Estos son los cinco momentazos de «Gaga: Five Foot Two» on los que inevitablemente piensas: «Gaga, tía, te queremos, pero estás como una puta chota».
No voy a meterme en la camisa de once varas (o camisa de fuerza, más bien, por lo que tiene de paranoia implícita) de poner sobre la mesa lo sospechoso que me parece que Lady Gaga anuncie la cancelación de su gira mundial tan solo unos días antes de que el documental «Gaga: Five Foot Two» se estrene en Netflix. Mucho menos voy a enrocarme en la sensación de sorpresa e indignación y perplejidad al toparme con que lo primero que se vea en el documental sea el logazo de LiveNation (ya tú sabes: la mega-corporación que gestiona la gira de la estrella y que, desde hace un tiempo, también está metiendo la patita en la publicación de contenidos musicales y audiovisuales con tal de intentar capitalizar absolutamente todo lo que hagan sus artistas).
Y no voy a centrarme en sumar ese inquietante dos más dos porque, al fin y al cabo, «Gaga: Five Foot Two» tiene mucha tela que cortar, y quedarse en la conspiranoia infundada resultaría absurdo. Sí que diré que el documental de Chris Moukarbel resulta fascinante cuando lo entiendes como una ficción con múltiples capas de lectura, algunas de ellas conscientes y la mayor parte de ellas ostentosamente inconscientes. Habrá quien se quede en la superficie, que es donde habita la propia Stefani Germanotta, y compre esta historia de artista de una profundidad inaudita rota por un dolor físico que nadie comprende. Habrá quien entienda lo que quiera y acabe evidenciando su rencor de clase al ver en «Gaga: Five Foot Two» una historia de pobre niña rica con enfermedades imaginarias y barra libre de #FirstWorldProblems.
Pero, sinceramente, la capa de sentido que a mi me interesa en el documental de Moukarbel es la comedia inconsciente que anida en una capa no tan oculta de sentido. Es la comedia que nace cuando una actriz (porque, chicos, reconozcámoslo: Gaga está interpretando siempre que tiene una cámara delante y, en este caso en concreto, tiene muy aprendido su papel y, sobre todo, cuáles son los tics que ha de usar para transmitir lo que quiere transmitir) se pasa de rosca a la hora de escenificar una tragedia. Porque aquí todos menos la Germanotta parecemos ser conscientes de que el problema es que, cuando llevas la tragedia al extremo, se convierte en comedia.
Aplicado al género audiovisual musical: la línea que separa «Searching for Sugar Man» de «This Is Spinal Tap» es muy fina. Finísima. Y, aunque habrá quien haya acabado de ver «Gaga: Five Foot Two» con la sensación de conocer un poquito más a su ídola, yo he de reconocer que he acabado con esa sensación de hartazgo que sientes cuando pasas demasiado tiempo con ese conocido que siempre te acabas encontrando en algún evento social y que se esfuerza demasiado en ser guay pero humano, alegre pero dramático (porque ya lo sabes: para que el drama sea más ponzoñoso, tienes que contraponerlo a un mínimo de felicidad), fiestero pero downer cuando se pasa con los porros… Ese tipo de amigos que tenemos todos. Ese tipo de amigos que cree que está dándole profundidad al personaje que los demás se forman en la cabeza cuando, seamos sinceros, lo que está en la cabeza de los demás es una única palabra: bipolaridad. Bueno, y otra cosa más: aléjate, bicho.
Pero no nos pongamos serios, porque ya he comentado que, si por algo destaca «Gaga: Five Foot Two» es porque atesora momentos de comedia de altos vuelos que ya querría para sus guiones el último Woody Allen. Me estoy refiriendo a canteadas como sacar a Florence Welch para que quede como la amiga fea que engrandece tu ego al decirte que no entiende cómo puedes poner fotos en Instagram sabiendo que tienes chorrocientosmiles de fans. También a highlights como la aparición estelar de Donatella Versace pidiendo a gritos un doblaje de la Desahogada o el momentazo «mirad, ya sé que creéis que pierdo los nervios muy fácilmente, pero es que si me cambiáis el forro de la chaqueta y no me lo decís es peor que si matarais a mi madre porque cambia la velocidad de mi show y eso es peor que el hambre en el tercer mundo«.
E imposible no mencionar un recurso muy utilizado en comedia post-moderna, que es la fractura entre el protagonista que vive en su propio mundo (Gaga) y todos los que le rodean que no se atreven a llevarle la contraria y le siguen el juego (toda su cohorte de asistentes y allegados que no tienen los santos cojones de decirle que ir de artista sencilla con tejanos y camiseta es una puta mierda de idea porque, chiqui, mira, es que para hacer eso a lo mejor deberías tener un discurso fuerte o un mensaje poderoso detrás, ¿no te parece?).
Repetimos: no nos pongamos serios, que esto es una comedia. Pero es que, joder, me sale la seriedad al hablar de estas cosas. Para compensarlo, y también para hacerme perdonar un poco por ponerme demasiado serio, a continuación os dejo mis cinco momentazos preferidos de «Gaga: Five Foot Two«. Momentazos en los que, básicamente, me dio por pensar «Gaga, tía, se te quiere, pero estás como una puta chota, cielo, háztelo mirar«. ¿Estamos? Estamos.
