¿En qué dirías que “Tajo Abierto” se parece a tus anteriores discos y qué es lo que lo convierte en algo totalmente diferente? Lo que lo asemeja a los anteriores es que, desde el primer disco a este, todas las canciones están compuestas y escritas por mí: la víscera y la mente con la que yo me acerco a las canciones es la misma, y no hay mucho mayor cambio en cómo me acerco a componer y a escribir. Es algo catárquico. También hay similitudes temáticas varias: hay canciones que son muy personales y confesionales, pero también hay canciones que son muy sociales y otras que son muy narrativas… Ese interés literario en la lírica sigue presente. Soy incapaz de escribir una canción en dos frases, sino que siempre las convierto en un papiro largo. El primer punto diferencial sería que hay una mayor introspección, lo que se refleja en canciones quizás más lentas y oscuras, menos explicativas. Y también hay diferencias en la producción: el espectro se abre, hay mucho más trabajo vocal, hay mucho más trabajo de programación, hay mucho más trabajo rítmico… Y eso solamente pasa porque uno va aprendiendo.
¿Cómo ha sido ese proceso de producción? Ha sido un proceso mucho más orgánico y espontáneo de lo que pensé que sería. Yo no pensé que iba a ser un disco con cuatro productores y que iba a ser así o asá. Empecé a trabajar con uno en concreto, pero entonces empecé a trabajar en otro proyecto diferente con otro productor y nos llevamos tan bien que le dije que me gustaría ver cómo funcionaríamos juntos para mi disco. E hicimos canciones con él también. Con el productor de mi anterior disco hemos vuelto a trabajar en las canciones más difíciles de este: le pasé lo que tenía, la composición y algunos arreglos, y él trabajó a partir de eso. Y con el último productor éramos del mismo grupo de amigos en Los Ángeles y yo tenía mi canción más o menos lista, así que se la pasé y él la hizo crecer sobre los arreglos que ya tenía. Fue todo muy espontáneo y desordenado. Al final tenía un pizarrón con 17 canciones y fue eligiendo está sí, no, sí, no. Todo en casa mía y de los productores, en pijama y trabajando en horarios muy raros.
Y, pese a ese desorden, ¿hasta dónde te has involucrado en la producción? Depende de la canción y depende del productor. Hay canciones que hice yo entera: las compuse, las escribí, les hice los arreglos, después me siento con un arreglador de cuerda y él lo pule todo basándose en mis arreglos, al final se graba entera en una sesión con la banda. Hay casos en los que lo tengo muy claro en mi cabeza, pero también conozco mis limitaciones y me encanta trabajar con productores. Tengo cierta capacidad de proponer buenas ideas y producir, pero estoy muy lejos de poder decir que conozco todas las herramientas posibles. Así que hay otras canciones como «Tajo Abierto«: en la versión original los versos eran iguales, pero los coros tenían como unos bronces muy raros, como muy celebratorios que no tenían nada que ver con la canción. El productor me miraba sabiendo que aquello no tenía sentido, y yo le decía que lo reconsideráramos, que lo había hecho con mucho esfuerzo. Y él simplemente hizo «delete«. (Nos reímos.) Él me decía que contara con sus buenas ideas también, y ahí es donde entrar las guitarras eléctricas, por ejemplo. Así que sí, estoy súper involucrada, pero esto no es un One Woman Show.
Hay varias cosas que me sorprende siempre en ti porque no lo encuentras en otras divas pop… Pero, antes de seguir, ¿te parece bien el término «diva»? (Se ríe.) Bueno, si Paloma San Basilio es una diva, bien.
Lo es. Y si Miguel Bosé es una diva…
Miguel Bosé es la más diva de todas. Entonces bien.
Pero lo que decía. Una diva normalmente ni escribe ni compone ni toca instrumentos. ¿No estás como a medio camino del rollo diva y otro rollo más indie? Es interesante, porque ahora me doy cuenta de que es algo que pasa en Chile y en México: tengo una habilidad rara para tener una pata en cada lugar. A alguna gente le molesta el eclecticismo porque, al final, hago lo que quiero y no me importa, y me gusta el tema de la moda y me gustan tanto Patti Smith como Beyoncé. Tengo un espectro muy abierto. A nivel estratégico, yo diría que lo único importante es hacer las cosas que me hacen sentir cómoda y hacerlas bien. Esa es la combinación de los dos elementos: la buena ejecución con una idea que nace orgánicamente. Al final, mi aprecio hacia la teatralidad y la música popular creció, pero es que yo venía de un lugar mucho más docto. Así que ahí está esa formación que me empuja hacia la excelencia musical y un interés genuino, pero también está la parte teatral, performática, popular que me interesa, que lo encuentro entretenido y que, sobre todo, es por una cuestión de expresión artística.
