoechea: la historia
En su brillante estudio crítico de casi 100 páginas, Eduardo Fuembuena no solo se dedica a repasar la biografía de Eloy de la Iglesia y Gonzalo Goicoechea (y a resignificar su importancia dentro de la historia del cine y la cultura de nuestro país), sino que también hace un repaso a las diferentes versiones que existen de «Galopa y Corta el Viento«, una de 1981 y otra de 1985, y a las significativas diferencias entre ambos. Significativas por cómo revelan el por qué del malditismo del proyecto.
Pero empecemos por el principio. Por si alguien lo desconoce, Eloy de la Iglesia fue uno de los directores de cine más importantes de la transición en España. Dirigió películas tan imprescindibles para entender la sociedad de la época como «Los Placeres Ocultos» (1977), «El Diputado» (1978), «Navajeros» (1980), «Colegas» (1982), «El Pico» (1983) o «La Estanquera de Vallecas» (1987). Gonzalo Goicoechea fue su fiel escudero a la hora de escribir los guiones de todas estas películas y, tal y como explica Fuembuena, una de las escasas personas capaces de adaptarse a los extravagantes hábitos creadores del director.
«Paul Julian Smith, el más lúcido estudioso del cine de Eloy de la Iglesia, ha observado que las películas del vasco se apoyan en tres recursos narrativos: «simplificación esquemática, sentimentalismo y cruda actualidad». Además, se podría concluir con facilidad que generan un impacto inmediato en el público«, escribe Goicoechea, sintetizando las coordenadas del imaginario de Eloy de la Iglesia. Y es que, al fin y al cabo, esa «cruda actualidad» fue la que le llevó a plasmar de forma visionaria temas tan tabú en la sociedad española de transición como la homosexualidad, el lumpen o las drogas.
Y, sí, el «cine quinqui» que tanto se ha glorificado en los últimos años no existiría sin de la Iglesia y Goicoechea. Pero quedarse en el «cine quinqui» es obviar el alcance de la influencia de estos dos artistas que, con su propia vida, revolucionaron la cultura española siendo lo que eran (homosexuales y drogadictos) sin vergüenzas y sin excusas. Ahora bien, toda revolución tiene sus límites y, tal y como demuestra el hecho de que «Galopa y Corta el Viento» nunca se llegara a rodar, la historia de amor entre un abertzale y un guardia civil era un límite que la sociedad (y el poder) de principios de los 80 no fue capaz de tolerar.
Mi jaca, galopa y corta el viento
«Al parecer, aún no hay la suficiente democracia para que se pueda narrar una historia de amor entre un etarra y un guardia civil«, declaraba Eloy de la Iglesia en 1986. Y es que, tras ver cómo su guion de 1981 era ninguneado en el ámbito de las ayudas económicas por parte del Ministerio de Cultura (ayudas sin las cuales, en aquel tiempo, era inviable que se levantara una película), el director y Goicoechea se embarcaron en una revisión de la historia con la idea de seducir a ayudas e inversiones. No lo consiguieron.
Al fin y al cabo, el corazón del argumento seguía siendo el mismo y, por lo tanto, igual de problemático. «Galopa y Corta el Viento» explora la historia de (brutal) amor homosexual entre Manolo, un guardia civil recién llegado al País Vasco, y Patxi, un abertzale perteneciente a una familia con una larga tradición de lucha nacionalista. A su alrededor se mueven diferentes personajes que matizan el retrato de la sociedad de la época…
El círculo de amigos de Patxi arroja una visión divertida, despreocupada e incluso activista de la homosexualidad de la época, ya sea en la homosexualidad lumpen de Sebas o en la homosexualidad artística de Alberto. «¿Separatista?… Mira, yo creo que los mariquitas no tenemos patria… Somos siempre tránsfugas (…). Nuestra patria puede ser un urinario público, las últimas filas de un cine de ambiente, un callejón oscuro, un parque o un tugurio de Tánger donde te encuentras a un moro bien «dotado» que te pilla y te pone mirando a La Meca«, dice Alberto en cierto momento, dejando claro que la visión de la homosexualidad de Goicoechea y de la Iglesia puede ser tronchante, pero también afilada en su desafío a la moral imperante.
En el círculo familiar de Patxi destacan su madre (como figura materna abnegada) y su hermana (extremista en su activismo y en su odio hacia el Estado Español y sus representantes). Y la Guardia Civil se ve representa en los compañeros de trabajo y en los superiores de Manolo. Este, de hecho, es precisamente uno de los grandes logros del guion y, probablemente, lo que más cabreó a ambas partes implicadas en 1981: el trágico final, que no revelaré, es retratado con tanta ambigüedad que es imposible determinar quién es el culpable de lo acontecido. Obviamente, el Estado Español no perdonó que no se culpara directamente a los etarras, y los etarras no perdonaron que no se culpara directamente al Estado Español.
Ambas partes, sin embargo, obviaron algo de vital importancia en «Galopa y Corta el Viento«: la belleza implícita en la historia que explican sus creadores va más allá de su irreverencia moral. Pese a lo sintético del guion (como deben ser todos los guiones cinematográficos, más proclives a la descripción directa que a la lírica), es imposible no conmoverse con la belleza que desprenden algunas de sus escenas, con la emoción a flor de piel de sus acontecimientos, con los explosivos diálogos y con la desafiante visión de una sociedad que se pretendía rompedora y progresista pero que seguía barriendo mucha pero que mucha mierda debajo de la alfombra de la transición.
Sea como sea, la historia fue la que fue: «Galopa y Corta el Viento» nunca llegó a rodarse en la época en la que tendría que haberse rodado. Es decir, en los 80. Si fue por la censura indirecta de las ayudas negadas, tal y como he mencionado más arriba, o por ciertos líos políticos (Eloy de la Iglesia se contradijo muchas veces al hablar con la prensa, culpando alternativamente a la industria, al Estado e incluso a ETA), nunca lo sabremos.
Pero, después de tantas décadas en la sombra, lo que hay que celebrar aquí y ahora es que el tiempo lo ha puesto todo en su lugar y que niños gratis* ha publicado por fin este guion… Y que, leído en 2022, tiene tanto o más sentido que en 1981. Entonces, hubiera lanzado sobre la sociedad española el reflejo de una imagen que no querían ver. Y ahora, tres cuartos de lo mismo.
Porque lo revolucionario no era la historia de amor entre un abertzale y un guardia civil: era la historia de amor homosexual entre dos bandos irreconciliables incapaces de pasar por encima del desgarro social causado por el odio. Cambia al abertzale por un político de VOX y al guardia civil por un inmigrante. Y verás que el cuento no ha cambiado tanto. [Más información en la web de niños gratis*]