1. JOANNE SOY YO. «Joanne era mi tía, la hermana de mi padre. A los 18 años estaba fatala de lo suyo y la llevaron al médico y este le dijo que le tenía que cortar las manos. Ella era una artista. Imagina, una artista sin su instrumento. Es como si a Nacho Vidal le dicen que le tienen que cortar el rabo. Es que, mira, antes no sabían qué era el lupus. Entonces mi abuela, como es normal, les dijo a los médicos que no iba a permitir que le cortaran las manos porque quería que los últimos momentos de su hija los viviera con manos. Así que se murió con 18 años, pero con manos«. Esto es una transcripción libérrima de lo que Lady Gaga le explica a alguien para intentar hacerle comprender por qué quiere dedicar su nuevo disco, «Joanne«, a su tía muerta. Lo más maravilloso del caso es que, tras este momento #intensity de no creérselo, la Germanotta deja un silencio expresivo (súper íncomodo) y remata con un… «Yo soy Joanne«. Por si no hubiera quedado claro. Lo siento, pero he de reconocer que aquí tuve que darle a la pausa para secarme las lágrimas de la risa. Imaginadlo doblado al machengo por Joaquín Reyes y entendedme.
2. EN EL SUELO CONTRA MADONNA. Todos crecimos en la cama con Madonna, pero está claro que Lady Gaga no. Ella prefiere estar tirada en el suelo, fumada como una pioja, y meterse en el jardín de su beef con Madonna para llevarlo al terreno de a ver quién la tiene más grande en esto de ser italo-americanas. Porque, mira, Mado, tía, yo también soy italo-americana y las italo-americanas de verdad, no como tú que eres una italo-americana de mierda, se dicen las cosas a la puta cara, no por la televisión, que esto es como ir cuchicheando a mis espaldas. Si piensas que lo que hago es una mierda, me lo dices a la cara como buena italo-americana. (Fin de la cita -libre-). Pues yo qué sé, chiqui, para ti la perra gorda (italo-americana). Lo preocupante no es que permitas que te graben fumadísima pasándote tres pueblos con Madonna. Lo preocupante es que luego permitas que lo metan en tu documental.
3. HAZ LLORAR A LA VIEJA. Glorioso el momento en el que Lady Gaga se va a ver a su abuela (sí, la que tomó la decisión de «matad a mi hija, pero dejadle las manos intactas«) y le pone una canción que habla de Joanne y coge un cuadro de Joanne y lee unas poesías de Joanne y acosa emocionalmente a su abuela más para que llore delante de la cámara y abrazarla… La abuela, por cierto, tampoco es que llore demasiado. Pero da igual, porque la Gaga la abraza como si no hubiera un mañana y, cuando la tiene entre sus brazos, le pregunta: «¿lo he hecho bien?«. ¡Ding, dong! ¿Quién es? El psiquiatra, que viene a psicoanalizar toda la escena, porque es fuertecita y Freud se está revolviendo en su tumba.
4. TETAS POR SORPRESA. La cosa va tal que así… Lady Gaga sentada en las hamacas de su piscina en compañía de sus amiguis. Plano: «Es que lo que yo quiero es ser natural y mostrarme tal y como soy y por eso voy a dejar de ir hecha una circa andante y voy a presentarme con camiseta y shorts«. Contraplano: las amiguis respondiendo «claro, tía, súper, lo más, es la mejor idea que has tenido nunqui«. Plano: «¿Pero creéis de verdad que es buena idea y que la gente lo va a entender?«. Contraplano: «WHA?«. Plano ahora con Lady Gaga que se ha quitado la parte de arriba del bikini por eso de que quiere ser natural: «WHA?«. Contraplano de todas las amiguis con cara de «yo que sé, chica, es que he perdido el hilo desde que me has puesto las tetas en la cara«.
5. ¿TENÉIS MI DISCO? Se abre el telón, sale Lady Gaga en un Walmart buscando su disco como loca. No lo tienen. Pregunta. Le dicen que no les suena y que no saben quién es Lady Gaga. Alguien los encuentra: hay cinco en una esquinita. Lady Gaga intenta ordenarlos para que parezca que llenan una estantería entera pero se lo carga todo y la lía parda. Por suerte, aparece el encargado y, mientras hablan, alguien la reconoce y entonces todo el mundo se da cuenta de que es Lady Gaga y todos felices y aquí no ha pasado nada. Pero es que, mira, sí, sí que ha pasado: es que acabas de sacar un disco de mierda y en Walmart solo han sacado cinco copias, dejando el resto en el almacén muertas de la risa. Soy consciente de que he usado este recurso antes, pero esta escena pide un doblaje de la Desahogada urgentemente. Bueno, la verdad es que todo «Gaga: Five Foot Two» pide un doblaje de la Desaohgada urgentemente, así mejorará en un 1000%. Graseas. [Más información en la web de «Gaga: Five Foot Two»]