Más cosas sorprendentes: “Tajo Abierto” se lanza en tu propio sello, Frantastic. ¿Cómo es que decidiste crear tu propio sello? Fue por defecto, originalmente. En Chile no hay más posibilidades que salir independientemente. Si bien teníamos distribuciones y licencias locales, siempre fue nuestro sello aunque no tuviera nombre hasta ahora. Antes era una empresa con un nombre larguísimo, así que el nombre, la iconografía y el establecer un modelo que funcione como personas contratadas es algo totalmente nuevo. Pero antes lo hacíamos exactamente igual. La cuestión es que en Chile no existen multinacionales, así que uno tiene que optar por hacerlo por su propia cuenta y elegir canales de distribución alternativos. Esto no significa que en el día de mañana no habría que aliarse con alguien, que estaría buenísimo, pero corresponde ver el momento y las condiciones correctas.
¿Y piensas publicar a otra gente en el sello? Bueno, creo que primero voy yo, obviamente. (Risas.) Es que nos falta el tiempo y la capacidad. Pero me encantaría eventualmente entrar en producción de otras personas.
Y todavía más cosas sorprendentes: has publicado dos libros, uno de poemas y el otro de cuentos. ¿Sigues escribiendo? No tanto. Me encantaría, pero no lo estoy haciendo.
¿Pero cuánto hay de literario en la forma en la que abordas las letras? Creo que la forma en la que escribo es totalmente literaria. De hecho, con este disco es la primera vez que me alejo de lo literario. Antes siempre pensaba «contemos un cuento» y me salían 17 estrofas, como Bob Dylan. Pero el acercamiento es literario porque sé el valor de la combinación de los elementos, pero también sé que si dejas la música y les la letra, esta tiene que tener algún tipo de resonancia sobre el papel. Y, de alguna manera, mi mente funciona con un cierre: con un punch line al final de la canción que funciona de solución o desenlace a una problemática. Los productores me preguntaban por qué siempre tiendo a revelar el final, por qué no puedo quedarme en el misterio.
Antes ya decías que te gusta mucho la moda… ¿Te sientes cómoda cuando se habla de ti como un icono del glamour? (Se ríe.) Lo encuentro genial, porque a veces soy demasiado roñosa. Vamos, que puedo llegar a una reunión con mi mochila y mi almohada. Lo que sí que es cierto es que, desde que empecé a tocar en vivo, me interesaba mucho la parte escénica y visual: eso es algo que es parte de la identidad que tengo que construir. Si eso se identifica como glamour, bien, pero no lo tomo tan en serio como pensar que es algo imprescindible en mi carrera. En el making off de un video, por ejemplo, puedo salir roñosa y no me importa, pero me gusta que en el escenario haya un empoderamiento y una visibilidad importantes.
Sé que has hecho colaboraciones con ciertas firmas de moda como Foster… Sí, en Chile hice dos líneas de ropa y fue súper entretenido.
Bueno, meterse en algo así tiene que ser algo muy loco… ¿Cómo? ¿Rollo «quiero ser Rihanna«?
Te falta el perfume. ¡Eso es lo último! (Risas.) Yo no uso perfume, y encuentro que el narcisismo del perfume ya es demasiado. Ahora que lo pienso, diez años en el futuro…
Sí, esto está grabado. (Risas.) No, en serio. He estado trabajando con Foster porque mi propuesta era que yo no quiero ser el rostro de una marca. Es una marca muy local, chilena, solamente gráfica. No era algo comercial, sino que es una marca muy bonita. Y me alegra que quisieran trabajar conmigo hasta el nivel de elegir botones con el diseñador o ponerle los brillos a una chaqueta. Incluso me dejaron poner la ropa en las tiendas y en los maniquís, escoger las modelos para el catálogo… Fue la cosa más entretenida que hicimos el año pasado.
¿Te gustaría seguir haciendo cosas así? Me encantaría. Obviamente, no es prioritario y depende de tener un buen compañero de equipo que lo permita.
Venga, y para acabar, ¿cómo sueñas que será no tu cuarto disco, sino el décimo? No lo sé. La fantasía es tener una carrera multidisciplinaria y dinámica. Y libre. Así que un décimo disco no es un décimo disco, sino que es más bien un décimo proyecto.